JESS EISENBERG, DE LA RED SOCIAL A LA FAMA PLANETARIA
La película sobre el fundador de Facebook le trajo toda una serie de nominaciones a premios y una atención que nunca había experimentado: algo que, según confiesa, lo tiene aturdido. “Esto pasará y un día les contaré a mis hijos lo ridículo que fue”, dice.
› Por James Mottram *
Es una tarde de invierno en el hotel Charlotte de Londres. El bar está abarrotado, pero la mayoría de los parroquianos no advierten la presencia de Jesse Eisenberg. No importa que su cara haya estado por todos lados, en los posters de La red social de David Fincher, que lleva recaudados 209 millones en la taquilla mundial, acaba de ganar el Globo de Oro a la mejor película y se perfila como candidata a acumular algunos premios más. Cuando alguien lo ve, la mayoría tiende a confundirlo con Michael Cera (Juno, Scott Pilgrim). “Todo el tiempo, la gente cree que soy él. Es insoportable. No me gusta ser confundido con otra persona”, dice. Mejor irse a la biblioteca, con Eisenberg –vestido con una simple remera blanca, pantalones grises y unas maltratadas zapatillas– llevando aún un mojito en la mano. En los últimos tres meses ha estado “en todos los países ricos”, batiendo obedientemente el parche para la película en la que interpreta al fundador de Facebook, Mark Zuckerberg. Con una nominación al Oscar en el bolsillo, viajó a Inglaterra para una proyección en los Bafta, que se entregarán el domingo 13 y en los que compite en el rubro de Mejor Actor. Su tarea es convencer a los votantes de que lo elijan a él en lugar de a Colin Firth, nominado por El discurso del rey.
Todo el asunto tiene a Eisenberg un poco confundido. “Nunca estuve involucrado en una película que recibiera esta clase de atención”, dice. “Nunca tuve un rol que recibiera esta clase de atención”, refuerza. De hecho, la mayoría de sus películas –aun aquellas respetadas por la crítica como Cosas de hombres (Roger Dodger), Historias de familia (The Squid and the Whale) y Adventureland– cayeron entre las grietas del negocio. Esto, claro, es diferente. Eisenberg la define simplemente como “una película sobre la comunicación y la tecnología”; en la ola del estreno mundial, la revista Time nombró a Zuckerberg como la “Persona del Año”, por “la manera en que cambió el modo que vivimos nuestra vida”. El título era apropiado, la red social acababa de superar los 500 millones de usuarios.
Es fácil ver por qué Eisenberg fue elegido para encarnar a Zu-ckerberg, más allá de las similitudes físicas en el pelo castaño enrulado, la piel pálida y los ojos inquisitivos. Los mejores papeles de sus comienzos fueron de adolescentes articulados pero algo extraños que tratan de encajar, y su interpretación de Zuckerberg es una extensión de ellos. “El es alguien que siente que está en la periferia de las interacciones sociales, y para resolverlo crea esta increíble herramienta para inte-ractuar.” Aunque su primo Eric trabaja en Facebook, Eisenberg recién conoció a Zuckerberg esta semana, cuando el actor y el rostro detrás de Facebook (y otro imitador) aparecieron en un sketch de Saturday Night Live, una experiencia que define como “abrumadora”.
Como a Zuckerberg, La red social arrojó al actor de 27 años bajo la luz pública. Ya ganó el premio al Mejor Actor del National Board of Review, y las nominaciones al SAG (Screen Actors Guild, el Sindicato de Actores) el Globo de Oro y el Oscar suponen algo que hace dar vueltas la cabeza. “Imagino que esto es algo que me sucederá una sola vez en la vida”, dice, y señala que la interminable promoción del film “ha sido un poco desgastante”, sobre todo cuando comenzó a tratarse de una campaña que contempla la “temporada de premios”. “Hay gente que hace esto todos los años”, suspira. “Para mí es un proceso realmente pesado. Perdés el sentido de perspectiva, perdés el sentido de necesidad de ser creativo. Perdés la sensación de la vida real. Y perdés la sensación de tus propias habilidades.” Eso, sin mencionar que todo lo está haciendo sentir sospechas. “Cuanta más gente dice cosas lindas de mí, más siento que es falso. O, cuanto más miro las cosas malas sobre mí, más pienso que son las verdaderas. Puedo escuchar por ahí a alguien diciendo algo sobre mí que me deja destruido por una semana. Y puedo ganar un premio o escuchar o leer buenas críticas, y me parece sin sentido.” Por ejemplo, el premio del National Board of Review, la Asociación de Críticos de Estados Unidos: “Fue grandioso, pero esa noche inmediatamente encontré una razón para sentirme miserable. Es terrible. Soy capaz de manipular las cosas para que se vuelvan malas, lo que no es una manera muy saludable de vivir. Pero así estoy ahora”.
He ahí una típica declaración de Eisenberg, una mezcla de un poco de asco a sí mismo y aguda autoconciencia. Tiene un aire de angustia existencial, y no sorprende saber que realiza terapia psicológica. En un punto dice que odia ver sus películas –una respuesta bastante común en muchos actores–, pero que “mi analista dice que debería verlas, para tenerles más respeto”. Estudió antropología y pasa su tiempo libre escribiendo obras teatrales y prosa, e incluso escribió un musical titulado Me Time. Y si alguien alguna vez hace una película sobre Woody Allen, Eisenberg podría ser el candidato número uno al rol principal.
Aun así, no es del tipo insufrible. Tiene un sentido del humor maravillosamente retorcido, como cuando se le pregunta si su flamante fama lo lleva a tener problemas, a que lo agarren por la calle. “La mayoría son abuelas del Upper West Side”, sonríe. “Quieren marcarme la mejilla con su lápiz de labios.” Creció en Nueva Jersey, en una familia de clase media, seguro y confortable. Barry, su padre, es profesor de sociología y “tiene apreciación por las artes”, aunque Eisenberg recuerda su reacción cuando le dijo que su meta principal era estar en el elenco de Los Miserables: “Su actitud fue del estilo ‘¡Por favor, no hagas eso! ¿Por qué querrías hacerlo?’ No tenía razón, claro”.
Afortunadamente, su madre Amy fue clown profesional durante 25 años y se dedicó a animar fiestas de cumpleaños en Queens. “Fue una buena artillería para usar en defensa de mi elección de profesión”, señala él. Eisenberg empezó a actuar a los nueve años, en el teatro comunitario, y luego fue a una escuela de artes y performance, donde fue reclutado para hacer una primera lectura de prueba del guión de Cosas de hombres. Su labor fue tan buena que los productores lo señalaron como ideal para asumir el personaje de un muchacho algo naïf. “Tuve mucha suerte, es algo que nunca, pero nunca sucede. Fue una cosa muy extraña. De otro modo no habría llegado a ser actor, porque es imposible conseguir roles en películas. Es imposible.”
De todos modos, no es el único actor en la familia. Una de sus dos hermanas, Hallie Kate –que acaba de cumplir 18 años– apareció en la pantalla grande incluso antes que él, y nada menos que como la hija de Russell Crowe en El informante. Ella también aparece en Holy Rollers, una de las nuevas películas de Eisenberg, haciendo de... su hermana. “Me hizo un favor, porque le aseguré que ninguno de sus amigos vería jamás la película”, se ríe el actor. Es otra historia basada en la vida real, como La red social, ambientada a fines de los ’90: una banda de judíos jasídicos que se enredan con gangsters israelíes y empiezan a traficar éxtasis desde Amsterdam. “Mi personaje ni siquiera sabe que son drogas”, explica. “Piensa que son medicinas, que es lo que les dijeron a estos pibes”. Su papel es el de Sam Gold, hijo de un tendero de Brooklyn: otro rol de alguien en proceso de maduración, lo que puede parecer un paso atrás respecto de La red social. Pero es que Eisenberg –cuya propia familia tiene raíces judías en Polonia– no parece dispuesto a ponerse a interpretar al macho alfa. Puede haberle volado la cabeza a algunos muertos vivos en Zombieland, una de sus pocas concesiones al mainstream de Hollywood, pero aun allí encarné a un tímido estudiante de colegio. Y en el film de animación por computadora Río le pone su voz a un “cobarde y nerd” guacamayo que vive en una librería de Minnesota.
Dice que no ve ningún cambio en los guiones que le acercan desde el lanzamiento de La red social, quizá porque está tan identificado con Zuckerberg y gente de su calaña. Eisenberg quizá no valga 25 billones (“soy muy inocente cuando se trata de negocios”), pero es de la misma generación. Incluso inició su primer sitio web, oneupme.com, tres años atrás: un juego de palabras online en el que los usuarios tratan de eliminarse unos a otros. Al principio no pasó nada, pero ahora lo dirige su primo a través de Facebook. “Es el último clavo en el cajón de la ironía”, dice. “Finalmente es exitoso a causa de Facebook. Del mismo modo, estoy en una película popular gracias a Facebook.” Dada su creciente popularidad, es comprensible que Eisenberg no tenga una cuenta en Facebook. Pero su valor en Internet parece estar subiendo con un creciente número de sitios de fanáticos dedicados a él. Aunque vivió cuatro años con su novia, seis años mayor que él, cabe preguntarle si el éxito de la película le ha traído mayor atención femenina. “No, para nada”, contesta con honestidad. “Estuve trabajando muchísimo. Imagino que hay gente que, cuando forma parte de una película popular, se encuentra conociendo a un montón de gente nueva. Pero no ha sido mi caso.”
De la manera que lo ve Eisenberg, todo el ruido alrededor de su figura pronto terminará, “y un día podré contarles a mis hijos lo ridículo que fue”. Entonces, ¿simplemente volverá a encarnar nerds? Acaba de terminar la filmación de una comedia llamada 30 minutes or less (“Treinta minutos o menos”) en la que interpreta a un pibe de delivery de pizza, con lo que quizá así sea. De manera aún más curiosa, dice que su coprotagonista Danny McBride –que suele interpretar a rednecks– “captura el perfecto arquetipo estadounidense”. Eisenberg, por su parte, se ha convertido en el perfecto envase para el emprendedor de la era digital.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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