LA VISITA DE JAMIE LIDELL
› Por Yumber Vera Rojas
La sorpresa es el aforismo que mejor resume la obra de Jamie Lidell, especialmente luego de apreciar un recital suyo. Buenos Aires lo recibió por primera vez en el Personal Fest de 2007. Fue en una carpa donde el encantamiento, la interacción y la felicidad hilvanaron un broquel que repelía la pirotecnia yeitera de Chris Cornell, quien actuaba al mismo tiempo que el artista de electro soul en calidad de figura estelar de la última jornada de esa edición del evento. Incluso los que pasaron sólo para chusmear por el escenario en el que el músico británico practicaba su performance se vieron atrapados por la singularidad de su literal laboratorio sonoro. Y es que mientras el espigado querubín blandía desde su consola una bola de ruidos que súbitamente mutaba hacia el bit alucinado o al R&B más contagioso, su coequiper de entonces, el enmascarado VJ Pablo Fiasco, improvisaba con dos cámaras un collage de imágenes que parecían inspiradas por el novelista de ciencia ficción Philip K. Dick. Pero el otrora integrante del dúo Super Collider, que por momentos invocaba la hiperactividad de James Brown en el tablado, también se llevó su pasmo cuando retó a la audiencia a seguirle en su hit “Multiply” y saltaron un par de chicos a cantarlo casi entero. Eso se puede ver en YouTube. De lo que lamentablemente no hay testimonio es de las caras perplejas, tras concluir su set, preguntándose qué diablos era eso que habían visto.
No obstante, el recuerdo del músico y productor originario de Huntingdon, un pueblito del este de Inglaterra, sobre su debut en la capital argentina apunta hacia otro tipo de sorpresa: “Me encontré con una ciudad más viva de lo que pensaba”, confiesa en una entrevista telefónica, mientras disfruta de una caminata por Manhattan. “Es fascinante el caos que la sacude, el contraste social y lo mal que maneja la gente. En ese sentido, se parece a Roma. Me gusta conocer lugares así, más tomando en cuenta que soy inglés y que en mi país son muy conservadores.” De hecho, aprovechó el viaje para registrar en el barrio de San Telmo varias fotos, a cargo de Matías Corral y Nora Lezano, que luego sirvieron para la promoción del álbum Jim (2008). Ahora Jamie regresa a Buenos Aires (hoy en Niceto) en una circunstancia muy diferente: con show propio, posicionado como referente de la actual vanguardia musical, con dos discos bajo el brazo a partir de ese primer encuentro con la audiencia local –en el que mostró las canciones de su celebrado segundo trabajo, Multiply (2005)– y con nuevos compañeros de gira. “Voy con un baterista y un tecladista. Me siento cómodo con este formato, pues estaba cansado de hacer los viejos temas de la misma manera. Los músicos que me acompañan tienen una vocación muy jazzera, lo que nos obligó a readaptar el repertorio. Tocaremos canciones que la gente reconocerá, pero le dejaremos espacio a la incógnita.”
Si Multiply lo descubrió al mundo por conciliar de manera perfecta el R&B y la electrónica, gracias al estímulo del hechicero del minimal Matthew Herbert –para quien prestó su voz en el álbum Goodbye Swingtime (2003)–, el exquisito Jim significó su acercamiento hacia Otis Redding y al blue-eyed soul que instituyeron Dusty Springfield y Eric Burdon. Sin embargo, cuando todos supusieron que se convertiría en el Robert Palmer de la era digital, el cantautor de 36 años, que realmente pisó por primera vez la Argentina en 2005 en plan de turismo y seguidamente viajó a Punta del Este para presentarse en el estreno de la efímera agencia de modelos de Tomás Costantini (hijo del dueño del Malba), desconcertó nuevamente en 2010 al editar Compass: un material que evoca su paso por el glitch de su ópera prima, Muddlin Gear (2000), y su debilidad por el IDM en el período en el que junto al chileno Cristian Vogel integró el binomio Super Collider, a fines de los noventa. “Estoy seguro de que parte del público quería encontrarse con una propuesta como ésta. Es una forma de volver un poco a lo que soy. No fue un accidente, sino una reivindicación.”
Fue su aguda intuición la que lo acercó a un equipo de trabajo envidiable. Además de la ya frecuente colaboración del músico canadiense Chilly Gonzales, en Compass, que fue registrado en Los Angeles, Nueva York y Canadá, colaboran exponentes de la magnitud de Beck, Feist, Pat Sansone, de Wilco, y Chris Taylor, de Grizzly Bear. La relación entre el hacedor del éxito Loser y el artífice del electro soul se remonta al proyecto Record Club, diseñado por el estadounidense y que en enero de 2010 publicó un disco que reinterpeta los temas del clásico de Skipe Spence (ex Jefferson Airplane y Moby Grape): Oar. “Beck es un artista que evolucionó, y que en lugar de tomarse dos años para hacer un trabajo, prefirió acudir a Internet para subir el disco allí y desvestirla de su uso tradicional.”
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