Lunes, 11 de julio de 2011 | Hoy
OPINIóN
Por Eduardo Mileo *
El lenguaje propio es un lenguaje apropiado. Como nadie nace hablando, lo propio del lenguaje es ser ajeno. En el modo de apropiación es que se puede hacer algo irrepetible. La apropiación del lenguaje, nuestro bien social por excelencia, es lo que nos hace únicos, propios. Y es la sociedad humana la principal beneficiaria de esa apropiación, y debería ser, por tanto, su principal propiciadora. Si la vida es una búsqueda de no se sabe qué, el poeta halla lo propio en su ir hacia. Escudero halla en la lengua el oro que le niegan las montañas. Lo sublime kantiano se trasmuta en lo sublime cotidiano: la búsqueda de oro se trasmuta en la de la palabra justa. Y la palabra justa es, como casi siempre sucede en la vida, una palabra errada, la que está fuera de la academia, pero dentro del rigor de lo real. Y en su realidad, brilla como el oro en medio del magma que le dio origen.
Escudero cree en la inspiración bajo el aspecto de la intuición. La musa para él no es un ser mitológico ni extraordinario, sino que proviene de las personas y las cosas que lo rodean y le provocan el murmullo interior previo al poema. Siguiendo ese camino, encuentra su voz y sus palabras. Los temas, entonces, se le imponen. La búsqueda es para él, como para Picasso, un lugar de encuentro. Y su objetivo: entender el mundo en el cual indaga. No es el lenguaje como objeto y sujeto de estudio, sino el lenguaje como herramienta para entender (¿crear?) la realidad. En ese sentido, y en otros varios, Escudero es un jugador. Jugar es, para él, descubrir lo desconocido, lo que está más allá de la capacidad cotidiana de decir. Jugar es, por tanto, jugarse. Y el riesgo es, por ende, perderse. El poeta se juega en la montaña, en la poesía, en el amor. Y el amor se presenta ante él como motor del lenguaje. En este juego la intuición se revela como musa y como salvadora: las alternativas son la iluminación o el extravío.
Escudero escribe para encontrarse. En ese desafío cifra su deseo de hallar: metales preciosos, amores apasionados, palabras precisas. Es ese deseo el que lo acerca a los demás, el que lo vuelve social. Y en su estar con los otros encuentra la lengua que lo acerca y lo individualiza. Halla su lenguaje propio. ¿Sería éste el oro que buscaba?
* Poeta y editor.
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