Viernes, 15 de julio de 2011 | Hoy
A Agustín Alezzo le gusta compartir ensayos con personas que respiren teatro. Para hacer el protagónico, sin ir más lejos, Lizardo Laphitz dice haber bajado diecinueve kilos. Algo similar hizo Prim: “Agustín me llamó en noviembre de 2009. Cuando hablamos, me pidió que me pusiera a hacer gimnasia porque quería darme un papel, pero tenía que estar en forma. Hasta el día de hoy sigo entrenando”, cuenta.
“A mí Alezzo me pidió que sacara panza”, retruca a su turno Forteza, que los cinéfilos recordarán por su interpretación de jefe de familia panzón en Familia Rodante (Pablo Trapero, 2004). “¡Y yo tuve que avejentarme!”, remata entre carcajadas Ducó, que en El círculo hace de anciano moribundo.
Más allá del tono risueño, hay acuerdo en que aprender con Alezzo implica la transmisión de un código de trabajo que se suma a la técnica. Aquí los intérpretes se las arreglaron para dar a sus personajes una cantidad de matices destacable, si se considera que la mayoría de los artistas entra a escena una sola vez. Para Chiarandini, “ese deseo de excelencia es una de las características de los que nos formamos acá. No significa tener menos libertad. Los directores te llevan y más que acatar órdenes, se comparte un objetivo”.
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