Viernes, 14 de abril de 2006 | Hoy
DANZA LA RETIRADA DE JULIO BOCCA
A los 39 años, el bailarín planea su adiós para diciembre del año próximo, pero no será en el Colón, sino en un concierto gratuito al aire libre.
Con 39 años recién cumplidos, Julio Bocca sabe que la cuenta regresiva ha comenzado. Porque él ha confirmado que se retirará de la danza al cumplir 40 años y lo hará a lo grande en un espectáculo gratuito y al aire libre en diciembre de 2007. “Todo el mundo cree que mi última función será en el Colón, pero no: parte de mi carrera fue hacer de la danza un arte popular y así va a ser mi despedida, un evento popular”, revela. Mientras tanto, el bailarín inaugura el 2006 –el último año que le queda como intérprete– con una reposición de Bocca Tango, espectáculo que estrenó en 2001, que llevó por toda Latinoamérica y que el martes pasado volvió al Teatro Opera (Corrientes 860). En cinco únicas funciones y hasta el domingo, Bocca actuará junto a la primera bailarina Cecilia Figaredo, el Ballet Argentino, los cantantes Esteban Riera y Noelia Moncada y el conjunto Octango que dirige Julián Vat.
“Quiero acompañar al enfermo hasta su término, poder disfrutar con él hasta el último momento”, dice el bailarín haciendo referencia a su vida como intérprete. “Y de ahí en más, volver a empezar. Por suerte yo tengo un montón de cosas además de mi danza: tengo mi escuela, mi fundación, el Ballet Argentino, el Teatro Maipo.”
–¿Le ha quedado algún proyecto “en el tintero” que planea realizar en el plazo que le resta antes de 2007?
–Por suerte todo lo que he querido hacer se ha cumplido. Hay un proyecto que tengo, al cual, después de que me retire, voy a estar dedicado un ciento por ciento. Se trata de una escuela de arte en Buenos Aires, no sólo para estudiantes de Argentina sino de toda Latinoamérica. Una escuela donde cada chico pueda practicar el arte que le guste –teatro, canto, danza– y en donde al mismo tiempo no se descuide la educación general. Porque, en caso de no triunfar en lo artístico, es importante tener la formación necesaria para hacer otra cosa. Es un proyecto que va a llevar su tiempo; hace unos años que estoy tratando de conseguirlo y es algo que me queda pendiente pero que voy a desarrollar justamente después de mi retiro.
La carrera de un bailarín es corta, pero intensa. A los 7 años Bocca ingresaba a la Escuela Nacional de Danzas, a pesar de que la edad mínima requerida era 8 años. Así daba sus primeros pasos para, un año más tarde, ser aceptado en la escuela del Teatro Colón. Pronto llegarían los triunfos en Argentina, Venezuela y Brasil. Su primera desilusión profesional tuvo lugar en la Competencia Nacional de Osaka, en Japón; pero la vida le daría revancha: presentó Don Quijote en el certamen de Ballet del Bolshoi de Moscú, considerado el más prestigioso del mundo, y ganó la medalla de oro. Instantáneamente, el joven de Munro, con sólo 18 años, se convirtió en una celebridad argentina. Así comenzó una historia conocida: su llegada al American Ballet Theatre, su trabajo junto a Mihail Barishnikov, la creación del Ballet Argentino, el éxito de los shows masivos al aire libre, su participación en el musical Fosse en Nueva York, los desafíos coreográficos en los que cruzó el ballet con el tango, el rock y otros géneros. Una historia que la señal de cable A&E recuperará en su ciclo Biography, con el documental biográfico Julio Bocca que se lanzará a toda Latinoamérica el 8 de junio (ver recuadro).
“Mi interés por la danza tuvo que ver, en parte, con el ambiente en el que me crié”, recuerda el bailarín, hijo de la maestra de danza Nancy Bocca, en diálogo con Página/12. “Pero principalmente fue una cuestión mía –sigue–, algo que me salía de adentro. Cuando era chico yo le dije a mi mamá: quiero ir a estudiar danza. Fue una necesidad. Me sentía cómodo y bien cuando practicaba ballet.”
–El tango es un género al que apeló recurrentemente, especialmente en el espectáculo que ahora repone. ¿Cómo surgió el interés en esta técnica del folklore porteño?
–Cuando era chico, el tango, junto con el folklore, fueron una de las primeras danzas que practiqué. Siempre las danzas nacionales estuvieron muy presentes en mi familia. A mí siempre me gustó el tango pero, cuando descubrí a Piazzolla, me maravilló. Su música te da unas posibilidades increíbles de crear con el movimiento.
–¿Cree que incorporar el tango fue una forma de hacer que el ballet fuera más accesible para el público no especializado?
–Sí, fue en parte una forma de acercar el arte al público. Pero a mí me gusta acercarle el arte completo, no sólo una parte. Para mí ser un bailarín clásico no significa hacer sólo clásico, ni ver ballet significa sólo ver un repertorio clásico. Dentro del ballet hay distintas posibilidades y cualquier música se puede usar.
–¿Cree que el público en general está abierto a ver clásico?
–Sí. Está abierto a todo, sobre todo el público argentino, que tiene una cultura impresionante. Hay un movimiento cultural muy fuerte, que quizá no tiene el apoyo que debería tener. Pero, en el teatro, la danza está presente y el público en los espectáculos de danza también lo está.
–¿Cómo ve a la danza argentina en este momento?
–La Argentina tiene una compañía maravillosa, la del Teatro San Martín, que lamentablemente no hace muchas giras, pero trabaja muchísimo, tiene buenos bailarines, buen repertorio. También hay compañías independientes que hacen espectáculos maravillosos, sin apoyo, todo a pulmón. Hay una gran cantidad de bailarines argentinos a los que les gusta trabajar. Por mi parte, seguiré tratando de que más bailarines sigan estudiando y trabajando en más compañías.
–¿Por qué retirarse a los 40 si aún está en estado para seguir sobre el escenario?
–Quiero terminar bien. Sé que todavía lo puedo seguir haciendo, pero al mismo tiempo sé que quiero dejarlo así. Hay que aprender que todo termina y que es mejor que termine bien. Retirarme implica también poder estar en casa, con mi familia y amigos, sin tener que preparar nada ni viajar. Significa también poder comer tranquilo, entre otras cosas que durante muchos años hice pero no de la forma en que me hubiera gustado. Porque si uno quiere estar bien arriba del escenario y dar el ciento por ciento de sus capacidades, ésa es la única forma de hacerlo. La danza lleva mucho esfuerzo físico y cada vez uno nota que cuesta más. Yo quiero estar arriba del escenario bailando, no caminando. Por respeto a mí mismo, a la danza y al público.
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