Sábado, 10 de diciembre de 2011 | Hoy
PABLO AGRI PRESENTA DESDE ADENTRO
No siente ningún peso por ser “el hijo de Antonio”, pero además no le falta talento para portar el apellido. Esta noche, en el Teatro Sha, mostrará el nuevo material junto a su cuarteto.
Por Cristian Vitale
Un tester fugaz lo detecta de espaldas a la pared de un bar. Pablo Agri entrecruza palabras, gesticula mucho y quiere decir todo junto. Se le mezclan imágenes y secuencias de su padre Antonio (muerto hace 13 años), datas varias de su niñez sureña (Adrogué) y despistes sobre el origen de ciertas versiones que acaba de plasmar en su disco con el Cuarteto. No sabe, por caso, a qué obra pertenece “Los poseídos”, el incunable de Astor Piazzolla que visitó, límpido y sorpresivo, sustentado por el contrabajo de Juan Pablo Navarro, el piano de Emiliano Greco y el bandoneón de otro Greco, Lautaro. “Creo que la grabó en quinteto con Elvino Vardaro, pero ni me acuerdo dónde la escuché”, se sincera. Sí que “Kicho”, otra del mago marplatense del fueye dedicada al contrabajista Enrique “Kicho” Díaz, la tiene “bien junada” y no podía faltar “bajo ningún punto de vista”, o que la sigla S. P. que antecede al “De Nada” en la pieza de su padre que abre Desde Adentro –así se llama el disco– quiere decir Sin Pretensión. “Sin pretensión de nada, sí, porque así se sentía mi viejo. El era un personaje divino, y mucha gente pensaba que tenía una falsa humildad, pero nada que ver... jamás lo vi estudiar una escala y él pensaba que todo el mundo lo subestimaba por eso, cuando en realidad era al revés: no imaginaba lo que nos costaba a todos los mortales hacer lo que él pensaba como una boludez”, se despacha.
–Y usted bajo esa sombra de sangre y violín, ¿lo sobrelleva?
–Sí. No tengo ningún bolonqui por ser “hijo de”. Algún vecino me suele decir “vos lo único que heredaste de tu viejo fue la vieja” y a mí me cae bien (risas). Yo creo que mi viejo fue, junto a Vardaro y Francini, el más grande violinista del tango argentino. Incluso, cuando empezó a tocar con Piazzolla, en 1962, no había manera de diferenciarlo de Vardarito... después sí encontró la forma de parar el vibrato, de consolidar un estilo propio.
Agri hijo tampoco parece agarrarse de una falsa humildad. Algo de brillo exponen sus ojos cuando remite a cada mañana a las siete, cuando su padre lo despertaba con un mate para ir al Nacional de Adrogué “cuando él había llegado a las tres de la mañana”, o cuando ambos pudieron cristalizar la melancolía vital de “S. P. de nada”, en el nodal Agri por Dos, ejecutado junto a la Orquesta Sinfónica Nacional. “Ningún lío... yo adoro a mi viejo y le puse al disco Desde Adentro por un tema suyo. El siempre tomaba de Atahualpa una frase que para mí es una guía básica: ‘Hay quien alumbra y quien deslumbra; yo prefiero alumbrar’. Mi concepto no es cagarte a notazas, darte el violín por la cabeza, sino dejarte una emoción. Que te conmueva el corazón por un rato y también que te cagues de risa, porque me gustan los recitales distendidos. Una cosa de libertad total, sin nervios ni encajonamientos. Trato de que esa cosa descontracturada llegue al público.”
Agri y su cuarteto presentan Desde Adentro (sucesor de Cuadros tangueros y A dúo tango) esta noche en el Teatro Sha (Sarmiento 2255) y la idea es hacerlo completo, con los temas tal como figuran en el orden original. “El cuarteto nació como una manera de contar mi camino hasta acá dentro del tango. Por eso, además del de mi viejo, hay temas que hablan de mis inicios como ‘El Julián Aguirre’, el conservatorio donde estudié y perfeccioné el instrumento; ‘Julián’, con arreglos del Tano Berlingieri, gran maestro, ‘La Valsa’, de Lautaro Greco, o ‘Voy a buena’, una composición increíble de mi amigo Nicolás Ledesma. Es como algo autobiográfico y catártico a la vez, porque yo siento la música como una forma de hacer terapia, de largar. Uno no es una máquina que dice ‘ahora me voy a emocionar’, pero en general trato de conectarme con la esencia emocional de la música. En decir algo y no pensar en las notas, qué dedo viene ahora o con qué arco lo voy a tocar, sino tratar de expresar y decir con el instrumento lo que uno siente”, resume Agri.
–“Milonga para tres” también es suya. ¿En qué se inspiró?
–En los tres hijos que tengo en seguidilla: 4, 6 y 8 años (risas). Si no me ven igual estoy, ¿eh?, pero prefiero trabajar lo justo, acostarme temprano y no viajar. En una época en la que los músicos de tango se la pasan recorriendo el mundo, yo tiro el ancla en casa. Apenas me hice una escapada a París y otra a Liechtenstein, suficiente.
–¿Por qué todo instrumental? ¿Tiene alergia al canto?
–Nooo, me encanta. Pero hasta ahora nunca hice un disco con cantantes, excepto los dos temas que cantaron Guillermo Fernández y la Tana Rinaldi en A Dúo Tango, pero no lo descarto para el futuro. He trabajado mucho con Rubén Juárez y soy de los que piensan que los cantantes suman.
–¿Cuál es el lugar de las cuerdas en el tango de hoy? Cierta corriente de opinión considera que quedaron relegadas a un lugar de elite. ¿Acuerda?
–A lo mejor lo veo desde mi punto de vista de violinista y soy una basura total (risas), pero no. No es así. Hay grupos como Viceversa, o la Orquesta de cuerdas Elvino Vardaro, que conforman un movimiento de peso. Y ni hablar de los bandoneonistas... hay pibes chicos como Federico Santiesteban o Nicolás Enrich que tocan mucho mejor que ciertos profesionales consagrados. No voy a dar nombres, pero es increíble. Yo tengo 43 años, y cuando tenía 21 les llegaba a decir a mis amigos “vengan a escucharme tocar tango”, me tiraban con una banana o con un clericó en jarra, qué sé yo... era como un bicho raro que compraba discos de tango. Hoy ayuda todo: un chico joven tocando tango hace que las chicas vayan a verlo y la cosa se pueble, las milongas, los festivales independientes... en fin, uno no puede elegir lo que no conoce, y está bueno generar la posibilidad.
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