Viernes, 3 de febrero de 2012 | Hoy
OPINIóN
Por Horacio Peña *
Juan Carlos Gené fue maestro de todos nosotros en muchos sentidos. Por ejemplo, fue mi maestro en política. Militamos juntos en los años ‘70, en una agrupación de actores que se llamó Agrupación Podestá. Trabajamos juntos en el Teatro San Martín, después lo tuve como compañero de escena y finalmente en Hamlet tuve la oportunidad de trabajar con él. Fue un orgullo. Juan fue un ser que nos enseñó a muchos algo que tiene que ver con la ética, con la conducta hacia el público, entre muchas otras cosas, por eso la suya es una lamentable pérdida. Fue un hombre muy apegado a su pensamiento y a su ideología y no se traicionó nunca. Padeció el exilio y en cuanto pudo regresó a su patria. Su actitud es absolutamente rescatable como ejemplo y como nuevo paradigama. Juan Carlos vivió para la enseñanza, para enseñar a pensar. El legado más importante que deja en el teatro es una convicción, es una disciplina y la idea de no traicionar los deseos personales. Es un ámbito sagrado en el sentido de que conjuga sentimientos superiores o nobles.
* Actor.
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