Sábado, 18 de agosto de 2012 | Hoy
GABRIEL SENANES EN EL FESTIVAL DE TANGO DE BUENOS AIRES
El compositor presenta su obra Tres movimientos monstruosos (tango, vals y milonga). “La composición hay que dejarla aparecer. Y que aparezca como quiera. La propia obra nos va guiando y diciéndonos qué debemos hacer con ella”, afirma.
Por Diego Fischerman
Gabriel Senanes tiene más de una biografía. Es médico y periodista, aunque en este momento no ejerce ninguna de las dos profesiones. Y es músico. Pero incluso dentro de ese campo sus antecedentes abarcan cosas tan variadas como haber sido director del Teatro Colón y tocar en un grupo de rock’n roll –eventualmente, las dos cosas en un mismo día–, haber realizado arreglos para Mercedes Sosa o Sui Generis, ser uno de los profesores más respetados del medio local, dirigir orquestas, haber compuesto canciones junto a Enrique Cadícamo, ganar un Grammy con Paquito D’Rivera, tocar el saxo, el piano y la guitarra y componer para formaciones sinfónicas y de cámara.
“Hago música popular y antipopular también, pero siempre con la secreta ambición de lograr algo que no tenga vacíos expresivos”, define al paso, mientras conversa con Página/12. Y luego completará, refiriéndose al encargo que recibió del Festival de Tango de Buenos Aires y que estrenará este domingo: “En este caso ni siquiera debí planteármelo. Simplemente la posibilidad de los vacíos esta vez no existió”. La obra se llama Tres movimientos monstruosos (tango, vals y milonga), tendrá como solistas al violinista Fernando Suárez Paz, el baterista Pipi Piazzolla y a Pablo Marcovsky y Diego Arnal –los dos integrantes restantes de su trío, Senanes 3–, que actuarán junto a una orquesta en la que Pablo Agri será el concertino y Lautaro Greco el bandoneonista, y que se presentará a las 15 en La Usina del Arte, Av. Don Pedro de Mendoza 501 (y Agustín R. Caffarena), con entrada libre. El concierto se completará con interpretaciones del trío, que adelantará parte del material de su próximo disco y que, con Pedro Aznar como invitado, hará “En una petite garçonnière de Montmartre”, escrito por Senanes y Cadícamo.
Una de las características de Senanes, como compositor, es manejar con soltura –y con igualdad de oportunidades– materiales y procedimientos provenientes tanto de tradiciones académicas como populares y cuestionar, desde las propias obras, cualquier clase de categorización que ponga a unas sobre las otras. “Cuando empecé a componer, el nivel de prejuicio era muy alto. En algún sentido el tiempo me dio la razón. Siento una especie de reivindicación. Más allá de que mi música, en rigor, tienda bastante a la abstracción. Lo que sucede es que me resulta muy difícil, y no sé tampoco si sería deseable, no pensar en un intérprete en particular y en su manera de tocar. Escribir música con el Negro Suárez Paz en la cabeza es, necesariamente, pensar como materiales su forma de frasear, su respiración, su sonido, mucho de lo cual viene, obviamente, del tango. Hasta no hace tanto, cuando ciertos maestros se enteraban de que sus alumnos andaban haciendo por ahí música popular, los echaban. Eso era perder el tiempo y corromper la manera de tocar. A grandes músicos que tocaban en orquestas clásicas y también de tango, en el ambiente clásico los llamaban, despectivamente, ‘tipiqueros’. Ni necesito decir que todo eso me parece absurdo.”
Senanes habla de una de sus composiciones, escrita en homenaje a Jorge Luis Borges y aplicando procedimientos muy borgeanos –y muy propios de la música, como los espejos–. “Era una obra sumamente abstracta, donde en algún momento cada uno de los 29 instrumentos tiene una línea independiente, y, sin embargo, cuando se tocó en los Estados Unidos, Don Freund, profesor de la cátedra de composición de la Universidad de Indiana, me comentó que le sonaba típicamente argentina. Es decir que aunque uno crea que controla muchísimo lo que hace, hay cosas que no controla en absoluto. Y en cuanto a cierto mandato de vanguardismo, que hace unos años aparecía con mucha fuerza, en particular en Buenos Aires y algunas ciudades europeas, creo que la historia de las artes muestra que la condición de revolucionario o vanguardista es una mera declaración o proclama de quien pretende serlo. Y que son más los fracasos que las coincidencias en esas autoproclamaciones. Así las cosas, prefiero entonces proclamarme conservador, y ver si logro fracasar en ese intento.”
Otro aspecto menospreciado tradicionalmente por la academia es el de la práctica. Para la teoría medieval, los músicos prácticos ni siquiera debían ser considerados como músicos y San Agustín los comparaba con los pájaros. “Como las bestias –decía– pueden entonar bellas melodías pero sin conocer las reglas de lo que hacen.” Y, más allá de su sólida formación teórica, Senanes se reconoce, sin duda, como un músico práctico. “Una personalidad es un resultado”, afirma. “Sucede, es la que es y lo es a posteriori. No hay manera de que uno no se parezca a sí mismo. Y en ese sentido, las ideas previas que uno pueda tener en el momento de componer son bastante contraproducentes. Dado que, en rigor, uno no puede evitar su formación, sus escuchas, sus gustos, más vale no pensar en ellos. En un punto, el compositor puede llegar a ser el peor enemigo de la composición, interfiriéndola con sus gustos y pareceres. La composición hay que dejarla aparecer. Y hay que dejarla que aparezca como quiera. La propia obra nos va guiando y diciéndonos qué debemos hacer con ella. Es la única manera. O, por lo menos, es la única que a mí me sirve.”
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