LA NUEVA EXPOSICIóN DE NOé EN LA GALERíA RUBBERS
Conmovedora e impactante, la muestra que se presenta en estos días –y que el pintor dedica a su compañera de toda la vida, que murió hace cinco meses– permite descubrir a un Noé que transita nuevos caminos y nuevas facetas en su obra.
› Por Fabián Lebenglik
La nueva muestra de Noé es conmovedora e impactante. Conmovedora, porque está dedicada a Nora Murphy, su compañera de toda la vida, que murió hace cinco meses. Impactante, porque el artista, conmocionado por tal pérdida, se muestra en nuevas facetas, quizás antes contenidas, que lo muestran transitando nuevos caminos. En su nota de dedicatoria, que aquí al pie reproducimos, Noé hace un juego de palabras sobre los muchos Noé que supone la muestra. Y al mismo tiempo traza un apretadísimo resumen, a modo de itinerario, de una vida de a dos. Mientras que la dedicatoria es una condensación en la que el lector deduce e intuye mucho más de lo que se le dice, la exposición es expansiva y se explaya visualmente acerca de varias de las etapas (contadas y no contadas) de esa vida en común, hoy evocada.
Las obras exhibidas, sin embargo, aunque puedan tener componentes evocativos, no son nostálgicas, sino que hay fuertes afirmaciones del presente a través de potentes recreaciones, allí, donde el artista lo pone todo: nuevas combinaciones de colores, nuevas texturas, nuevos modos de abordar la pintura, nuevos recorridos, nuevas maneras de pensar el montaje y enmarcado de cada obra (por ejemplo, el modo de enmarcar Interrupciones –un acrílico, tinta y liquid paper sobre papel– de 127 x 263 cm). Cada aspecto significativo de su experiencia pasa a formalizarse en las obras.
En varias de las piezas se cuentan episodios e itinerarios vitales, aunque se trata siempre de una narración visual muy libre y en clave.
Las obras parecen reelaborar una personal ceremonia del adiós, no sólo en el contenido sino también en los títulos: “la memoria”, “el adiós”, “en espera”, “retazos”, “historias de una familia tradicional”, “vida”, “elogio a la vejez”, “el teatro de la vida”, etc., van componiendo el relato, expansivo y minucioso al mismo tiempo.
Además, en varios trabajos se resumen modos de pintar anteriores del propio Noé, como si hubiera una aproximación retrospectiva dentro de algunos de los cuadros: miradas retrospectivas e introspecciones que, a pesar de su carácter a veces explosivo, la intensidad resulta pudorosa y no cae en la confesión, sino que queda reservada a la materia y a la imagen de las obras.
El gesto permanente del artista de avanzar hacia lo indeterminado, lo accidental, hacia el azar, se combina con una fortísima noción compositiva, de núcleos múltiples. Una forma de lanzarse a cada obra que resulta tempestuosa y que al mismo tiempo es constitutiva de su trabajo.
Noé nunca deja de experimentar tamaños, escalas, técnicas, combinaciones, en todos los niveles de la pintura. Y en sintonía con una visión de conjunto que domina cada pieza, también está el apego por el detalle, donde una figura, una frase, algún elemento narrativo detallado, se resuelve en pocos centímetros, dentro de una obra de gran tamaño.
Miniaturas de gran escala, papeles recortados y aplicados, rompecabezas; líneas, trazos y gestos “barridos” al modo de líneas de fuerza que van estructurando algunas pinturas y dibujos.
Cada obra convoca un modo de pintar en este preciso tiempo y lugar, con todo lo que se es, con todo lo que se padece, con todo lo que se recorrió y también con lo que falta, con lo que vendrá.
Como escribió quien firma estas líneas hace tres años: “Puede decirse que su obra, desde hace cincuenta años, es un puro presente, con continuidades, interrupciones, replanteos e irrupciones. La pintura de Noé está notoriamente generada aquí y ahora y esa relación de pertenencia a un lugar y un tiempo está inscripta en sus trabajos y produce una suerte de interdependencia espacio-tiempo-obra. La obra de Noé es una pura tensión de sentidos en sí misma y una forma de pensamiento llevada al campo pictórico, un modo de conocimiento del mundo que lo rodea y una superación, por la vía artística, de estas cuestiones”.
Con esta muestra se explicita que el artista no sólo tematiza las continuas tensiones del contexto, sino que hace de su obra una bitácora de sus propias vivencias traducidas a colores y formas.
Se sabe que siempre que se hable de la pintura y los dibujos de Noé se está hablando de una obra proliferante, atravesada por tensiones, por formas y colores magmáticos, por campos de fuerza que en varios casos se advierten como ciclones y anticiclones; mientras que de cerca se percibe la delicadeza de micromundos que parecen delineados al detalle.
El pintor decidió denominar En consecuencia esta exposición: así las proposiciones se encadenan y derivan en una lógica emocional que describe muy bien el mecanismo pictórico que subyace: esa condición generativa de cada trazo, cada gesto, cada idea, en una red que se teje y difunde intrincadamente, en el interior de cada obra y de una obra a otra.
Noé “convoca” formas y colores que se materializan gracias al saber y la experiencia, pero sobre todo gracias a un saber hacer que, en consecuencia, no se detiene.
* En la galería Rubbers, Avenida Alvear 1595, hasta el 7 de diciembre.
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