BUENOS AIRES Y EL BOOM DE LOS ESPECTACULOS PENSADOS EN FUNCION DEL TURISMO
Tiempo de turistas, dólares y ¡good show!
Una industria cultural paralela, con entradas carísimas y recreación de clichés de la argentinidad, forma parte del paisaje. Recitales en hostels, tours de box y servicios especiales de bailarines reflejan el fenómeno.
› Por Julián Gorodischer
El turista quedará impresionado por el boom del espectáculo for export: en todos los rincones de Buenos Aires sobran propuestas para captar dólares. ¿De qué se trata? Hostels que programan recitales, obras de teatro traducidas en simultáneo para no dejar al gringo afuera, acompañantes de tango que cobran por hora para sacar a bailar, shows de música típica con los clichés bien exagerados... La gira empieza en Casa Jardín, un coqueto hostel del barrio de Palermo pensado para integrar foráneos y locales en un ámbito común: el turista se aloja y el porteño paga entrada para ver a los grupos pop/rock Rosal o Mi tortuga Montreux. Ahora, es el turno de que los especialistas (aquellos que planifican a diario las claves del show for export) den algunas claves para producir un espectáculo en la nueva era devaluada. “Se me ocurrió un día –cuenta Nerina Sturgeon, periodista y dueña de Casa Jardín–: había que llevar una actividad under porteña a un espacio turístico para que la gente tuviera contacto más directo con la cultura porteña.”
Allí, en Casa Jardín, se suaviza la escena, como contracara de la ciudad convulsionada: espectadores apacibles sentados en fila india, tufillo a sahumerio, velas aromáticas, venta directa de chupetines, aportando al hábitat calmo, amigable, un poco infantilizado. ¿Cuáles son los criterios que definen al recital en hostel? “Vienen periodistas o gente de teatro –sigue la dueña– además de los turistas, y es una forma interesante de hacerlos interactuar. Hay un 50 por ciento que quieren ver tango y compran el cliché; otros pretenden ¡algo de realidad!”
Cada show de tango for export recrea los mismos tópicos: figuras acrobáticas, exceso de pasión, trucos acentuados, de sobra, todo muy teatralizado como para revalidar los títulos del show para extranjeros: de fácil comprensión, saturando el sentido de argentinidad, tan condensado como una imagen de postal. Cuenta Guillermo Cerneaz, bailarín y maestro de turistas, que en milongas de Puerto Madero o Montserrat, de las que florecieron en los últimos tres años, “se les da lo que ellos creen que es el tango”. El show para turistas comparte algunas claves con el espectáculo de los nuevos ricos: “Es un simulacro de consumo cultural que deja conciencias tranquilas”, había definido la socióloga Ana Wortman. Pero si aquél apuntaba a mejorar la legitimación de una clase con complejo de culpa, éste pretende concretar una ilusión totalitaria: haberlo visto todo en una sola visita a la tanguería.
¿A saber? “Es para aquel que no sabe de qué se trata el tango –dice Cerneaz–. Se apela al salto más raro, la mujer tiene que tener cara de apasionadísima, el hombre jugará el rol de macho recio, en una cosa más anticuada.” El bailarín tiene elaborada una tabla de rasgos según países que chequea a diario en sus clases o shows privados. “Los latinos son cálidos –dice–; los alemanes y franceses están en otra sintonía.”
–¿Por qué un día decidió alejarse del for export?
–Si me lo piden por trabajo, lo hago; pero soy crítico de la tendencia: no le muerdo la mano al patrón, pero si bailás en la milonga for export se altera una esencia. El tango nació íntimo, no para el show.
Demián García y Carolina Bonaventura bailan desde hace tiempo en una de las mecas del tango para extranjeros, Taconeando, allí donde se escucha una Babel de lenguas, donde la alemana y el francés exhalan mucho y respiran profundo ante cada molinete, aguja o revoleo típicos del baile de escenario. Dicen, los dos, que llega gente de todas las nacionalidades, cada vez “con más idea”, algunos de ellos europeos devenidos bailarines profesionales. “Quieren aprender a bailar porque buscan profundizar aspectos técnicos, pero más que nada es para poder abrazarse. En sus países no encuentran esa posibilidad.” Pero la experiencia más novedosa en el campo del tango para extranjeros queda a cargo de Julio Corazza, acompañante por horas o tango partner, requerido por mujeres solas para salir a bailar. “Era analista de sistemas –recuerda Julio–, me quedé sin empleo y, como había trabajado en empresas internacionales, me fui convirtiendo en guía turístico casi sin proponérmelo.” “Pacto un precio –explica– bastante abierto. Mi disponibilidad es por las horas que me necesiten... A algunos les gusta manejarse directamente en dólares, pero te pichulean el mango porque saben que Buenos Aires está muuuuuuy barata.”
Más originales son los tours de boxeo que organiza el periodista Mariano del Aguila junto al productor Martín Roisi. Si antes Roisi puso de moda el show de la villa y de los travestis, ahora llega el turno del Boxing Tour, que concibe al club de la pelea como un show para turistas. “Vamos a una pelea atrás de otra –dice Roisi–, y recreamos los clichés del boxeo: sacamos fotos en vestuarios, festejamos con ellos.”
–¿Y quiénes lo consumen?
–Al primer tour fueron gays americanos, porque esto es muy gay friendly. El boxeo tiene algo muy sexy, y nosotros proponemos una mirada que explote ese ángulo. Cuesta 150 dólares e incluye de seis a ocho peleas, traslado, y relator on line continuo.
La reedición del cabaret, ahora chic, en el Faena Hotel & Universe o en el Café Molière respeta la claves del resto del show para extranjeros: pasteurizar el bajo fondo (cabaret o tango) y acotar un sinfín temático a una sola vez. Por una entrada a un promedio de cien pesos, y consumiciones carísimas, El Rebenque Show o Roberto Piazza Tango y Sexo explotan la tradición cabaretera porteña pero pasada por un tamiz grueso. Se vuelve clara la trama del for export: hurgar en el pasado y ubicar la propuesta en la zona top de Buenos Aires (Puerto Madero, donde queda el Faena Hotel), mezclar el under teatral (el cabaret tiene dirección de Vivi Tellas) con la oferta de un servicio (traducción en simultáneo de los monólogos de stand up al inglés) y la estructura de un café concert con licencia (¡el incentivo para vender!) que ayude a consumir.
“En cuanto a las preferencias –dice Marcela Cuesta, subsecretaria de Turismo porteña–, lo que vemos a partir de nuestras estadísticas es que son los turistas latinoamericanos los que más prefieren la oferta cultural. El 24 por ciento de los turistas europeos son turistas culturales; el 65 por ciento de los norteamericanos revela haber tenido inquietudes culturales en su viajes.” “La tendencia va en aumento –agrega el operador turístico Ricardo Arieu–: recitales en iglesias o bares notables (organizados por la Subsecretaría de Patrimonio porteña), recorridos en torno a Gardel o Cortázar, al modo de Mozart en Salzburgo..., pero también el incremento de la prostitución y del mercado negro que fomenta toda invasión turística repentina.” El recelo de los porteños aparece ante el surgimiento de un nuevo concepto de consumo: la gentileza. Lo ejerce el guardia de seguridad que los deja pasar al boliche sin hacer cola, que les reserva localidades de teatro para las mejores filas... “Estamos balcanizados. A mí me gustaba la milonga, pero no voy más por esa fea sensación de estar observada como en el circo”, confiesa una periodista de este diario, harta del flujo de italianos que la enamoran y, siempre, se van...
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