OPINIóN
› Por Eduardo Fabregat
Y un circo se va de la City, y Olmedo se ríe de todo / después no hay retorno ni tiempo, mi amor.
(Spinetta / Páez, 1986)
Uno recuerda el estupor cuando llegaron las noticias desde el Maral 39, un estupor similar al que produce la cuenta que da justo hoy 25 años. ¿Cuál era el Alberto Olmedo que murió en Mar del Plata y cuál es el Olmedo actual, construido a través de este cuarto de siglo en replanteos, revisiones y –sobre todo– repeticiones televisivas? La muerte es un asunto que suele dar mucho lustre y ciertamente el cómico argentino es hoy mucho más indiscutido/indiscutible que en 1988. Muchos que hoy no dudan en agregar automáticamente el término “capocómico” a ese apellido lo consideraban en los ’80 un comicastro que repetía sus sketches una y otra vez. Mostrar el decorado y cagarse en el guión eran consideradas faltas de respeto al televidente antes que un espíritu rebelde que venía a conmover cimientos televisivos.
Más allá de la revalorización, es llamativo cómo Olmedo aún funciona. Canal 9 pone al aire No toca botón, y es una experiencia irresistible. Impresiona, claro, ir descubriendo que sólo las chicas-Olmedo siguen por este barrio; hace poco le tocó el turno al Facha Martel, que será por siempre John Patrick Bartolomew, ese esquivo capo de la empresa al que el sufrido Rogelio Roldán (“Sabe qué pasa, yo gano doce australes”) debía hacer firmar un contrato, siempre sin éxito y siempre perdiendo algo propio en el camino. Superada esa impresión, Olmedo y su troupe siguen haciendo gracia. Los bocadillos millones de veces repetidos, tan parte de la cultura popular argentina, conservan un efecto residual. Los encuentros de Borges y Alvarez, incluso inmortalizados en una estatua en avenida Corrientes, en un Pal-N naranjeado por el tiempo, son tan disfrutables como entonces.
Lleva 25 años muerto y Olmedo nos sigue haciendo reír.
El sábado, contemplando el aniversario de hoy, El Trece emitió tres películas de la dupla con Porcel, Los extraterrestres, Las turistas quieren guerra y Rambito y Rambón, primera misión. Con las escenas “picantes” cortadas para respetar el horario de protección al menor, las películas llegaron a picos de 6.4 puntos de rating, segundas en su franja bajo los indestructibles Los Simpson. Aun en su peor faceta –la escena del hotel alojamiento en Las turistas... llega a la vergüenza ajena; el rosarino fue, ante todo, un animal televisivo–, Olmedo atrae la atención del público argentino. Será porque, como se cantó en La La La, los circos se van de la City, y él se sigue riendo de todo.
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