Domingo, 11 de junio de 2006 | Hoy
LA MUESTRA DE FOTOPERIODISMO
La XVII edición de la muestra anual, gratis en el Palais de Glace, invita a un recorrido por diferentes áreas de la realidad argentina. Aquí se ofrece un puñado de las más de 300 obras, color y blanco y negro, seleccionadas por la Argra.
Las imágenes tienen un destino impreciso. Ni siquiera las que reposan en el portarretratos de un dormitorio matrimonial están a salvo de transformarse un día en blanco para tirar dardos. Otras ni siquiera tienen esa suerte y son cajoneadas indefinidamente con la esperanza de suprimir el recuerdo que ilustran. Los medios no se salvan de estas tendencias: ya sea porque lo que expresan no va con la línea política que se quiere promover o simplemente porque no entran en el molde más o menos estrecho de las prerrogativas periodísticas, innumerables piezas se guardan –a veces para siempre– en el arcón de lo que pudo haber sido público pero se escondió. A contrapelo de esas rutinas algo tiránicas, la XVII Edición de la Muestra Anual de Fotoperiodismo Argentino que se expone en el Palais de Glace (Posadas 1725, entrada gratuita) busca acercar al público una visión tan heterodoxa como transversal de la realidad nacional. Las más de 320 obras hacen palpitar otra vez las emociones que atravesaron al país durante el último año. Presenciarlas construye memoria, arma indispensable para cualquier cambio colectivo.
La clase dirigente, el deporte, la actualidad, la cultura y la vida cotidiana son algunos de los ejes de la exposición organizada por la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (Argra). “Hacer esto vale la pena porque nos emociona”, contó a minutos de la inauguración Mariana Araujo, reportera gráfica y directora del proyecto. “Acá está el detalle de los dedos de Charly, que no pudieron salir en un diario pero sintetizan su personalidad en la expresión de una mano. Las víctimas de Cromañón que habían quedado en el anonimato. Un pintor callejero que vino y lloró cuando se vio retratado y observado por otros”, agregó.
Para montar la muestra –que puede visitarse hasta el 25 de junio, de martes a domingo de 14 a 20– fueron elegidos trabajos de 114 autores. Los encargados de hacer la selección fueron Adriana Lestido, Ricardo Alfieri, Gabriel Díaz, Daniel García, Eduardo Grossman, Rafael Calviño y Pablo Lasansky. Entre los convocados hay trabajadores de medios de todo el país y también independientes, que participaron con registros tomados entre el 30 de diciembre de 2004 (fecha del incendio en República Cromañón) y el 31 de diciembre de 2005.
“Sólo en un evento como éste el instante se convierte en historia, incluso para los que no vieron la imagen en su momento. Aquí presentamos nuestro trabajo como no se puede presentar en ningún otro lado”, comentó en la apertura oficial de la muestra Gonzalo Martínez, presidente de Argra y fotógrafo de Página/12. En otro tramo de su exposición, Martínez señaló la necesidad de repensar algunos aspectos de su profesión: “La cultura en general –estimó– no nos reconoce como autores. La imagen es presentada como ilustración secundaria del texto del periodista de turno”. Sin embargo, muchas veces una foto es más poderosa que cualquier texto. Permanece. Al señalar esa importancia, Martínez estimó que la muestra “permite valorar nuestro trabajo como algo que vale por sí mismo, sin palabras, con prestigio propio, con autores. La imagen aparece aquí sin texto que decida su sentido. Acá no ilustra”. A su alrededor, cientos de expresiones eternizadas en un instante confirmaban sus palabras.
Está, por ejemplo, el rostro áspero de un chico aborigen que no necesitaba decir nada para contar que estaba enojado. Al lado, un gordo cae de un puntazo en la panza, atosigado por varios presidiarios que se engañaban sonriendo en medio de un motín. Y hay más: un cambalache argentino de vírgenes y travestis, Cromañón y la alegría de los goles, modelitos teen y vedettes crepusculares haciendo equilibrio sobre la cornisa del patetismo.
La construcción de ese retrato crítico del país no es casual. La muestra cuenta con una tradición de resistencia afianzada que se remonta a principios de los ’80, en plena dictadura militar. Por aquellos años, la Argra decidió combatir la censura y decidió salvar muchas obras desestimadas o prohibidas. Desde entonces, el encuentro se ha convertido en un punto ineludible para poder espiar algo de los tesoros que los fotoperiodistas guardan en sus arcas. Por supuesto, con el nombre del autor bien grande. “Somos propietarios legales, pero no se nos reconoce un ojo propio, de autor. La mayoría piensa que los textos son mucho más importantes”, declaró Martínez. Cerca flotaba como un espectro la foto de una “lista negra” difundida en la redacción de un diario nacional. Un papel con los nombres de aquellos cuyas realizaciones debían ser citadas como pertenecientes al “archivo”, sin señalar autoría, en clara violación de la ley de propiedad intelectual. A veintiséis años de la primera vez, sigue siendo imprescindible un espacio donde se pueda mostrar sin censuras lo que pasa diariamente.
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