El fallecimiento de García Ferré deja un hueco gigante en la historia de la infancia de generaciones de argentinos. Más allá de su obra como historietista (con Pi-Pío a la cabeza), de gran creador de personajes (Anteojito, Hijitus, Larguirucho, etc.), de productor y director de dibujos animados para tele, cine y publicidad, es también importantísimo rescatar su enorme legado como editor y difusor de la historieta para chicos y jóvenes. Desde su revista Anteojito supo no sólo albergar a sus personajes (donde dirigía y supervisaba personalmente a equipos de eximios guionistas, dibujantes, pasadores a tinta y coloristas), sino también darles cabida a otros autores, con trabajos personales de gran calidad. Si no fuera por la revista Anteojito, tanto Sónoman, de Oswal; Pelopincho y Cachirula, de Fola; Coco y Cilindrina, Floripí y otros personajes de Clemente Montag; Arlequín y demás trabajos de Quique Alcatena (por sólo citar algunos pocos autores), no se hubieran presentado entre los lectores juveniles de la manera mediática en la que lo hicieron.

Desde chico soñaba con que García Ferré se “tirara a la pileta” con la publicación de álbumes de historieta, al mejor estilo Asterix, recopilando su obra y la de los autores de su staff. Algo de eso hizo con los dos libracos Boom que, al haberse distribuido sólo en el circuito de kioscos de revistas, hoy son prácticamente imposibles de conseguir. Por suerte, en la actualidad algunas editoriales lo están haciendo (caso De la Flor y Comiks Debris), y Clarín el año pasado editó gran parte de las aventuras de Hijitus. García Ferré se fue, pero dejó tras de sí un ejemplo único de perseverancia y calidad en todos sus emprendimientos y, a nivel laboral, siempre supo reconocer económicamente (y al día) la labor de sus colaboradores. Todo esto es lo que quisimos rescatar (y destacar) para las nuevas generaciones, cuando le entregamos el Premio Banda Dibujada a la Trayectoria el año pasado.

* Miembro fundador del Movimiento Banda Dibujada.