Viernes, 16 de junio de 2006 | Hoy
KEN LOACH, LAS REACCIONES QUE DESATO SU ULTIMO FILM Y EL ROL DE LAS PELICULAS
El director inglés señala que las críticas del conservadurismo inglés a The Wind that Shakes the Barley, ganadora en Cannes, eran inevitables: “Esperábamos este histerismo”, dice. Al borde de los 70, Loach ya está pensando en These Times, su próxima obra.
Pocas veces se había visto sonreír a Ken Loach con la satisfacción que demostró en Cannes al recoger la Palma de Oro por su película The Wind that Shakes the Barley. En contra de las expectativas, el veterano realizador inglés, que mañana cumplirá 70 años, se alzó con el máximo galardón del prestigioso festival cinematográfico por su incursión en el alzamiento popular por la independencia de Irlanda en los años veinte del siglo pasado. Siguiendo el guión de Paul Laverty, Loach centra la trama en dos hermanos irlandeses, interpretados por Cillian Murphy y Padraic Delaney, que se unen a la guerrilla ante los abusos de las tropas británicas y terminan luchando en sendos bandos de la guerra civil desatada por el acuerdo anglo-irlandés de 1921, que dio origen a la todavía vigente partición de la isla de la Esmeralda. La película cayó muy mal en los círculos ultraconservadores británicos, que acusan al cineasta de “hundir en el barro” la reputación del viejo imperio inglés.
Loach se hace cargo con orgullo de las acusaciones de sus compatriotas, mientras ya prepara These Times, su próximo largometraje, en una pequeña oficina del Soho londinense. Carteles de Tierra y libertad, su trabajo sobre la Guerra Civil Española, decoran las paredes, y en la repisa central, junto a las Espigas de Oro cosechadas en Valladolid por sus películas Dulces dieciséis y Mi nombre es todo lo que tengo, descansa la Palma dorada de Cannes. Es la primera en sus 44 años dedicados al cine de denuncia social y política.
–¿Cómo valora la Palma de Oro?
–Significa mucho para nosotros. Es el premio más relevante en la cinematografía mundial, ya que Cannes es el más importante festival de la industria. Venecia y Berlín son buenos certámenes. Valladolid también lo es y ocupa un lugar muy especial en nuestro corazón, porque han sido muy generosos con nosotros. Pero Cannes es realmente la plaza donde se concentra la industria y donde se muestran películas de todo el mundo, no sólo de un país, como sucede en los Oscar. No imagino un premio más prestigioso que la Palma de Oro y, desde luego, no lo cambiaría por un Oscar.
–¿Tenía expectativas de ganarles a películas que aparecían como favoritas, como Volver, de Almodóvar?
–Esas cuestiones no tienen importancia. Uno ni piensa en ello. Nos quedamos muy contentos con la reacción del público durante las proyecciones en Cannes. Volvimos a casa y comenzamos a trabajar en la siguiente película. Ese domingo, cuando nos llamaron para que regresáramos, estaba cortando el césped en mi casa. Para entonces, mi mente ya estaba ocupada en el próximo film.
–¿Cree que, después de tantos años compitiendo en Cannes, el premio celebra también su trayectoria global?
–No creo que sea así, pues algunos miembros del jurado probablemente no conocen todas las películas que he realizado. La suerte juega un papel importante en todos los festivales, en tanto que siempre puede haber gente en el jurado incapaz de responder a tu trabajo.
–¿Qué pudo determinar la decisión unánime del jurado?
–Los actores son estupendos y todos ellos tienen la capacidad de conectar con la audiencia. Y, por supuesto, el guión de Paul es un excelente trabajo narrativo. Fui muy afortunado de combinar ambos elementos en la película.
–Usted es muy modesto.
–Es cierto lo que digo. El guión es fantástico. En ocasiones uno trabaja igualmente duro, pero el resultado final no cuadra. Esta vez tuvimos suerte. Mientras lo preparábamos me vino frecuentemente a la memoria Tierra y libertad. Ambas películas comparten un sentimiento de camaradería. Cuentan una historia de camaradería y solidaridad.
–¿Cómo reaccionó ante las acusaciones de “antipatriota” hechas desde algunos sectores de la prensa británica?
–Me encantó. Parten de la derecha lunática, la ultraderecha. Si no hubieran protestado contra la película, implicaría que habíamos fracasado. Anticipábamos su reacción viperina. En sus artículos en la prensa se equivocan en todo; incluso, en los pequeños hechos reales. Se escandalizan y pierden los estribos en cuanto uno sugiere que el imperio británico fue brutal, opresivo y determinado a explotar al pueblo que había conquistado. Esperábamos este histerismo. Lo único que consiguen es hacer el ridículo.
–La escritora irlandesa Ruth Dudley Edwards denuncia el desequilibrio en el retrato de los británicos como sádicos y de los irlandeses como idealistas románticos.
–Evidentemente no vio la película. En el film vemos a voluntarios teniendo que ejecutar a camaradas que han pasado información a los británicos. Una acción trágica y dura. También los vemos disparar contra soldados en un bar. Son hechos que sucedieron realmente. No minimizamos la violencia de la resistencia, pero tampoco se puede equiparar la violencia del opresor con la violencia del oprimido.
–¿Por qué no?
–Porque un pueblo tiene el derecho a resistir contra la gente que ocupa su país. De la misma forma que los maquis en Francia estaban en su derecho de oponerse a los alemanes, los partisanos en Yugoslavia, en Grecia... Luchar contra el que te oprime e invade tu país es una guerra legítima. Los voluntarios irlandeses no iniciaron la guerra. Los irlandeses habían votado pacífica y democráticamente a favor de la independencia. Una gran mayoría, en torno al 75 por ciento, votó por una Irlanda unida e independiente. En respuesta, los británicos enviaron sus tropas y se desató la violencia contra los irlandeses. Estos, a su vez, respondieron con violencia. Pero no es lo mismo la violencia de unos y la de los otros. Ochenta años más tarde, los irlandeses todavía viven las consecuencias del tratado resultante, que no ha funcionado.
–¿Puede la película afectar la negociación actual para reconducir el proceso político en Irlanda del Norte?
–Tan sólo en una forma muy indirecta. Hay un viejo slogan que dice “No hay paz sin justicia”. Pues bien, una buena paz será difícil de alcanzar si no nos enfrentamos honestamente con el pasado.
–¿Prefiere recordar antes que olvidar conflictos que pueden reabrir cicatrices?
–Hay que aclarar las cosas antes. No se puede olvidar a partir de una mentira. Y, desde luego, el problema en Irlanda parte del hecho de que nosotros, los británicos, nunca hemos reconocido nuestro papel en los problemas actuales del Norte de Irlanda. Los británicos impusieron la partición de la isla, pero el gobierno británico se escuda ahora en que los irlandeses están luchando de nuevo entre ellos. Fue Gran Bretaña quien creó el problema y quien debe reconocerlo para lograr la paz.
–¿Sirve el film de espejo de la coyuntura internacional en otros escenarios, como, por ejemplo, Irak?
–Lo que pasó en Irlanda es una situación clásica, que se aplica en cualquier territorio con un ejército de ocupación. Las tropas invasoras producen violencia y también acusan violencia. Se crea una situación imposible de controlar. Estos días está surgiendo información de otra masacre de los estadounidenses en Irak. No es una sorpresa. Volverá a suceder. Siempre que hay un ejército de ocupación, la gente quiere echarlo de su país y las tropas invasoras reaccionan contra el pueblo con racismo y con desprecio, fomentando aún más el odio. Se crea un círculo vicioso que nunca funciona bien.
–¿Aun cuando ese ejército extranjero alegue que lucha por la democracia?
–Sabemos lo que Estados Unidos piensa de la democracia. Lo comprobamos en Sudamérica. Los chilenos eligieron a Allende y los americanos se deshicieron de él. Nicaragua votó por los sandinistas y los americanos arremetieron contra ellos. Estados Unidos desdeña la democracia. Quiere el petróleo iraquí, los mercados de la región, sus recursos naturales, mano de obra barata y las empresas que antes pertenecían al Estado iraquí. Sigue una agenda económica y política en beneficio de las grandes corporaciones estadounidenses. Sólo aceptará un gobierno en Irak que responda a sus intereses. Si el nuevo gobierno aprobara renacionalizar la industria petrolera, no creo que durase mucho tiempo en el poder.
–¿Ve señales de optimismo en el cine actual?
–Sí, la tendencia es buena. En los últimos años la gente se está politizando con la guerra de Irak, las grandes manifestaciones, y, por supuesto, en España, con la tragedia de las bombas en Madrid. La gente se politiza y el cine lo refleja. Lo vemos en documentales de Estados Unidos, en las películas de George Clooney, en los films proyectados en Cannes. El cine vuelve a ser relevante e importante. Una vez más se ha despertado en la audiencia el apetito por trabajos que reflejan el mundo tal y como es.
–¿Y en Reino Unido?
–Todavía miramos excesivamente hacia Estados Unidos y mucho menos hacia Europa. Las pantallas siguen dominadas por las grandes producciones estadounidenses. Los estudios mantienen nuestros cines en sus garras.
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