Mié 15.05.2013
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EL GRAN GATSBY INAUGURA LA 66ª EDICIóN DEL FESTIVAL

La Croisette se prepara para otra fiesta grande del cine

El cine francés y el norteamericano se llevan la parte del león en la competencia principal, cuyo jurado preside Steven Spielberg. Varios “abonados” presentan sus nuevos films en el festival: Roman Polanski, Jim Jarmush y los hermanos Coen.

› Por Luciano Monteagudo

Desde Cannes

“Me gustan las fiestas grandes. Son tan íntimas... En las reuniones pequeñas no hay ninguna intimidad”, dice una de las frases más famosas de la novela El gran Gatsby, la obra maestra de Francis Scott Fitzgerald. ¿Y qué fiesta –del cine, al menos– más grande que el Festival de Cannes, con sus más de diez mil acreditados, su presupuesto de veinte millones de euros, su célebre alfombra roja trajinada por ricos y famosos de smoking y vestidos de gala y sus noches iluminadas por fuegos artificiales? Nada más apropiado, entonces, que la película de apertura de esta noche sea la nueva versión de El gran Gatsby, que promete replicar en la pantalla los fastos del festival sobre La Croisette, el célebre boulevard marítimo que alguna vez recorrieron también, en los Roaring Twenties, Francis Scott Fitzgerald y su esposa Zelda, cuando hicieron de Francia su refugio artístico.

La nueva adaptación cinematográfica de la Gran Novela Americana (y con ésta ya van cinco, incluido algún telefilm) estuvo a cargo esta vez del australiano Baz Luhrmann, quien con Moulin Rouge ya demostró que lo suyo son los saraos a todo ruido y color. Y eso es lo que se espera para el puntapié inicial del Cannes de este año, la edición número 66, que culminará el domingo 27 con la coronación de un nuevo palmarés para las películas en la competencia oficial.

No es el caso de la de Luhrmann, que se proyecta fuera de concurso y que ya se estrenó el viernes pasado en los Estados Unidos, con una recepción dispar por parte de la crítica local. Es raro que Cannes haya aceptado resignar la prerrogativa del estreno mundial (algo que jamás hace con sus films de apertura), pero ante la intransigencia de la Warner Bros, que se empeñó en anticipar su première en Nueva York, el festival pensó que aun así valía la pena, por lo menos para asegurarse en la velada de gala al nuevo Gatsby redivivo, Leonardo DiCaprio, acompañado por Tobey Spider Man Maguire (en el papel de Nick Carraway) y un conjunto de flappers presidido por Carey Mulligan, que tiene a su cargo el papel de la blonda Daisy. La repercusión mediática de esta noche funcionará a su vez como caja de resonancia para el lanzamiento internacional, después de los 51 millones de dólares que ya recaudó en su primer fin de semana en los Estados Unidos: mañana la película se estrena en 49 países, incluida la Argentina.

Pero más allá de la feria de vanidades, lo que debería importar en Cannes es el cine. Y la selección de este año, tanto en concurso oficial como en las secciones paralelas, está plagada de directores de primer nivel, algunos de ellos auténticos “abonées”, como denomina –no sin malicia– la prensa francesa a los próceres del festival. Por caso, Roman Polanski, presente de una u otra manera desde 1972, cuando trajo su Macbeth, y ganador de la Palma de Oro 2002 por El pianista. Ahora viene con La Vénus à la fourrure (La Venus en pieles), adaptación de la pieza teatral de David Ives para dos personajes, a cargo en el film de Emmanuelle Seigner y Mathieu Amalric.

Otro viejo conocido del festival es Jim Jarmusch (Grand Prix 2005 por Flores rotas), que ahora vuelve con Only Lovers Left Alive, el reencuentro de dos viejos amantes (Tom Hiddleston, Tilda Swinton) decididos a resistir en soledad la hostilidad del mundo exterior. Por los Estados Unidos, también reaparecen en competencia los hermanos Ethan y Joel Coen (Palma de Oro 1991 por Barton Fink), esta vez con Inside Llewyn Davis, sobre la vida de un joven cantante de folk en el universo de Greenwich Village en 1961. ¿Suena a Bob Dylan? Seguro, pero ya se sabe que los Coen no son afectos a los biopics y habrá que aguantarse la ansiedad para saber qué hicieron con este tema. Por su parte, James Gray (el secreto mejor guardado del cine norteamericano) presenta The Inmigrant, protagonizada por la francesa Marion Cotillard, famosa desde su composición de Edith Piaf en La vie en rose.

De hecho, estadounidenses y franceses se reparten este año la parte del león, no sólo en el concurso oficial, sino también en la segunda competencia que tiene Cannes, titulada Un Certain Regard (Una cierta mirada). Quizá nunca antes hubo tantas películas locales en la pelea por la Palma: entre producciones puramente francesas y coproducciones, no son menos de ocho (ver listado completo aparte), con títulos de Valeria Bruni-Tedeschi, Arnaud Des Pallières, Abdellatif Kechiche y François Ozon. Además del de Polanski (rodado en París con actores franceses), se dan también los casos de un director esencialmente francés con una película norteamericana (Jimmy P., de Arnaud Desplechin) y de un director iraní (Asghar Farhadi, el de La separación) con una producción íntegramente francesa, Le Passé, protagonizada por Bérenice Bejo, la actriz franco-argentina que saltó al estrellato con El artista. Y como si esto fuera poco, la celebrada pareja de Drive, el director danés Nicolas Winding Refn y el actor estadounidense Ryan Gosling, vuelven a La Croisette con Only God Forgives, un film noir rodado en Tailandia, pero con producción del sello francés Gaumont.

La explicación para tanta presencia francesa (a la que hay que sumar las nuevas películas de dos grandes talentos, como son Claire Denis y Alain Guiraudie, en Un Certain Regard, además de un nuevo documental de Claude Lanzmann, el autor de Shoah, en las funciones especiales) tiene su razón de ser en el mercado. El festival podrá alegar el alto nivel actual de la producción local, y no hay por qué dudar de ello, al menos a priori. Pero lo cierto es que el cine francés, aunque sigue conservando el liderazgo de público dentro de su propio mercado, en los últimos años ha perdido mucha presencia fuera de su territorio. Y la vidriera de Cannes parece el mejor lugar para mostrarle al mundo lo que tiene para ofrecerle.

Esta sobreabundancia local conlleva, a su vez, consecuencias para el resto de las cinematografías, que salvo la estadounidense (también estarán los nuevos films de Steven Soderbergh, Alexander Payne y Sofia Coppola, esta última en la apertura de Un Certain Regard) han perdido espacio. Es el caso de América latina, que tiene apenas una película en concurso oficial (la mexicana Heli, de Amat Escalante), a la que hay que sumar en Una Cierta Mirada otra mexicana (La jaula de oro, de Diego Quemada-Diez) y la argentina Wakolda, de Lucía Puenzo (ver aparte).

En este contexto, el cine asiático no salió tan mal parado. Es verdad que no suman en cantidad, pero sí en calidad, con tres grandes directores: los japoneses Takashi Miike y Kore-Eda Hirokazu y el chino Jia Zhang-ke. A quienes hay que agregar al hongkonés Johnnie To con un nuevo policial (su especialidad) en las funciones de medianoche y al camboyano Rithy Panh y el filipino Lav Diaz en Un Certain Regard.

Si la oferta ya de por sí parece excesiva, qué decir si se tiene en cuenta que Cannes no son solamente sus dos competencias de largos y dos concursos de cortos, sino también Cannes Classics, con flamantes restauraciones de venerables clásicos. Y las secciones paralelas Semana de la Crítica y Quincena de los Realizadores, que –dicho sea de paso– para la publicación especializada IndieWire este año va a estar más interesante que la sección oficial. En fin, que si de fiestas se trata, la de Cannes parece que no tiene nada que envidiarle a las de Gatsby.

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