MUESTRA DE HOMENAJE A HAROLDO CONTI EN EL MUSEO DE LA MEMORIA EN LA PLATA
El autor de Sudeste, desaparecido hace treinta años, es recordado en “Como un león”, un recorrido por sus libros, sus fotos y sus afectos.
› Por Angel Berlanga
“El río teje su historia y uno es apenas un hilo que se entrelaza con otros diez mil.” La cita pertenece a Sudeste y está impresa sobre la foto de un barco viejo que lleva a bordo, en la proa, a Haroldo Conti, manos en los bolsillos de un abrigo, mirada hacia delante. Debajo de eso, en la parte inferior de este panel dedicado a su novela más emblemática, está el bosquejo de otro barquito, hecho por él mismo, y otra foto junto a su primera mujer, sonrientes, en trajes de baño, una casa y árboles de fondo, en el delta del Tigre. El jueves pasado se abrió al público, en el Museo de la Memoria de La Plata, la muestra “Como un león”, un recorrido biográfico que incluye sus libros, sus lugares, sus apuestas, sus declaraciones de principios, sus afectos y también, las señales de su persecución, secuestro, desaparición. Allí se presentan al público una serie de fotografías, cartas y documentos que dos de los hijos del escritor, Marcelo y Alejandra, confiaron a la Comisión Provincial por la Memoria.
Hace poco más de treinta años, el 5 de mayo de 1976 Conti, fue secuestrado de su departamento de la calle Fitz Roy, el mismo que, en una de las salas del museo, puede verse en las imágenes del documental que termina y empieza una y otra vez. “Como les pasa a muchos, yo me siento un forastero en Buenos Aires”, dice Conti, mientras la cámara lo muestra primero sentado ante su máquina de escribir y luego de pie, encendiendo un cigarrillo, con su biblioteca detrás. “Alguna vez dije que hago una literatura de forastero, ese hombre que se siente tironeado por la patria chica, el pueblo, y por otro se siente sometido y obligado a estar en Buenos Aires”, sigue un Conti nostálgico por su Chacabuco natal, que grafica impecablemente el sentimiento cuando dice, con dos minutos de diferencia, que quiere y que no quiere esta ciudad, de la que se escapa, dice, a través de la literatura. “Me escapé con Sudeste, con Alrededor de la jaula y, sobre todo, con Mascaró. Y tiene un sentido, porque yo tengo un alma viajera, fundamentalmente.”
Y ahí están las imágenes de Conti en la cordillera y en la Antártida, en la playa y en su pueblo, en el Tigre y en esta ciudad, a la que llegará la muestra en septiembre, cuando se la exhiba en el Centro Cultural de la Cooperación. “Marcelo y Alejandra Conti nos entregaron el material con la voluntad expresa de que tenga circulación pública”, cuenta Ana Cacopardo, directora ejecutiva de la Comisión por la Memoria, y explica que además de la que podrá verse durante este mes y el siguiente en La Plata fueron armadas otras dos versiones, itinerantes, que están a disposición de escuelas, instituciones y organizaciones intermedias que pueden solicitarla para exhibirla gratuitamente durante quince días. “La idea es que circule y haga su camino”, agrega, y señala que desde el sitio web de la comisión podrá accederse a la versión digital de estos materiales, que finalmente quedarán archivados en la Comisión.
“A Haroldo Conti, que era un escritor argentino de los grandes, le advirtieron en octubre de 1975 que las Fuerzas Armadas lo tenían en una lista de agentes subversivos”, se lee en un texto de Gabriel García Márquez publicado en 1981. “A principios de 1976 me escribió una carta a Bogotá en la cual era evidente su estado de tensión. Tenía entonces 51 años, había publicado siete libros excelentes y no se avergonzaba de su grande amor a la vida (...) El 4 de mayo de 1976 escribió toda la mañana en el estudio y terminó un cuento que había empezado el día anterior: A la diestra. Al anochecer ayudó a Marta a poner cortinas nuevas en el estudio, jugó con su hijo de tres meses (...) A las 9 de la noche, después de comerse un pedazo de carne asada, se fue a ver El Padrino II. Cuando volvieron a las 12.05 de la noche, quien le abrió la puerta de su propia casa, fue un civil armado con una ametralladora de guerra. Adentro había cinco hombres con armas semejantes que los derribaron a culatazos y los aturdieron a patadas. Haroldo y Marta fueron conducidos a dos habitaciones distintas mientras el comando saqueaba la casa hasta no dejar ningún objeto de valor.” El texto puede leerse en el panel destinado a retratar la desaparición del escritor, donde también están los pedidos de hábeas corpus, la presentación ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, las cartas a los religiosos Graselli y Primatesta, los pedidos públicos de escritores reclamando saber de él, las señales del vía crucis que seguían los familiares de los desaparecidos. Ahí también está el certificado de cesantía de la Dirección de Escuelas: al momento de ser secuestrado, Conti llevaba una década dando clases de latín en el Liceo Nº 7. Y la ficha que algún esbirro de los servicios de inteligencia provinciales armó con la lectura de Mascaró, en la que concluye que “si bien no existe una definición terminológica hacia el marxismo, la simbología utilizada y la concepción de la novela demuestra su ideología marxista sin temor a errores”.
“Cada uno de los trece paneles que fueron armados dan cuenta de alguno de los aspectos de su vida”, explica el escritor Juan Bautista Duizeide, editor de la revista Puentes. Este especialista en la obra de Conti se encargó de rescatar tramos de su narrativa y testimonios periodísticos para que interactúen con la documentación y las imágenes de los paneles, dedicados a Chacabuco, a su concepción política, a sus libros, a los premios recibidos –fue premiado por Casa de las Américas, por la Municipalidad de Buenos Aires y por la Universidad de Veracruz, entre otros–. Duizeide destaca cómo la muestra pone en evidencia lo que señaló alguna vez Aníbal Ford en cuanto a las dos vertientes paralelas en la narrativa de Conti, la referencialidad literaria por un lado y “un mundo de saberes derivado del mundo del trabajo, de sus experiencias cotidianas y de sus diálogos con la gente”.
“Yo siempre dije, y lo digo en un cuento, inclusive, que la vida es una especie de borrador, que uno nunca termina de pasar en limpio”, dice Conti en el documental que empieza una y otra vez, mientras corta unas malezas con un machete. “Creo que inclusive también se puede hacer una literatura comprometida, política, perfectamente válida –agrega–. Creo, con (Eduardo) Galeano, que nuestra suprema obligación es hacerlas más bellas que las de los demás, sobre todo de lo que las puede hacer el adversario. Pero lo político emergerá con naturalidad, no como algo impuesto. Yo a priori no puedo decir ‘voy a hacer una novela comprometida’. Y de repente escribo una novela sobre el delta y no aparecen manifestaciones simplemente porque no hay multitudes en el delta, y ni siquiera hay población. Pero de todas maneras si estoy muy metido, porque tengo que meterme en todos los temas que yo trato, a fondo, si he vivido y mamado profundamente lo político, el drama político del país, de todas maneras, aun en esa soledad, emergerá.”
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