Viernes, 7 de julio de 2006 | Hoy
MUSICA | EMPIEZA EL CICLO “MUSICA DE ACA”, PRESENTADO POR PAGINA/12
El trío Aca Seca arranca hoy en La Trastienda. El ciclo continuará en agosto y septiembre, con Juan Falú, el dúo Luna Monti-Juan Quintero y Raúl Carnota.
Son músicos y compositores de dos generaciones, una posta natural que no sólo se verifica en influencias cruzadas, también en padrinazgos que exceden lo musical. Aca Seca, Juan Falú, el dúo que integran Luna Monti y Juan Quintero y Raúl Carnota protagonizará el ciclo Música de Acá, presentado por Página/12 en La Trastienda Club (Balcarce 460). La primera fecha del ciclo será hoy a las 23.30, con el trío Aca Seca. Le seguirán Juan Falú (sábado 19 de agosto), Luna Monti y Juan Quintero (viernes 8 de septiembre) y cerrará Raúl Carnota y Amigos el sábado 23 de septiembre.
Juan Falú y Raúl Carnota influenciaron en más de un sentido las producciones de Luna Monti, Juan Quintero y Aca Seca. Falú es una suerte de padrino de Quintero, también tucumano. “Es amigo de mis viejos desde la adolescencia, con mi papá tenía un grupo vocal. Siempre estuvo muy presente, desde las guitarreadas. Así que es la opinión que siempre voy a buscar cada vez que hago algo, naturalmente. Es la referencia, la primera escuela”, halaga Quintero, quien además de formar el dúo con Luna Monti integra Aca Seca. “Pero yo no diría que es mi padrino: como es una relación tan familiar, no es para usar.” Carnota fue el productor del primer disco de Monti, cuando todavía no había formado el dúo con Quintero. Y fue, también, el que los presentó y les insistió para que hicieran algo juntos. “El nos arengó. Nos invitaba a sus recitales como teloneros. Y después nos insistía con que teníamos que hacer algo juntos”, cuentan los músicos, que terminaron siendo, también, pareja.
El nombre del ciclo, Música de Acá, apunta a una realidad: todos los que lo integran hacen música que puede inscribirse dentro del folklore, pero se nutren de otros lenguajes e influencias. Lo cual hace que no puedan definirse del todo como “folkloristas”. Una distinción que, claro, preocupa más a los que tienen que definir que a los propios músicos, que prefieren ubicarse más bien en el amplio territorio de la “música argentina”. “Si hay algo que no soy es folklorista”, comienza Carnota, marcando terreno. “Y claro, Raúl no es un tipo que componga únicamente chacareras y zambas, aunque todos esperamos algo nuevo de eso porque lo hace fantástico”, explica Quintero. “En ese sentido, ninguno de los que estamos en el ciclo es estrictamente folklorista: todos estamos abiertos a los lenguajes de músicas diversas”, coinciden todos. ¿Entonces? “Yo no tengo problema en que me digan que hago folklore, pero somos músicos, y nos nutrimos de un montón de influencias. Es como llamar a un arquitecto ‘arquitecto de casas de un piso’. El folklore es infinitamente rico, pero ser folklorista es acotar el campo de la música”, define Quintero.
–Es extraño que alguien que no se define como folklorista sea referente de los jóvenes que hacen folklore.
Raúl Carnota: –Habría que preguntarles a ellos por qué.
Luna Monti: –A los 15 años, yo hacía coros en una bandita de reggae y cantaba “Sólo luz”, de Raúl, que es un huayno. Y era natural, encajaba perfecto. Siempre tuve afinidad con sus canciones, por las letras. Me llamaba la atención su manera de decir, rítmicamente muy libre, muy centrada en la palabra.
Los músicos coinciden en un diagnóstico que habla de una riqueza creativa multiplicada por las provincias, pero con poca posibilidad de difusión. “Nosotros tenemos la suerte de conocer a los nuevos intérpretes y compositores porque recorremos el país, pero si no, no nos enteraríamos”, lamenta Luna Monti. “Yo tengo bastante poca información. Me entero más sobre rock que sobre folklore”, se ataja Carnota cuando se le pregunta sobre el presente del folklore. “Es como un oso. Un oso de ciudad”, explica Luna Monti, entre risas. “El panorama, en síntesis, es el mismo de siempre”, concluye Carnota.
–¿A qué se refiere?
R. C.: –No hay un “boom” en determinado momento, siempre hay muchos músicos tocando y componiendo. Siempre hubo música que encaja en los festivales y otra que no. Música masiva, que está muy bien, y música que va a quedar. En los ’60 también sucedían cosas extrañas, como que un grupo salteño cantaba folklore con mariachis (Los Cantores del Alba). ¡Sería como meter hoy un canguro saltando en una zamba! Y siempre hubo una línea romántica, no es que ahora se inventó el “folklore romántico”. Cuando yo era chico se escuchaba a Carlos Torres Vila, Daniel Toro. La diferencia es que ahora toman agua mineral en el escenario y usan arito. Pero si cerrás los ojos, escuchás lo mismo, hasta en la forma de armonizar. Y eso es lo que le gusta al público.
–Sin embargo, en el folklore también circula aquello de “todo tiempo pasado fue mejor”, con los ’60 como la gran época de oro.
R. C.: –¡No, si ahora estoy soportando a los hijos de algunos de los del ’60, que tampoco me gustaban en aquel entonces! Cada tiempo tiene sus artistas, y no hay que meter a todos en la misma bolsa. Artistas son los que trabajan a riesgo, sabiendo que pueden ser echados a naranjazos. Yo siempre trabajé así: me encanta cuando gusta lo que hago, pero nunca ceñí mi producción a que guste o no. Si llegan los naranjazos... ¡les pongo el pecho!
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