LA LITERATURA INFANTIL GANA CADA VEZ MAS ESPACIO Y ADAPTA SUS CONTENIDOS
Los escritores Luis Pescetti, Andrea Ferrari, Gabriela Keselman y Graciela Repún y los editores Susana Aime y Antonio Santa Ana analizan el crecimiento sostenido de lo que se escribe y lo que se publica para niños. En las novelas y en los cuentos prevalece una mayor proximidad con el mundo real, sin abandonar lo mágico, el absurdo y el humor.
› Por Silvina Friera
Los libros se lucen en las vidrieras de las librerías y en los stands del Centro de Exposiciones. Autores y editores optan por la prudencia ante la bonanza que vive el género y prefieren no usar la palabra “boom”, quizá porque suena excesiva. El fenómeno empezó con la recuperación democrática. La literatura infantil fue conquistando espacios y una nueva generación de escritores renovó los aires que se respiraban, despejaron la cancha de las típicas moralejas que predominaban en los textos, sacaron buena parte de los yuyos pedagógicos, el mensaje directo, la bajada de línea, y se animaron a llamar a las cosas por su nombre. Las cifras de los últimos años dan cuenta de que algo está pasando. Según datos de la Cámara Argentina del Libro (CAL), en el 2004 se publicaron 802 títulos (casi el 5 por ciento del total de los libros registrados ese año), en el 2005 fueron 918 y en el primer semestre de este año, 526 (que representa el 6,62 por ciento del total de títulos). En las novelas y en los cuentos prevalece una mayor proximidad con el mundo real, un “realismo” que no abandona lo fantástico, lo mágico, el absurdo, el humor y el disparate. La realidad dispara temas y cada uno amasa la trama de lo que escribe sin ponerle trabas a la imaginación. Página/12 consultó a cuatro escritores –Luis Pescetti, Andrea Ferrari, Gabriela Keselman y Graciela Repún– y a dos editores –Susana Aime y Antonio Santa Ana– para analizar el crecimiento sostenido de lo que se escribe y publica para chicos.
Pescetti sostiene que la democracia permitió renovar los tópicos de la literatura infantil. “Los temas se han vuelto más cercanos a lo que es la vida real, alejándose del terreno de lo ideal, de los propósitos, de las misiones, y reflejando más lo cotidiano”, explica el autor de Lejos de Frin y Nadie te creería. “Harry Po-tter tiene magia, las cosas vuelan, aparecen y desaparecen, pero los conflictos de los personajes son también reales: el protagonista es un huérfano criado por tíos que no lo quieren. Pero eso no quita que en el medio haya una solución del mundo fantástico.” Ese material extraído de la “vida real”, como señala Pescetti, antes de la democracia no tenía lugar en los libros infantiles porque, según plantea el escritor y cantautor, todo lo que estaba destinado a los chicos estaba teñido por lo formativo. “Era como un manual del mundo ideal, pero en la vida las cosas funcionan como son, no como deberían ser”, advierte el escritor, que se presentará en la feria este sábado a las 16 (sala Mané Bernardo). “Ahora no es que se les ponga al alcance de la mano el manual imperfecto del mundo real sino que se refleja el mundo tal cual es.”
Andrea Ferrari, autora de El complot de Las Flores, un libro que da cuenta de la lucha de un pueblo condenado a la extinción en la Patagonia (con el que ganó el Premio Barco de Vapor en España), explica que su objetivo no fue centrarse en la realidad inmediata, sino crear una historia en ese contexto. “Utilicé la crisis de 2001 como trasfondo, como disparador de un tema.” Ferrari, que en agosto publicará su próximo libro, Las estatuas también tienen miedo (Alfaguara), coincide en que hubo una apertura temática a partir de la democracia. “Durante la dictadura, el ‘realismo’ literario en los libros infantiles era mucho más light, se evitaban los temas conflictivos, estaba como en un frasco de mayonesa cerrado.” El frasco se abrió y ahora nadie se asusta, o casi nadie, si se habla de las separaciones de los padres, de la intolerancia o de la violencia.
Para Gabriela Keselman hay una corriente que busca tratar los temas de la currícula escolar. “Me parece que en muchos casos es oportunista tocar temas como el cuidado del medio ambiente o el hambre del mundo, porque al distribuirse los libros en las escuelas tienen más posibilidades de llegar a más chicos, pero muchos de estos libros no tienen un sentido narrativo e imaginativo –opina la autora de El oso pudoroso y Nadie quiere jugar conmigo, entre otros–. Hay muchos temas pedagógicos infiltrados en la literatura infantil. Y esto se nota también en los libros que se premian, que no tienen ninguna gracia, pero que ponen en primer plano la moraleja ecológica, salvar al planeta, reciclar la basura o ser tolerante, que está muy bien cuando la calidad literaria se corresponde con el tema.” Como autora de libros para pre y primeros lectores (de 4 a 8 años), Keselman aclara que no le interesa hablar de las cuestiones que se ponen de moda. “No quiero escribir sobre el cuidado del planeta, no porque no me importe, sino porque no me sale. En mis libros me centro en la cuestión de los sentimientos, de los problemas que puede tener el chico, del juego y del absurdo, o de las dificultades de comunicación entre chicos y adultos. Trato de evitar la moralina, hablo de las cosas más íntimas.” Un fenómeno que subraya la autora es el crecimiento de la ilustración en la Argentina y del objeto-libro. “Creció sobre todo en calidad, hay muy buenos ilustradores. Es un trabajo en conjunto y eso me resulta atractivo, porque cuando escribo pienso mucho en las imágenes, me imagino el libro armado.”
Hay de todo, aunque la novedad quizá sea el empuje que ha tenido en los últimos años el abordaje de las cuestiones sociales en la literatura infantil. Graciela Repún menciona un puñado de colegas que se animaron a tocar esos temas políticamente incorrectos o considerados tabúes para un niño: los desaparecidos, en el caso de Graciela Montes con El golpe (reeditado por Página/12), o la separación de los padres que plantea Silvia Schujer en el emblemático Historia de un primer fin de semana (el divorcio, hasta entonces, no existía en la trama de los libros infantiles). También incluye en esta tendencia a Graciela Cabal, que ante la pregunta de por qué no escribía acerca de aspectos más alegres, patentó una frase que hará historia en la historia de la literatura infantil de los ’80 y ’90: “Yo no puedo escribir sobre dinosaurios”. En la feria, Repún dará un taller con el título ¿Libros incorrectos para chicos correctos? (el lunes 24), en donde se refiere a los textos y a los autores que fueron considerados incorrectos. “Los hermanos Grimm pasaron por muchas etapas, pero en algún momento fueron políticamente incorrectos por la crueldad de sus cuentos”, señala Repún, quien agrega que la incorrección de un texto para chicos dependerá de quién lo analiza y de la época. “Hubo una tendencia a hacer literatura social por el tipo de historia que tiene nuestra literatura infantil, que está mucho más vinculada con el humor y con la figura de María Elena Walsh. Con la democracia apareció la necesidad de hablar de otros temas.” La autora de El mar está lleno de sirenas y El príncipe mediafiaca advierte que “el campo de juego se abrió mucho, y si uno sabe buscar o mira bien, en la feria hay de todo”.
Desde Ediciones SM, Susana Aime confirma el crecimiento de la literatura infantil, pero también de otros libros, como los de divulgación científica. “Todo suma, pero yo gastaría la pólvora en la lectura de literatura. Si la escuela no se centrara en la literatura, se perdería la principal entrada a la formación del lector, que no te la daría otro tipo de textos –asegura Aime–. Está comprobado que la ficción es necesaria para la vida y que la literatura hace crecer al lector y afectiviza la relación con la lectura.” Las claves del crecimiento responden a varios fenómenos, según la editora de SM. “Ahora, los chicos son consumidores de libros, pero también es cierto que los planes de promoción de lectura están revalorizando el libro para chicos, y esto se traduce necesariamente en una mayor demanda y en ventas.”
Antonio Santa Ana es escritor y editor de literatura infantil y juvenil en la editorial Norma desde hace quince años. “En la literatura argentina hay una generación que se mantiene vigente desde hace diez años. Durante la explosión de fines de los ’80 aparecieron Ema Wolf, Ricardo Mariño, Gustavo Roldán y Silvia Schujer, entre otros. Según cuenta el editor de Norma y autor de Los ojos del perro siberiano, “parte de esta generación de escritores que tenemos se lo debemos al trabajo que hicieron editoriales como Libros del Quirquincho y Colihue.”
Santa Ana no cree que haya habido límites temáticos. “De la democracia a esta parte siempre hubo libertad en los temas –compara–. En Las visitas, de Schujer, un libro extraordinario del ’91, están trabajados todos los temas tabúes. La literatura argentina infantil, en referencia a esta nueva generación, siempre tuvo la libertad de hablar de lo que quisiera.” La Feria del Libro ayuda a que se divulguen más los textos. “El año que viene somos mayores de edad”, bromea el editor por la 18ª edición que se celebrará en el 2007. “Las librerías también se profesionalizaron y le dedican más espacio al libro infantil. En algún momento iban a prestarnos atención”, añade. “No diría que hay un boom, el nivel de producción crece, igual que el mercado del libro, que cada vez tiene más títulos editados por año. Un boom es Harry Potter, que te multiplica la venta por cien.” Para Santa Ana, la literatura infantil es más visible hoy que hace veinte años: “La nueva generación de escritores abrió muchas puertas y todos estamos transitando por esos senderos”.
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