Domingo, 6 de agosto de 2006 | Hoy
CARLOS GOROSTIZA *.
No fue el incendio del Picadero el único sabotaje que sufrió Teatro Abierto. Ya estábamos en el inicio de los ensayos, con horas y lugares extraídos de las galeras prodigiosas de los teatristas, cuando surgió el primer sabotaje: una voz misteriosa aseguraba que todo aquel que colaborara con T. A. no sería contratado en ningún canal de televisión. El miedo se generalizó; algunos actores que ya ensayaban nuestras obras renunciaron. Fue entonces que los autores iniciadores de este movimiento nos reunimos urgentemente en casa de Chacho Dragún y concretamos nuestra estrategia: debíamos precisar a todos los compañeros las razones de ser de T. A. y detener la ola de miedo que arrasaba con varios elencos. Designamos a Carlos Somigliana, quien las describió de manera incomparable. Citamos a todos los participantes del movimiento para el día siguiente a las 12 de la noche en el Picadero. Allí, frente a más de doscientos compañeros, los autores informamos de la falsedad del rumor televisivo y leímos las razones de T. A. Al terminar la reunión, todos los compañeros presentes juraron proseguir con la gesta. Después de este sabotaje político, que diezmó ligeramente nuestras filas, llegó el otro, el conocido y ominoso incendio del Picadero. Pero ese sabotaje fue también vencido por el fervor de más de 200 teatristas amantes de la libertad.
* Dramaturgo, director teatral, autor de ensayos y novelas.
- - -HUGO URQUIJO *.
Imagino que es casi imposible evocar lo que fue Teatro Abierto para los que participamos en él sin que nos invada una sensación de algo tan lejano y a la vez tan cercano. Lejano, porque han pasado los años que han pasado, pero también porque evocarlo es volver a pensarme dolorosamente sumergido en un régimen dictatorial militar insoportable y letal, que ya me había llevado fuera del país en 1976. Hacía poco que había regresado cuando Chacho Dragún, una noche, al término de una mesa redonda en que ambos participamos en el Teatro del Picadero, me invitó a sumarme en esta aventura que empujaron nuestros autores. Le dije que sí, por supuesto. Me dijo que se haría seguramente en ese mismo lugar en el que estábamos, ese mágico espacio que era el Picadero que ardió a los pocos días de comenzada la primera travesía de ese movimiento ejemplar, aleccionador, expuesto y protector a la vez que fue Teatro Abierto.
Cercano, porque Teatro Abierto fue el paradigma de la resistencia de nuestra gente del teatro y de la cultura en los últimos 25 años. Y hoy siento que no hemos podido hacer otra cosa más que eso: resistir durante casi toda nuestra vida. Resistir a los embates de las botas, de los bastones largos, de las llamas asesinas, de la reacción y lamentablemente también de la indiferencia de los que en muchos momentos creímos más afines.
Antes dije que Teatro Abierto, como todas las instancias de resistencia, fue un espacio protector. Sí, lo fue. En el sentido de que uno resiste para no morir solo, aislado y ahogado por las mordazas. Muchos dijimos aquí estamos, presentes, vivos, juntos y con muchas cosas para decir que no podían ser dichas desde los escenarios. La dramaturgia que recorrió Teatro Abierto fue un amplísimo abanico de metáforas contra la barbarie, contra las dictaduras, contra la pérdida de nuestra identidad, contra la intolerancia, contra la pérdida de nuestros derechos más elementalmente humanos.
* Director de teatro.
- - -ROBERTO “TITO” COSSA *.
Era de madrugada y sonó el teléfono de mi casa. Generalmente los llamados a esas horas no traen nada bueno y menos en aquella época. No fue una excepción. Alguien me comunicó la noticia: “Se está incendiando el Picadero”. Pocos minutos después con Marta nos subíamos a un taxi y nos dirigimos al lugar, en Corrientes y el entonces pasaje Rauch. Lloviznaba pero no hacía mucho frío. La imagen era la tradicional. Bomberos trabajando y policías que cortaban el paso. A cincuenta metros se advertía que el incendio era importante. El resplandor del fuego y las columnas de humo eran un mal presagio.
Ya estaban en el lugar algunos compañeros. Otros iban llegando. Decidimos recalar en el bar La Academia, sobre la avenida Callao. Chacho Dragún, Carlos Somigliana, Omar Grasso, Rubens Correa, Beto Brandoni, Ricardo Halac. De ellos me acuerdo. Pero éramos muchos más. Nos mirábamos en silencio. Sabíamos que no estábamos ante una mala pasada del destino. Los dedos de la dictadura dejaban marcadas sus huellas. Los militares fascistas no soportaban a Teatro Abierto y golpearon con el único método que conocen: la destrucción.
Alguien dijo “hay que seguir” y todos dijimos hay que seguir. Como sea. Hubo abrazos y algunos llantos de hombres que lloran. El bar La Academia recibía una clientela poco usual. Una veintena de hombres y mujeres, algunas caras conocidas, que se ponían de pie para seguir adelante. En varias mesas había hombres solos, en actitudes y vestimentas similares. Parecían malos actores haciendo de policías; pero no, eran policías.
Fue en la madrugada del 6 de agosto de 1981, hace hoy exactamente 25 años. Seguía lloviznando y Frank Sinatra acababa de terminar su primera presentación en Buenos Aires, en el Hotel Sheraton.
* Dramaturgo.
- - -HECTOR CALMET *.
¡¡¡Qué hermoso recuerdo!!!
Todos juntos para demostrar que el teatro argentino, los teatristas, estábamos vivos, que seguíamos luchando para demostrar a pesar de las prohibiciones, persecuciones, amenazas, etc., etc. la existencia y vigencia de nuestro teatro.
Teatro Abierto fue el motivo para unirnos.
Por suerte me tocó ir de gira a Venezuela y España con obras de Teatro Abierto.
¡¡¡Qué conmoción!!! Un comentario que nos hicieron en España: “¿Cómo hacen para escribir una obra y contar tantas cosas en cincuenta minutos?”. Ese era el tiempo que normalmente duraban las obras.
Todos juntos en el escenario, ocupándonos de los cambios de una obra a otra, aunando ideas para hacer los espectáculos del día, compartiendo el espacio, las luces, la utilería.
¡¡¡Qué hermoso recuerdo!!!
* Escenógrafo e iluminador.
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