Hay una primera foto. Un retrato hecho cuando la fotografía no existía. Una mujer, en Chiriquí, posiblemente su amante, fijada en papel sensibilizado con nitrato de plata y captada a través de una cámara oscura por Hércules Florence en 1823. Una fundación de la modernidad en la selva sudamericana, tan afuera de la modernidad –y tan desconocida para ella– como pueda imaginarse. Hércules en el Mato Gro-sso, la ópera que hoy, a las 20.30, se estrena en el Centro de Experimentación del Teatro Colón, cuenta –o más bien comenta– esa historia. Con libro de Pola Oloxairac y música de Esteban Insinger, quienes son además directores generales del espectáculo, la obra tiene escenografía de Luna Paiva (realizada por ella junto a Alita Olivari), dirección musical de Sebastián Zubieta y puesta en escena de Walter Jakob, y se presentará también mañana y el sábado, en el mismo horario, y el domingo 16, a las 17.

“Había una poética de la historia, muy fuerte”, dice a Página/12 Insinger. “No teníamos un método de trabajo particular. Habíamos hablado de algunas hipótesis. Finalmente, se trata casi de una colección de canciones, de escenas conducidas musicalmente, y donde, además, decidimos que ciertas cosas fueran dichas y no cantadas.” El compositor conoce desde hace tiempo a la escritora, autora de la novela Las teorías salvajes y elegida por la revista Granta como una de las mejores narradoras en castellano. Incluso, conformaron un misterioso dúo llamado Lady Cavendish. La idea de Hércules..., cuenta ella, surgió mientras estaba investigando para una novela y se topó con esta historia. “Entonces nos preguntamos qué pasaría si fundáramos una especie de mito griego, o un Sigfrido selvático, que contara una modernidad fuera de Europa. El barón Langsdorff había contratado a Moritz Rugendas para su expedición de 1821, con la intención de que dibujara las especies que encontraran en su viaje. Pero se pelearon y entonces es cuando entra en escena Florence.” Ambos hablan de la naturaleza selvática y de lo antropofágico. Y lo rescatan como principio de la obra: “Es una composición voraz, que se apropia de todo”, resume Insinger.

Oloxairac (su apellido artístico es ni más ni menos que la retrogradación, con alguna aliteración del verdadero Caracciolo) cita en un momento a Walter Benjamin y sus escritos sobre la fotografía. Y, también, a César Aira y su “artista viajero”, que se refiere a Rugendas. Hay algo de ese aire byroniano de convertirse en parte de la propia obra que los emparienta. Pero, donde tal vez exista el correlato más fuerte es en una (¿es una o son miles?) de las obras ejemplares de Insinger: un diario musical. Desde abril de 2009, cada día, él compone y sube una pieza para piano a la red (pueden escucharse en la página http://insingermusicaldiary.bandcamp.com/). Cada una de estas piezas carece de sentido completo si no se la considera dentro del conjunto. Y, a la vez, el conjunto es progresivamente inabarcable. El catálogo lleva ya unas 2000 composiciones, la mayoría muy breves, que llevan la idea de la autobiografía –y de la pieza romántica à la Schumann– a un cierto paroxismo.

Hércules en el Mato Grosso responde a un encargo realizado por el CETC a Oloxairac, Insinger y Paiva. Tanto el texto, que mezcla el portugués, el quechua y el alemán, como la música, reivindican la pluralidad de voces y sus intérpretes serán el tenor Martín Díaz, el barítono Alejandro Spies y las sopranos María Paula Alberdi y María Virginia Majorel, junto a Victoria Gianera y Leandro Rodríguez Jáuregui en pianos y Diego Cano en el procesamiento electroacústico.