Lunes, 24 de noviembre de 2014 | Hoy
EL FESTIVAL DE MAR DEL PLATA ARRANCó CON DOS PELíCULAS DE CORTE BIEN DIFERENTE
La 29ª edición del ya clásico encuentro en la costa argentina abrió con el retrato que hizo Abel Ferrara del último día del cineasta italiano. La Competencia Internacional, en tanto, se inauguró con Jauja, de Lisandro Alonso, protagonizada por Viggo Mortensen.
Por Horacio Bernades
Desde Mar del Plata
En el mejor marco posible dio comienzo la edición 29a del Festival de Mar del Plata. Sol a pleno, 26 grados, playa, shorcitos, pieles arrebatadas... y varios miles de locos metidos dentro de salas oscuras, refrigeradas en el mejor de los casos, viendo películas. La inauguración fue con la Pasolini, de Abel Ferrara, que se presenta fuera de competencia, mientras que cupo a Jauja, de Lisandro Alonso, abrir la Competencia Internacional. En ambos casos la amplia sala del Teatro Auditorium se colmó, obligando a postergar en quince minutos el comienzo de la proyección del nuevo film del realizador de La libertad, que tendrá su estreno comercial este jueves en salas porteñas. “No estoy habituado a ver la sala llena ante una de mis películas”, pudo haber dicho Alonso, si no fuera porque ya lo dijo en San Sebastián, un par de meses atrás. Lo que sí puntualizó, en la conferencia de prensa posterior a la proyección, es que lo halagaba particularmente presentar su película en este festival. Es que la formación cinéfila de Alonso poco menos que comenzó aquí, cuando a fines de los ’90 se desempeñó como asistente de Sebastián Sarquis en la sección Contracampo, donde se veía la clase de películas que más tarde Alonso se encargó de hacer.
En Pasolini, Abel Ferrara –de quien el jueves se estrena en Buenos Aires su film inmediatamente anterior, Welcome to New York, basado en el affaire Strauss-Kahn– narra el último día en la vida del autor de Accatone. El realizador de El rey de Nueva York contaba con la persona indicada para el papel. Willem Dafoe, su actor fetiche desde hace años, es el único hombre sobre la Tierra que posee un rostro tan tallado en piedra como el de PPP. Hablada un poco en italiano y otro poco en inglés, la película de Ferrara condensa en 24 horas al Pasolini de los últimos tiempos. Tras regresar de un viaje, PPP se reencuentra con la mamma (con la que vivió hasta el final), concede una entrevista sobre Salò, se pone al día con el Corriere della Sera, avanza en su novela postrera, Petróleo, y en el guión de Porno-Teo-Kolossal, que nunca llegó a ser su siguiente película. A la noche levanta a un ragazzi de vita en su auto sport y lo lleva a Ostia, donde terminará con el cráneo aplastado. Apuntes sobre Pasolini tal vez hubiera sido un título más apropiado para el film de Ferrara, en el que Maria de Medeiros hace de su ¿pareja? Laura Betti, la veterana Adriana Asti de su mamá y en un papel secundario aparece nada menos que Ninetto Davoli, coprotagonista de Pajarracos y pajaritos y la Trilogía de la vida, hoy en día con el cabello más blanco que lo que toma Ferrara en el desayuno.
“Es un western sureño, danés y argentino”, definió a Jauja Viggo Mortensen (máxima estrella internacional presente en Mar del Plata) en la conferencia de prensa post proyección. No le falta razón. Tampoco cuando habló del Martín Fierro o las sagas nórdicas, aquellas que encantaban a Borges. Objeto extraño, híbrido pluriforme, Jauja es una de héroes sin héroes, una gauchesca con un danés que se pierde en el desierto criollo y unas cuantas cosas más: un film histórico en calzoncillos (un poco a la manera de los del catalán Albert Serra), una de aventuras que hace del tiempo muerto una de sus herramientas narrativas (también como en Honor de cavallería, de Serra), un cuento de Conrad en tierra, con el aventurero extraviando su mente (y la película también), una obra de Ionesco releída por Capusotto (un soldado se llama Birrita, otro Milkibar), una en la que el sueño y lo “real” se indiscriminan.
Hablada en danés y castellano, terminada en formato de cuadro pequeño (como el del cine mudo) y exquisitamente fotografiada por Timo Salminen (DF titular de Aki Kaurismäki), en Jauja, Viggo –que confesó pronunciar el castellano como su padre danés lo hacía en el Chaco– hace de un militar de ese origen que por algún motivo vino a parar a la Patagonia, a fines del siglo XIX. O donde sea que transcurra la película, filmada un poco en La Pampa, otro poco en Lobería y otro poco en Santa Cruz. Y en el tiempo en que transcurra. Si algo hacen en su transcurso Alonso y el coautor del guión, el novelista Fabián Casas, es abstraer, enrarecer, disparatar las cosas. “Viggo venía a la mañana y me decía: ‘Escuchá lo que soñé’, y yo lo incluía en la película”, contó Alonso en la conferencia. “Hasta que le pedí que parara de soñar, porque me iba a estallar la cabeza.” “El cine te tiene que hacer creer lo que vos no creés”, afirmó Casas. “En Ordet, de Carl T. Dreyer, que la vi por recomendación de Viggo y es buenísima, hay una resurrección. Yo no creo en eso. Pero cuando la vi, creí en esa resurrección.”
Jauja, cuya última proyección marplatense es hoy a las 14 en el Auditorium, tiene lugar en medio de una situación que evoca la Conquista del Desierto. Pero extrañada, claro. Corrida. Hay unos aborígenes a los que los militares llaman “cabeza de coco” (ya se sabe que ese fruto muy patagónico no es), y unos militares que se proponen “matar a todos”, como burgueses porteños hablando de cabecitas negras. Hay un oligarca que habla en francés, un oficial que como el coronel Kurtz de Apocalypse Now! cortó amarras y andaría ejecutando gente en el desierto (¡vestido con ropas de mujer!). Hay una hija adolescente que, como una cautiva al revés, se fuga con un colimba, obligando al capitán Dinesen (Mortensen) a salir a la intemperie.
Eso es lo que importa: en la intemperie Dinesen se pierde, se extravía, tal vez se vuelva loco. La película también.
“Cada espectador tiene que completarla con su propia experiencia”, aconsejó Casas. “Tiene mil lecturas posibles. De hecho, si la pasás para atrás aparece Darín”, inventó, ante las risas del público (fue una conferencia realmente distendida, de la que participó un alto número de espectadores). “¿Puedo preguntar yo?”, pidió Alonso, cuando la conferencia terminaba y dejando a todos un poco estuporosos. Inquirió entonces si creían que determinado personaje (y un perro) son “reales” o imaginarios, recibiendo respuestas diversas de los presentes y llegando a la conclusión de que no importaba demasiado. Viggo aclaró todo, al informar que Jauja es un homenaje al Manco Casa, legendario jugador de San Lorenzo fallecido en un accidente automovilístico y nacido, claro, en Mar del Plata.
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