Lunes, 24 de noviembre de 2014 | Hoy
MUSICA › YANN TIERSEN Y SU TERCERA VISITA A BUENOS AIRES
El músico bretón mostrará hoy en el festival Music Wins y mañana en La Trastienda Club el material de Infinity, su octavo disco, compuesto en Islandia. El tema principal es piedras y minerales: “Vivo en un lugar donde no hay árboles”, explica.
Por Yumber Vera Rojas
Aunque no alcanzó a ser trending topic, Twitter, apenas se confirmó una segunda fecha para el inminente regreso de Yann Tiersen en Buenos Aires, casi explota con la pregunta de: “¿Dónde va a tocar el que hizo la música de Amélie?”. Si bien antes de la entrevista con el músico bretón los responsables de su actuación de hoy en la primera edición del Music Wins Festival, en Mandarine Park, y de mañana en La Trastienda Club, piden que no se le haga ninguna consulta sobre su aporte a la película, él mismo, por motu proprio, hace referencia a ese puñado de canciones que en 2001 lo pusieron en boca y oídos de todos. “La gente está muy equivocada al creer que me dedico únicamente a componer música para películas, porque lo que hago son álbumes”, explica el artista de 44 años, a las puertas de su tercera actuación en la Argentina. “Pero están aún más errados cuando suponen que Amélie es una banda de sonido, porque ese trabajo es en realidad un compilado de canciones de mis tres primeros discos.”
Tiersen atiende a la entrevista desde Baltimore, una de las ciudades estadounidenses que recibió la gira mundial de su nuevo disco, Infinity (lanzado en mayo de este año), en el que, a diferencia del futurismo post–rocker de su antecesor, Skyline (2011), mandan la contemplación y la reflexión. “Cuando me metí por primera vez al estudio, tenía una gran colección de canciones y melodías”, explica el multiinstrumentista, quien además advierte que el concepto de su actual show, al igual que el repertorio, es el mismo en todas las paradas del tour. “Después de que tomé ese material, lo di vuelta y lo convertí en algo más electrónico.” Así que una vez que ya tenía buena parte del repertorio preparado, tomó un avión y se instaló en Islandia para ultimarlo. No obstante, a pesar de que en el acabado final los temas podrían reflejar perfectamente la inmensidad del paisaje nórdico, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. “El hecho de ir a Islandia fue una casualidad. Luego de haber grabado todos mis discos en mi estudio, quise hacer esta vez algo diferente.”
–¿Y por qué eligió Islandia?
–Porque era una opción ideal para este proyecto. Durante nuestra última gira hicimos una parada ahí, y descubrí que era un paraíso. Ouessant, la isla en la que vivo y donde tengo mi estudio, es muy chico. Así que Islandia me pareció una versión más grande, con una ciudad de verdad y gente loca, y me encantó. Decidí irme para allá dos semanas porque pensé que era una buena manera de comenzar, de evitar la presión y de estar concentrado. En enero sólo hay cuatro horas de luz al día, lo que no estaba mal debido a que es una época ideal para encerrarse a trabajar en música. Luego de terminarlo, volví a casa y metí todo eso en la computadora.
–Gracias a Björk, el mundo descubrió que la música nórdica tiene una manera fresca de mimetizar su cultura y su contexto con el lenguaje del pop. ¿Lo comprobó? ¿Ese entorno influyó en su nuevo repertorio?
–No fui a Islandia porque me interesara algo específico. Me pareció un lugar muy parecido a Ouessant, donde el sonido del viento es muy fuerte y que por momentos puede ser hostil. Si bien a muchos les parece un disco oscuro, no lo siento así. Lo veo más bien como un trabajo de canciones infantiles de Navidad.
–¿Por eso incluyó juguetes en su instrumentación?
–En los últimos tiempos me la pasé jugando con sintetizadores modulares. Hasta que en un momento me di cuenta de que debía dejarlos porque, si no, Infinity sería un disco de electrónica. Entonces pensé: ¿qué es lo opuesto a eso? Y ahí entendí que eran los instrumentos que me compró mi madre cuando era chico. Era volver al principio de todo. Así que fui a Islandia con pianos y juguetes para niños como flautas, campanas y panderetas.
–¿A qué se debió que las canciones de Infinity estuvieran interpretadas en bretón, islandés y feroés?
–El bretón es mi lengua natal. En el caso del feroés y del islandés, son idiomas antiguos, así como muy hermosos y directos. Si bien no los hablo, los entiendo a veces cuando están escritos. Mi novia tradujo al islandés las canciones “Ar Maen Bihan” y “Amiina”, mientras que a Olavur Jákuppson, integrante de mi grupo y amigo, quien es originario de las Islas Feroe, le encargué “Gronjord”: un tema que trata sobre las piedras de ahí.
–Para la canción “Meteorite” le pidió a Aidan Moffat, amigo suyo y vocalista del grupo escocés Arab Strap, que también escribiera sobre las piedras. ¿De qué tratan las letras?
–El tema principal de Infinity es piedras y minerales. No encuentro una explicación. Vivo en un lugar donde no hay árboles. A veces estar en una isla te da la extraña sensación de que estás en una roca porque las islas son, básicamente, sólo roca y piedras en el medio del mar.
–Que haya elegido el signo de “infinito” para titular su más reciente producción, ¿qué relación guarda con lo que inspiró sus canciones?
–Ninguna. Pasa que siempre tuve problemas para titular mis discos y, como me di cuenta de que sería mi octava producción, la llamé de esa manera. Y jugué con eso.
–Así como sus dos últimos álbumes, Infinity apareció a través del sello independiente inglés Mute. Sin embargo, antes de formar parte de su catálogo, usted pasó por varios sellos multinacionales. ¿Por qué tomó esta decisión?
–Estoy muy contento con mi sello actual, por eso mis últimos discos los saqué con ellos. Pero nunca fui parte de las multinacionales sino de pequeñas compañías que eran propiedad de los dueños de estas corporaciones.
–El año que viene se cumplirán dos décadas de la aparición de su primer disco, La valse des monstres. ¿Qué es lo que rescata de esa grabación?
–Que pasaron ya 20 años y que lo hice en casa, al igual que todos mis discos, salvo el último. Pero debido a que estoy trabajando todo el tiempo en álbumes, parece que hubiera sido ayer.
–¿Es difícil para un artista francés vivir de la música en esta época?
–No lo sé, soy bretón. Aunque me parece muy simpática su cultura, no sé qué sucede en Francia. Sólo leo medios en inglés.
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