Mar 02.12.2014
espectaculos

EL CHINO LABORDE, DIPI KVITKO Y PABLO GRECO

El tango que vino del frío

Los músicos participan de Tango de una noche de verano, de Viviane Blumenschein, que los llevó a Finlandia para llegar a conclusiones sobre los orígenes del 2x4. “Fuimos a poner a prueba una teoría de Kaurismäki, pero la película no define mucho”, dicen.

› Por Andrés Valenzuela

Mientras los gauchos argentinos recitaban el Martín Fierro y guitarreaban ante el fogón, los pastores finlandeses aguantaban el frío con unos tangos. Algo así asegura el célebre cineasta Aki Kaurismäki, quien como muchos de sus compatriotas asegura que el 2x4 se originó a metros del círculo polar ártico y no en las esquinas porteñas. La frase le bastó a la documentalista alemana Viviane Blumenschein para reunir a tres músicos argentinos y llevárselos a Finlandia a poner en tela de juicio las temerarias aseveraciones de su colega. Allí fueron el cantor Walter “Chino” Laborde, Dipi Kvitko y el bandoneonista Pablo Greco, con su rareza de instrumento para un país donde “La cumparsita” se canta en finés y se acompaña con acordeón. Después de presentarse en 2013 en el Bafici y en Rotterdam, Tango de una noche de verano llegó al Arteplex de Belgrano (Cabildo 2829), BAMA (Roque Sáenz Peña 1150) y el Cultural San Martín (Sarmiento 1551); este jueves se suma a la pantalla del Gaumont (Rivadavia 1635).

El film es un documental, pero mezcla elementos de road movie y de musical con gran sutileza. Cuenta con un notable trabajo de fotografía que oscila entre las calles de Buenos Aires y el campo radiante de Finlandia. Los músicos argentinos, devenidos personajes, ofrecen distintos acercamientos a la premisa, y el hilo conductor de la película no pasa por el conflicto con la tesis kaurismákica sino por el encuentro tanguero-cultural. “Es que lo que dice Kaurismäki es una ironía, es una provocación jocosa”, sostiene Kvitko. Laborde no está tan de acuerdo con su compañero de ruta (y de la serie de CD Tango tango). “El tipo representa al finlandés medio, que debe ser muy tozudo y defiende los mitos que le fueron quedando, como éste, del mismo modo que nosotros defendemos mitos que no sucedieron como creemos”, afirma. Y compara la situación con la cumbia o el rock argentino. “Seguro que hay generaciones nuevas que no saben que nació en otro lado porque no bucearon en eso; a ellos les pasó lo mismo, pero nosotros sabemos la papa.”

Tercia Greco, más veterano que sus compañeros: “Lo que está en juego es el hecho de la pertenencia: ¿de quién es el tango? En realidad es de cualquiera que le guste, en la China o donde porongo esté”, zanja, aunque advierte que en ningún lado se desarrolló tanto como en la Argentina. “Una cosa importante de esta producción tanguera de Finlandia es que no nos toman como referencia: lo tocan como quieren, lo bailan como quieren, lo aman como quieren.”

Aunque en Tango de una noche de verano hay un hilo conductor y una narrativa sutil, la cineasta alemana parece hacer esfuerzos por borrar sus huellas del relato. Casi no hay marcas de edición ostensibles, ni siquiera una voz en off ordenando los acontecimientos, que se expresan a través del inglés torpe de los músicos argentinos y su encuentro ante los instrumentos con sus colegas nórdicos. “Con ella teníamos dificultades de comunicación lingüística, pero no de onda, porque es una persona súper cálida y entradora –afirma Kvitko–, y uno de sus grandes méritos es que a los pocos días nos olvidamos de la cámara prendida todo el tiempo: ella logró contar su propia película con las cosas que pasaron ahí, y a ellos los retrató muy bien.”

La diferencia cultural es un eje del documental. En la Argentina, el tango urbano. En Finlandia, el rural. Un desarrollo integral de la disciplina contra uno enfocado principalmente en los cantantes. Imágenes poéticas distintas en la lírica de uno y otro país. “Creo que el tango estaba allá en los lugares populares, en los provincianos”, considera Laborde. “Otra diferencia –advierte Kvitko– es que allá no había gente joven bailando en las milongas donde tocamos, acá está lleno, pero allá era toda gente muy grande.” Los músicos, acota Greco, también eran mayores. En pleno documental, uno de ellos, cantante de gran prestigio local, asegura que cada invierno cree que no retomará los escenarios al volver la primavera.

Un aspecto muy interesante de Tango de una... es que subtitula las letras de los tangos finlandeses. Incluso de su propia versión de la melodía de “La cumparsita”. Llama la atención que la mayoría de las letras que muestra el film tienen imágenes más amables, aunque, como apunta Laborde, “la melancolía sigue presente”. “Es que ellos viven seis meses de noche y seis de día, eso te altera la cabeza”, reflexiona Greco, que pasó unos días en la Antártida: “Ahí era siempre de día, había que bajar la persiana para dormir, ¡te vuelve loco!”. El cantor del grupo coincide en que ese clima tan particular “altera la espiritualidad de la persona”.

¿Y que no haya bandoneón? ¿Que los finlandeses sólo tengan acordeón para hacer tango? ¿Los afecta mucho? Pablo, tocado en su especialidad, analiza que allí es donde más se comprende que los finlandeses consideren el tango como una evolución de las marchas rusas. “La marcha es el paso, el caminar, y el tango se baila caminando, es un modo de caminar la música con una compañera”, explica, y agrega que el acordeón facilita ejecuciones más picaditas de las melodías conocidas. “Es más alegre porque es más rústico; el bandoneón tiene más profundidad”, considera, y Laborde encuentra otra diferencia. “Fuimos allá para poner a prueba la teoría de Kaurismäki, pero la película no define mucho”, evalúa. “Sí entendimos que para ellos el tango es una marcha para bailar, pero para nosotros el tango es la vida.”

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