Sábado, 14 de marzo de 2015 | Hoy
ALEJANDRO GUYOT Y DARíO BAROZZI PRESENTAN PATIO DE TANGO
Por Andrés Valenzuela
“Son tangos de patio y parral pero interpretados desde el siglo XXI”, plantean Alejandro Guyot (voz) y Darío Barozzi (guitarra) sobre su disco Música de patios, que presentarán mañana a las 21 en Café Vinilo (Gorriti 3780), en compañía de músicos invitados, como Rodrigo Loos (contrabajo) y Martín Cecconi (bandoneón) –ambos compañeros de Barozzi en el trío La Usina– y la cantante Victoria di Raimondo, conocida sobre todo por su participación en el potente quinteto mendocino Altertango. En Música de patios aparecen grandes clásicos, como “Naranjo en flor”, pero también piezas rescatadas del olvido, como “Arrabal”, una partitura de Manzi que la dupla encontró en el mercado de pulgas del parque Los Andes por cinco pesos. Además, el disco incluye “Antifaz”, una composición instrumental de Barozzi.
“Tomamos el cancionero tanguero del siglo XX como si fueran standards de tango, en vez de jazz, para interpretarlos según nuestras personalidades”, explica Guyot. El cantante y letrista, de larga trayectoria con 34 Puñaladas, cuenta que de la relación con Barozzi surgieron nuevas texturas musicales: “Encontramos una voz y el disco es un poco resultado de ese encuentro”. El guitarrista, en tanto, destaca que elegir clásicos ayuda a poner de relieve la exploración estética de la dupla. “Es una buena excusa hacer tangos muy hechos y muy escuchados para dejarse llevar más fácilmente”, comenta.
El disco destila ambientes cotidianos, casas antiguas y bodegones de antaño (ambos recitan varias direcciones de memoria, pues los frecuentaron). De hecho, recuerdan, se conocieron en la sobremesa de un asado en la que, a falta de postre, había guitarra. “Toda la atmósfera que se respira en nuestro disco, todos los tangos que elegimos interpretar tienen escenas de patios o de algo que ver con la infancia –reflexiona Guyot–; si no me falla la memoria, el primer lugar donde escuché un tango fue en el patio de mi abuelo ferroviario, que era cantor amateur.”
El resultado de los sucesivos encuentros es un disco que bien podría definirse como de “tango intimista” y que sus autores entienden como la “cita para matear y dejar que anochezca”. Para Barozzi esa descripción tiene que ver con “la textura mínima de la voz y la guitarra proyectadas”. En cuanto a los arreglos, Barozzi destaca que son más fruto de la intencionalidad que de la escritura. “Hay una cuota de riesgo, no hay arreglos escritos, pero sí una intención que más que charlada, estuvo encontrada”, grafica el guitarrista. Para el cantor, en tanto, este método para acercarse a las canciones deviene en el tono espontáneo que también atraviesa la placa. Quizá por eso es que, escuchando el disco, dan ganas de ponerse a canturrear bajito, mientras la guitarra suena y la voz llena.
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