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Sábado, 14 de marzo de 2015

MUSICA › JACK WHITE ARRANCó EN BOGOTá SU PERIPLO SUDAMERICANO

El temblor después del temblor

Antes de presentarse en el Lollapalooza Argentina, el ex White Stripes confirmó en el festival colombiano Estéreo Picnic que es “el” artista del rock del siglo XXI. Por el encuentro también pasaron Skrillex, The Kooks y Foster The People.

 Por Roque Casciero

Página/12 En Colombia

Desde Bogotá

El miércoles pasado, Bogotá tuvo una tarde de temblores: a las 15, un sismo de magnitud 6,6 sacudió la bella capital colombiana. El jueves a la noche, un temblor de otra clase sacudió la ciudad. Y esta vez fue bienvenido. Jack White pisó por primera vez suelo sudamericano como solista y es difícil establecer la magnitud sísmica de su show, que en pocos días podrá verse en el Lollapalooza Argentina, pero lo cierto es que los veinte mil colombianos que asistieron a la primera jornada del festival Estéreo Picnic difícilmente vayan a olvidar la experiencia. Fue de esos conciertos que con el tiempo toman estatus de mito, de esos que se agigantan en la memoria. Encima, con un marco amigable como el del festival bogotano (excepto por las largas colas para entrar), donde el predio está dispuesto para el disfrute. En la jornada inicial también pasaron por los tres escenarios del Parque Deportivo 222 otros artistas que estarán en el festival argentino en pocos días –Skillex, Foster The People y The Kooks–, y también los platenses El Mató a un Policía Motorizado.

Pero es de Jack White de quien hay que hablar en primer lugar. Sus pasos iniciales tras la separación de The White Stripes fueron la conformación de dos buenas bandas, The Raconteurs y The Dead Wheater, pero que no estaban a la altura de lo que el hombre de Detroit había logrado junto a su “pequeña hermana Meg”. Sus dos discos solistas, Blunderbuss y Lazaretto, volvieron a colocarlo en una escala distinta, en especial debido a sus conciertos de alto octanaje. En Bogotá, White confirmó por qué es “el” artista de rock del siglo XXI, el único capaz de sintetizar la historia del género y devolverla transformada según su gusto y placer. Puede pasar de rockear furiosamente como una alquimia imposible entre Robert Plant y Jimmy Page a internarse en las pantanosas aguas del blues rural, pelar rockabilly cual discípulo de Sun Records, abordar el country como si hubiera recibido lecciones de Johnny Cash y rapear cual miembro oculto de los Beastie Boys, resignificando y resignificándose a cada paso.

Encima, cuenta con una banda descomunal, en la que el primero en resaltar es el baterista Daru Jones, ubicado a la derecha de White y con una particular forma de armar su instrumento. En cuanto comienza a descargar mazazos, se entiende por qué el cantante tiene tanta interacción con él. El bajista Dominic Davis se mantiene medio oculto tras la batería, pero es la pieza de relojería que sostiene semejante andamiaje rockero. Atrás de White y de un televisor blanco y negro tan vintage como los equipos de la banda, Fats Kaplin la rompe con el lap steel, y también les entra al violín, la mandolina y el theremin. Dean Fertita, tecladista de The Dead Weather y de Queens of the Stone Age, muchas veces se ve arrasado por la potencia de la banda, pero cuando la intensidad baja se nota su calidad. Y la violinista y corista Lillie Mae Rische juega un poco el juego sexy que White acostumbraba poner en escena con Meg, aunque en realidad se destaca más por su performance.

Aunque la lista de temas se basó en sus dos discos como solista –con grandes momentos en la rapeada “Black Bat Licorice”, “High Ball Stepper”, “Lazaretto” y el cover de “I Asked for Water (She Gave Me Gasoline)”–, White no le rehuyó a reinventar su propio pasado stripe con un sonido de banda full: “Dead Leaves and the Dirty Ground”, “Hotel Yorba”, “We Are Going to Be Friends”, “Fell in Love with a Girl” y la inmensa “Seven Nation Army” (más “Top Yourself” y la coreadísima “Steady as She Goes”, de los Raconteurs) despeinaron hasta al propio cantante, que tuvo que acomodar su jopo en un par de ocasiones. Si su concierto en el Lollapalooza se asemeja al del festival bogotano, ya se pueden ir cerrando las encuestas sobre el show del año.

Justo antes de White, los platenses El Mató a un Policía Motorizado dieron uno de los mejores shows de la jornada inicial del Estéreo Picnic, a la par con el de los chilenos Astro. El quinteto liderado por Santiago Motorizado se presentó en el escenario para bandas emergentes, que con excelente criterio está ubicado en el lugar de tránsito entre el principal y la enorme carpa por la que pasó Skrillex. De ese modo, fueron muchos los que se soprendieron con la energía noise de El Mató, como antes había pasado con el indie rock preciso de los colombianos Planes. El predio, enorme y bien distribuido, tiene partes donde se le puede hacer honor al nombre del festival: fardos de pasto y sillones invitan al relax. También hay un hippie market (una muy bien dispuesta feria de diseñadores), un sector de comidas y muchos stands de marcas que desembolsan para armarlos una clase de dinero que no se ve en los festivales argentinos. A modo de muestra: una empresa de chicles armó una tirolesa de cien metros que pasa por encima del hippie market e invita a tirarse a quienes se sacan una foto, y una línea aérea tiene una cancha de fútbol 5 en la que los ganadores pueden irse con todo pago a la Copa América.

Más temprano, The Kooks había paseado su elegancia británica por el escenario principal, donde puso en evidencia –como ya lo sabe el público argentino– que maneja mejor los climas en vivo que en el estudio. Luke Pritchard es un frontman energético y las melodías de su banda, sin destacarse demasiado por su originalidad, le valieron muchos aplausos. Luego, Foster The People puso a bailar al público con sus bases electrónicas y una épica pop a la que por momentos se le notan demasiado los hilos. Y Skrillex, verdadero fenómeno para la generación de los millennials, atronó en la inmensa carpa con su set de altísimo impacto. Lásers, humo, fuegos de artificio, pantallas a ritmo tan frenético como la música, millones de efectos sonoros: el freak pelilargo mete de prepo al espectador en un videogame en el que moverse resulta obligatorio ante la cantidad de estímulos, aunque después está por verse cuánto resiste cada uno semejante asalto a los sentidos.

El Estéreo Picnic continuaba ayer con Kings of Leon como acto principal y con los locales Aterciopelados justo antes. De los próximos visitantes a la Argentina se destacaban los británicos Kasabian y los ascendentes Alt-J. El festival cerrará hoy con Andrés Calamaro, quien será precedido por Calvin Harris, Miami Horror, Draco Rosa y SOJA, entre otros.

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El concierto de White fue de esos que cobran estatus de mito.
Imagen: Gentileza Estéreo Picnic
 
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