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Jueves, 16 de abril de 2015

PARA SEGUIR RECORDANDO AL GRAN ESCRITOR URUGUAYO

Queremos tanto a Galeano

 Por Julio Maier, Juano Villafañe, Antoni Traveria, Sonia Alesso y Alejo Demichelis

Opinión

¡Uruguayo! ¡Uruguayo!

Por Julio Maier *

“¡Uruguayo! ¡Uruguayo!” Así gritan en Buenos Aires las hinchadas cuando un jugador de esa nacionalidad se destaca, nos deleita y nos auxilia con su modo exquisito de jugar. Permítanme gritarlo hoy en homenaje a quien no sólo se destacó entre su pares, sino que me deleitó con su prosa y auxilió a mi formación con el contenido de su prosa, me educó, me asombró y, por fin, nos ayudó a forjar la primavera política que estamos viviendo en nuestro país y en la América del Sur (que ¡ojalá! sepamos mantener). Y ello a pesar de que me es imposible distinguir, como a él también le fue imposible trazar, una frontera entre su país y el mío, entre Montevideo y Buenos Aires, sentimiento que sólo podemos pensar y expresar con ocasión de algún partido de fútbol.

Ha fallecido aquel a quien le debemos el fundamento intelectual y cultural de nuestra independencia política actual. Aquel faro de luz de nuestra generación y de generaciones futuras que hoy se inspiran en él para lograr aquello que nosotros soñamos. Aquel cuya literatura nos coloca en un lugar de privilegio en el mundo y cuyo contenido nos enseña no sólo quienes somos, sino, antes bien, quienes debemos ser. Aquel que nos enseñó a todos, universalmente, el verdadero valor de la palabra justicia, unida a la igualdad esencial del ser humano. Aquel que a mí me indicó cómo debía mirar un reloj y la hora.

Creo que una generación está desapareciendo de ese mundo –precisamente, mi generación– y que los pocos que quedamos en pie estamos perdiendo la brújula que nos orientaba, el faro que nos iluminaba, aquel que nos marcaba el camino correcto. Debería sentirme triste de la mano de mis lágrimas, porque se fue don Eduardo Galeano, pero no sé por qué su lectura, sus mensajes, que hoy repiten los canales de noticias, me devuelven si no la alegría, al menos una sonrisa por haberlo conocido y el orgullo sin par de que ese verdadero héroe civil, sin mella alguna, haya pertenecido a mi generación.

¡Querido Eduardo: no te fuiste, hace rato que te quedaste para siempre!

¡Uruguayo! ¡Uruguayo!

* Profesor de la UBA.


Opinión

¡Hasta siempre!

Por Sonia Alesso y Alejo Demichelis *

“Soy un todo que no quiere ser descuartizado por una educación que nos descuartiza so pretexto de cultivarnos. No me pareció mal, ahora, alimentar este ayuno con una palabritas de Don Simón...”

Entró en la Carpa Blanca, frente al Congreso de la Nación, con su sonrisa de siempre. Con sus palabras “siempre claras y comprometidas”. Vino porque no quería una “educación descuartizadora”. Así, mirando a los ayunantes de guardapolvo blanco, nos leyó un párrafo del gran pedagogo Simón Rodríguez.

Eduardo Galeano apoyó la Carpa Blanca, como había apoyado todas las luchas de los pueblos de América latina. Galeano fue un periodista y escritor que con sus libros y notas acompañó la historia de nuestro continente. Su participación en los foros sociales en los ’90 era esperada por miles de militantes políticos y sociales que convergían en esos espacios para resistir las políticas neoliberales.

En 2005, Ctera le otorgó la distinción Maestro de Vida en reconocimiento a su compromiso y militancia incansable por la emancipación de los pueblos. Eduardo Galeano apoyó y se solidarizó con todos los gobiernos populares de América latina de la última década. Sus palabras seguirán acompañándonos siempre, necesariamente, para seguir el camino de la liberación.

* Secretaria general y secretario de Prensa de Ctera.


Opinión

Un lenguaje que vibra

Juano Villafañe *

Eduardo Galeano estuvo siempre vinculado con nuestras vidas y con nuestras historias. Lo reconocemos en el trabajo con la palabra, en la creación de un lenguaje que se asoció desde su propia experiencia con los imaginarios de este mundo latinoamericano. Galeano está presente en nuestras memorias y en nuestros destinos, desde todas las escrituras posibles, desde todos los relatos posibles. Cultivó una poética que trascendió a los propios géneros literarios, unió al periodismo, el testimonio, la historia, con el cuento y con la poesía. Cultivó particularmente el sentido de la oralidad, del coloquio, de la expresión que vibra colocando su propio cuerpo en todas las cosas.

En este juego de las entregas y destinos, la vida de Eduardo Galeano está asociada a la cultura de los años de las utopías, los sueños, las revoluciones y los grandes relatos, pero también a otros presentes de pequeños relatos y breves historias, no menos importantes, que le dieron tiempo para el amor y los amigos. Siento que su vida transcurrió por ese gran camino de la historia que nos conduce a ese sitio ideal que moviliza al caminante, pero también supo detenerse en los miradores y las paradas para cultivar la amistad, la conversación profunda.

Sus libros se reconocen porque sus escrituras registran en los fondos del papel la voz del gesto, la oralidad y el juego entrañable. Escribía como hablaba y viceversa; que era casi igual a decir que escribía como vivía y también viceversa. Trabajó en casi todos los oficios posibles. Hoy lo recuerdo cuando algunas veces se encontraba con mi padre. Ellos hablaban de este mundo y yo escuchaba cómo transitaban magistralmente las historias vividas y compartidas. Siento esta despedida como esa gran conversación a la que seguimos invitados por la propia obra del gran escritor uruguayo y latinoamericano. Una conversación por donde siguen pasando todas las pasiones y las cosas de este mundo.

* Escritor y director artístico del Centro Cultural de la Cooperación.


Opinión

Trovador de historias

Por Antoni Traveria *

Las palabras ocuparon cada instante de una vida intensa, que ha llegado a ser plena. Ya fuera en el periodismo, en la literatura o en la poesía. Sus minúsculas libretitas le acompañaron siempre, en cualquier rincón, para anotar en ellas cualquier concepto, por menor que pareciera, que despertara su infinita curiosidad. Eduardo Galeano nos dijo en Barcelona que intentaba que cada palabra que incorporaba a sus libros fuera mejor que el silencio. No hay duda de que logró convertirse en un excepcional narrador de historias de la historia, un poeta notable, un arquitecto literario comprometido en lo social y en lo político, transformado en referente a través de sus severas denuncias cargadas de punzantes ironías.

Un trovador de historias a las que fue acumulando las suyas propias. Logró escapar por los pelos de Uruguay hacia Buenos Aires; y en 1976 se salvó de una muerte segura de la dictadura militar de Jorge Videla, para encontrar refugio, al fin, en España. Fue en Calella de la costa, donde escribiría Días y noches de amor y de guerra, con la amargura del exilio y la desgarradora nostalgia, como trasfondo de su creación literaria. Antes, en 1971, había publicado su obra más reconocida, traducida a más de veinte idiomas y convertida en un clásico desde su primera edición. Las venas abiertas de América latina sigue acumulando ediciones. Pero sus otras muchas creaciones no han dejado de obtener el reconocimiento de multitudes que le han venido rindiendo admiración, transmitida de generación en generación; obras que resisten el paso del tiempo.

En las cenas con los amigos se mostraba alegre, relajado, confiado; en contraste con su calculada prudencia y sobriedad pública. Cuando se sentía cómodo, escuchado pero no observado, se convertía de forma natural en centro de atracción. Coqueto, cautivador, era capaz entonces de provocar carcajadas al recordar, por ejemplo, cómo aquel travieso aprendiz de banquero de 14 años, que también se encargaba de preparar el café para los directivos, lo hervía dos o más veces para provocarles diarrea. Era frecuente verle junto a su amada Helena paseando desde su casa en el barrio de Malvín, hacia la playa en compañía de su perro Morgan, o en un restaurante italiano próximo, donde las fotografías en la pared lo muestran junto a su gran amigo Joan Manuel Serrat. Los estudiantes de la Universitat de Barcelona abarrotaron el paraninfo y sus salas anexas en 2012. Sería su última visita a Barcelona. En las paredes de la Casa América quedarán sus palabras: “Mi cerdito inspirador y yo nos vamos, pero nos quedamos, y estamos sin estar estando: aquí, como un casamericano más”.

* Director de la Casa América Catalunya.

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