Lunes, 20 de abril de 2015 | Hoy
HISTORIA SECRETA DEL CINE DE WEIMAR
El foco curado e ideado por Rüdiger Suchsland está compuesto por diez films, casi todos poco vistos en Buenos Aires.
Por Ezequiel Boetti
La República de Weimar se extendió por sólo quince años durante el período de entreguerras –su camino a la adultez se cortó cuando llegó al poder un tal Adolf Hitler–, pero legó un caudal audiovisual que aún hoy es referencia ineludible para cineastas de todo el mundo. Esto les permitió a los directores más importantes (Fritz Lang, Friedrich Murnau, Josef von Sternberg, Ernst Lubitsch o Walter Ruttmann) ingresar a la historia del cine por la puerta grande, mientras que otros menos afortunados terminaron empujados a las tinieblas del olvido. El crítico y director Rüdiger Suchsland quería iluminar aquellas zonas oscuras recuperando el peso de aquellos artistas silenciados, a través de un apartado especial en el Bafici. Curado e ideado por él, el foco Historia secreta del cine de Weimar está compuesto por diez films, todos –o casi: allí está El doctor Mabuse como excepción a la regla– poco vistos en estos pagos. Y también en otros. “Hay un fenómeno que pasa en casi todas partes del mundo, y es que el cine de los ’20 y ’30 quedó un poco en el olvido, con excepción de algunas obras maestras”, diagnostica el alemán ante Página/12.
“Las películas de directores como Fritz Lang o Murnau influyeron en el mundo. Además, fue un período caracterizado por la aplicación de estilos sumamente variados, más allá de que haya pasado a la historia por el expresionismo. La estética de Metrópolis, por ejemplo, definió mucho de lo que vino. Las bases de este cine tenían una riqueza y una diversidad que nunca volvió a lograrse en la historia del cine alemán”, afirma Suchsland, también director de From Caligari to Hitler, documental basado en el libro homónimo de Siegfried Kracauer que propone un recorrido a lo largo de ese período a través de un jugoso material de archivo.
–En el catálogo, usted escribe que las películas del Foco son desconocidas para el público alemán. ¿Por qué se dio esa situación?
–Efectivamente. Esto porque el estado de las copias suele ser pobrísimo y muchas veces ni siquiera se pueden reproducir o están incompletas. Para colmo, durante el nazismo se quemaron muchas películas, tanto intencionalmente como en bombardeos, o incluso se las robaron. Hoy en día no sabemos qué hay en los archivos soviéticos.
–¿Cuánto influyó el nazismo en esa pérdida?
–El siglo XX fue un siglo de totalitarismos, y los nazis hicieron una guerra contra la memoria alemana. Trataron de destruir nuestra historia cultural y en parte lo lograron, porque muchas películas quedaron en el olvido. Y también ocurrió que, después de la Segunda Guerra Mundial, se tomó toda expresión artística previa como una muestra del nazismo y se olvidó la riqueza cultural y la amplitud de esa época.
–¿Mientras transcurría ese período germinal del cine, en los ’20 y los ’30, había una conciencia de esa amplitud y riqueza artística que usted menciona?
–Hasta hoy, el cine está luchando para que lo reconozcan como forma de arte. La cuestión era aún peor y mucho más difícil en esos años, por lo que la conciencia sobre los alcances de esta etapa del cine era propia de las excepciones. Lang o Murnau, por citar dos ejemplos, ya tenían cierto ego y pertenecían a un grupo de cineastas que tenía muy en claro qué querían lograr con este arte. Había una conciencia absoluta en este punto. Lang quería ser el Rembrandt del cine y sabía muy bien que se trataba del arte más importante del siglo pasado. No hay que olvidarse que cambió la concepción del arte como creación individual para hacerla colectiva.
–Lo colectivo también se refleja en la idea de un medio popular destinado al gran público. En ese sentido, no parece casual que durante esa época y en el mismo lugar se desarrollaran la teoría crítica y la teoría de masas. ¿De qué forma esos estudios influyeron en el tipo de películas que se hacían?
–En esta época se empezó a considerar a las masas como potenciales audiencias, es decir, no como un grupo de personas, sino una unidad. Muchos autores trataron de dilucidar qué era esa masa, cuáles las leyes que la regían y qué comportamientos mostraban sus componentes cuando se descubren como parte de un colectivo y no tienen escape. Esa idea de colectivo se ilustra muy bien en una sala de cine. El público empieza a ser parte de las películas y deja de saber qué es realidad y qué transcurre en la pantalla. Pero también el cine era una disciplina muy cara, lo que obligaba a los directores a pensar en qué es lo que le interesaba ver a esas masas y cómo atraparlas.
–En From Caligari to Hitler usted habla del doctor Mabuse como el “héroe más oscuro” de la historia de Weimar. ¿En qué basa esa afirmación?
–El doctor Mabuse aparece en dos películas muy modernas filmadas en 1922 y 1933 por Fritz Lang, abarcando así casi todo el período de la República. Es un personaje que aún siendo loco fascinó a las masas por su carisma. Eso refleja en cierta forma un grado de inconciencia de un público que admiraba a alguien con capacidad para la manipulación y el acceso al poder, mostrando también la capacidad del cine para reflejar lo que quiere ser el ser humano.
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