JORNADAS EN LA BIBLIOTECA NACIONAL
› Por Silvina Friera
Las políticas de las lenguas conviven en un intrincado sistema de tensiones. “Si Dublín desapareciera de la faz de la tierra, podría reconstruirse entera a partir de las páginas de mi novela”, se jactó James Joyce. Esta reconstrucción, geográfica y lingüística, podría incluir la historia de las traducciones. La primera traducción al castellano del Ulises, la novela que transcurre en un solo día –el 16 de junio de 1904-, del argentino José Salas Subirat, se publicó en 1945 por la editorial Santiago Rueda. A setenta años de este acontecimiento, el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires celebrará, hoy y mañana a partir de las 18.30, dos jornadas en la Biblioteca Nacional con destacados especialistas y traductores argentinos y del extranjero, como el escritor español Eduardo Lago y el irlandés Barry McCrea, Carlos Gamerro, Jorge Fondebrider, Lucas Petersen, Marietta Gargatagli y Marcelo Zabaloy, quienes polemizarán sobre las distintas versiones de la obra de Joyce, incluidas las españolas de José María Valverde y Francisco García Tortosa y María Luisa Venegas.
El poeta y traductor Jorge Fondebrider cuenta a Página/12 que la idea de estas jornadas surgió cuando invitó al periodista Lucas Petersen a una charla en el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires –institución que creó junto a Julia Benseñor en 2009 para debatir los problemas de la profesión– por una investigación que estaba haciendo sobre la vida del primer traductor argentino del Ulises. “Salas Subirat tuvo una vida muy curiosa –dice Fondebrider–. Nació en un conventillo, estudió inglés en un centro asturiano; por casualidad terminó enseñando inglés en una academia que tenía el poeta Héctor Pedro Blomberg, el autor de ‘La pulpera de Santa Lucía’; y finamente trabajó en una compañía de seguros. A esta compañía de seguros llegó una vez Santiago Rueda, el editor, y le comentó al dueño que había comprado los derechos de una obra y que no conseguía quién se la tradujera. El dueño le dijo que tenía un muchacho que hablaba un poco de inglés y que en una de esas le podía dar una mano. Salas Subirat recibió el Ulises y le pidió una semana para ver si podía traducirlo. Una semana después dijo que sí y cinco años después entregó la traducción de la primera edición de la novela de Joyce traducida al castellano. Salas Subirat era una autoridad en el mundo de las ventas de seguros porque escribió tratados sobre cómo vender seguros. Su relación con la literatura empezó y terminó con el Ulises.”
Cuando Salas Subirat empezó la traducción, no existía ninguna bibliografía de referencia. “Muchos de los problemas de la traducción los resolvió por mera intuición –advierte Fondebrider–. Carlos Gamerro lo observa muy bien: el Ulises no fue escrito en una lengua imperial, sino en una lengua periférica, el inglés de Irlanda. La versión de Salas Subirat tiene el mérito suplementario de que tampoco fue traducida al castellano imperial, sino a una forma periférica que es la del Río de La Plata”. Marietta Gargatagli, historiadora de la traducción y profesora emérita de la Universidad Autónoma de Barcelona, analizó lo que hizo Eduardo Chamorro, adaptador español de la versión de Salas Subirat para ser publicada en España. “Este chantapufi españolizó la versión argentina, corrigiendo los supuestos errores de castellano de Salas Subirat”, comenta Fondebrider. Durante las jornadas, se presentará la nueva traducción del Ulises de Marcelo Zabaloy, publicada por El Cuenco de Plata. Eduardo Lago, director del Instituto Cervantes de Nueva York, comparó las versiones del Ulises. “Su veredicto fue que la mejor versión, cuando existían una argentina y dos españolas, era la de Salas Subirat”, agrega Fondebrider.
En Ulises. Claves de lectura (Interzona), Gamerro también prefiere la primera traducción. “La versión de Salas Subirat (...) sigue siendo mi favorita, a pesar de la por momentos apabullante profusión de errores y erratas que desfigura cada una de sus páginas”, plantea el escritor y traductor. “El Ulises original está escrito, no en una lengua o dialecto, sino en la tensión entre una variante desprestigiada (el inglés de Irlanda) y otra dominante (el inglés británico imperial), relación que puede compararse, aunque no homologarse, a la que existe entre el español de España y el de los demás países de habla hispana. Al menos en teoría, entonces, cualquier traducción latinoamericana del Ulises deberá ser más fiel al original que una española, lo cual puede comprobarse en la versión de Salas Subirat, que reproduce en todas sus imperfecciones el tironeo del original. Vacilante, políglota, revuelta: esa es la fricción que enciende el inglés del Ulises, y que hace que el español de nuestro Ulises criollo posea una vitalidad parecida”.
* Entrada libre y gratuita, en la sala Juan L. Ortiz (Agüero 2502).
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