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Sábado, 1 de agosto de 2015

MARCELO MOGUILEVSKY Y EL CUARTETO CUAREIM PRESENTAN EL CD CINCO

“Hubo un estímulo a la creatividad”

La reunión del multiinstrumentista con un cuarteto de cuerdas multinacional, de formación clásica, dio como resultado un disco excepcional por forma y contenido, en tanto “combina el ajuste de la tradición escrita y la soltura de la música popular”.

 Por Santiago Giordano

El principio fue Internet. Enseguida se dio un encuentro original en el que se conjugaron con naturalidad distintas fuentes y maneras en función de una idea común: hacer música con rigor y libertad, más allá de rótulos y tradiciones. Y de las distancias geográficas. La suma entre un solista, Marcelo Moguilevsky –maravilloso multiinstrumetista que por la amplitud de sus inquietudes musicales hace tan complicado como inútil cualquier intento de clasificación– y un cuarteto de cuerdas multinacional, de planta clásica y espíritu experimental, el Cuarteto Cuareim, dio Cinco, un trabajo editado por Club del Disco en el que el resultado es mucho más que la adición de las partes.

Cinco, con Marcelo Moguilevsky y el Cuarteto Cuareim, tendrá tres presentaciones en Buenos Aires: hoy a las 19.30 en el Museo de Arte Decorativo (Avenida del Libertador 1902); el viernes 7 a las 19 en la sala Federal del CCK; el miércoles 12 a las 20.30 en el Templo de la Comunidad Amijail (Arribeños 2355).

“Uno a veces duda de las redes sociales, sin embargo este encuentro se gestó por ahí”, relata Moguilevsky al comenzar la nota con Página/12. Así fue como Moguilevsky conoció a Rodrigo Bauzá, violinista formoseño radicado en Berlín, al que finalmente encontró poco después, en una de sus giras por Europa.”En la web había escuchado una versión de ‘Tea for Two’, de Rodrigo, que me voló la cabeza y a partir de ahí comencé a imaginar la idea de un encuentro musical entre nosotros; idea que también lo entusiasmó a él”, continua Moguilevsky. “Yo tocaba por entonces con el Cuarteto Arriaga, un cuarteto clásico –interviene Rodrigo Bauzá, primer violín del Cuarteto Cuareim y arreglador de la mayoría de los temas del disco–, pero desde hacía tiempo que pensaba en otra manera de hacer música. Quería formar un cuarteto de cuerdas en el que, por ejemplo, la improvisación tuviese un rol determinante, en el que pudiésemos hacer un repertorio original, que combinara el ajuste de la tradición escrita y la soltura de la música popular.”

La idea tomó cuerpo con la formación del Cuarteto Cuareim a partir de otros encuentros de Bauzá: con el violinista uruguayo Federico Nathan y la violista cubana Mara Tieles, radicados en Amsterdam, y el violoncelista francés Guillaume Latil, que vive y trabaja en París. “Con Federico nos conocemos desde la adolescencia –continúa Bauzá–. Habíamos perdido contacto, pero nos volvió a unir la misma inquietud, la de poder tocar nuestra música, experimentar, improvisar. Se sumaron Mara y Guillaume y el primer encuentro fue casi una ‘cita a ciegas’ en París, a partir de una invitación que teníamos para tocar en México. No sabíamos qué podía salir; el primer día ensayamos 10 horas y después de eso, además de un repertorio nos quedó una manera de trabajar: como vivimos en lugares distintos, aprovechamos a pleno el tiempo en que estamos juntos para poner un juego nuestras ideas.”

“Cuareim es eso, juntarse y tocar todo el día. Después volver cada uno a sus lugares para juntar cosas para las próximas juntadas. Sabemos lo que queremos y como lograrlo y hay un margen de imprevisibilidad sobre lo que puede suceder que es muy excitante”, dice Federico Nathan, segundo violín del cuarteto. Nathan viene de una familia de músicos y se formó en la tradición clásica. “Mi padre y mi abuelo eran violinistas y, si bien pasé por el conservatorio, tuve otras experiencias con el rock y la música popular que marcaron mis gustos.” Mara Tieles también viene de familia de músicos: su padre se formó en el Conservatorio Tchaikovsky de Moscú, y ella creció en esa tradición. Pero su curiosidad le abrió otros horizontes. “Cuando llegué a Amsterdam, el conservatorio tenía un departamento de Músicas del mundo; ahí entré en contacto con Gustavo Beytelman y trabajando con él pude pensar de manera más amplia la posibilidad de hacer otras músicas”, dice la violista. El caso de Guillaume Latil es similar y hoy es un violoncelista que se mueve con total naturalidad en el universo del jazz europeo. “Es difícil encontrar las fronteras de nuestras distintas formaciones que ya están muy sintetizadas –sugiere Bauzá–. Cada uno tiene su historia musical y a la hora de ponerla en juego no hay más límites que los de la música. Esta experiencia lo demuestra.”

La riqueza de matices y las afinidades electivas que definen al Cuarteto Cuareim resultó un rasgo estimulante para Moguilevsky, que después de un trabajo en el que llevó al extremo sus posibilidades de solista, el magnífico Buey Solo, regresa con ellos a las contingencias del diálogo. “Escribir para el cuarteto fue un desafío muy grande y muy hermoso –explica Moguilevsky–, en primer lugar porque me hizo escuchar mucha música y reflexionar sobre las posibilidades de esta maravillosa máquina de sonar. Por otro lado porque a la hora de tocar encuentro correspondencias continuas, maravillosas posibilidades de diálogo.”

Cinco se concibió en continuas idas y vueltas vía mail y en seis días de encuentro en Amsterdam. Hay obras de Moguilevsky, de Bauza, de Nathan, además de “Rosa”, un clásico de Pixinguinha y el bellísimo anónimo sefardí “La serena”, cantado por Moguilevsky, para el que funciona como un preludio “Miniatura”, del mismo Moguilevsky, otro gran instante de un disco en el que composición e interpretación se sostienen con la misma filigrana. “En el momento de escribir la música y los arreglos, sabíamos quién sería el intérprete –explica Bauzá–. En este sentido, la escritura se ajusta a la personalidad de cada uno, tiene nuestra cara. Pero la escritura nunca llega a ser completa hasta que el intérprete no le pone lo suyo.”

Con clarinete, clarín, flautas dulces, armónica, cantando o silbando, Moguilevsky entra y sale de las atractivas texturas que pueden formar las cuerdas, entre una multiplicidad de recursos que usados con implacable criterio de belleza musical hacen de Cinco un disco excepcional por forma y contenido. “Lo sorprendente es que además logramos equilibrar escritura e improvisación en función de un sonido común –interviene Moguilevsky– y lo importante fue que la creatividad de cada uno siempre estuvo estimulada. Cuando escribí la música la pensé de manera abierta, pero cuando la empezamos a trabajar con el cuarteto, enseguida me di cuenta de que esta música estaba ligada indisolublemente a esta experiencia. Podrán venir otras músicas y otros cuartetos, pero esta ya está así, es de este cuarteto. Creo que es el rasgo más marcado de este trabajo que una vez más me puso a cruzar barreras entre lo erudito y lo popular, y en el que es interesante escuchar que por momentos aparecen aristas voluptuosas hacia otros lenguajes, que se incorporan de una manera orgánica a un sonido bien definido.”

Ante la pregunta de cómo se reflejará la experiencia de Cinco en vivo, las respuestas coinciden en un largo silencio que se rompe con Moguilevsky, que se entusiasma al decir “ni idea”. “Tenemos una gran expectativa en escuchar de qué manera maduró la música que grabamos –continúa–; y también de qué manera reaccionamos nosotros ante ella.” “Cada vez que nos juntamos el cuarteto toma formas distintas –agrega Bauzá–. No es un cuarteto que trabaja la música escrita y busca el sonido de una tradición establecida. Cada uno tiene su vida musical, con proyectos de la más variada índole y cada vez que volvemos a juntarnos hay mucho de primera vez. Por lo que pudimos hacer y escuchar en estos días, estamos muy entusiasmados con lo que pueda pasar en los próximos conciertos.” “Hay un misterio que nos estimula y tiene que ver con el margen de experimentación que nos conceden estas músicas –concluye Moguilevsky–. Pero ojo, experimentación es una palabra peligrosa, que se puede vaciar con el primer acorde. Acá aparece y se pone en juego una cantidad de música escuchada, estudiada, analizada e incorporada. Que es lo que somos cuando tocamos.”

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El nuevo disco de Moguilevsky tendrá tres presentaciones porteñas, a partir de hoy.
Imagen: Rafael Yohai
 
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