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Miércoles, 4 de mayo de 2016

LA SINFóNICA NACIONAL EN EL CENTRO CULTURAL KIRCHNER

Una reapertura con tono clásico

El Centro Cultural Kirchner, ya desde su nombre, se convirtió en un caso testigo, tanto de los males que se le atribuyen al gobierno pasado como del estilo de las “soluciones” propuestas por su sucesor, incluyendo el despido de la casi totalidad de sus empleados, por considerar sus nombramientos como favores políticos, y un posterior llamado a concurso para reemplazarlos por otros aunque, claro, muchos menos. De ahí que, en su particular estilo de comunicación, el Sistema Federal de Medios y Servicios Públicos se haya esmerado más en puntualizar pesadas herencias que en la enumeración de cuestiones presentes y futuras. Y que hayan pasado desapercibidas las pruebas acústicas realizadas en su Sala Sinfónica durante todo el mes pasado y el hecho de que hoy esa sala se reabra al público con un concierto de la Sinfónica Nacional, dirigida por el notable Stefan Lano.

La orquesta, que tiene en este centro, por primera vez en su historia, una sede propia, actuará junto al Coro Polifónico Nacional y participarán del concierto, como solistas, el tenor Enrique Folger y el barítono Leonardo Estévez, interpretando la Cantata Profana de Béla Bartók. El concierto se abrirá con una de las composiciones más importantes de Alberto Ginastera, sus Variaciones concertantes op. 26, y concluirá con Así habló Zarathustra, Op. 30, de Richard Strauss, una obra que más allá de su prosapia cinematográfica de la mano de Stanley Kubrick y su 2001, será una ocasión de lucimiento para el gran órgano Klais instalado en el auditorio. La función será a las 19.30 y tendrá entrada gratuita. Se entregarán hasta dos localidades por persona y pueden retirarse, presentando DNI, desde las 9 y en la entrada de Sarmiento 151.

La obra de Ginastera fue escrita en 1953 y su estreno fue conducido por Igor Markevitch. Como en muchas de sus composiciones, lo folklórico es una presencia enmascarada y jamás textual. En rigor, de lo que se trata es de un gran malentendido. Ginastera suele ser visto como un nacionalista “atípico” y como un conservador “con excepciones”. Y en rigor esas excepciones son tantas y tan importantes que obligan a replantearse su estética y, sobre todo, las lecturas que se han hecho de ella y de su lugar en el mundo artístico argentino y, en general, en la creación musical de la segunda mitad del siglo XX. Ligado a la iglesia pero afecto a la truculencia, tanto en los libretos de sus óperas como en el propio tratamiento orquestal, puritano pero capaz de una indudable sensualidad en su música, amigo de funcionarios de las dictaduras y, al mismo tiempo, el único compositor clásico que fue prohibido por una de ellas (cuando Onganía impidió el estreno argentino de la ópera Bomarzo) y, también, creador y director de la institución que más hizo por la puesta al día de los músicos argentinos, el CLAEM (Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales) que funcionó en el Instituto Di Tella, el sayo del pintoresquismo o de la composición de postal le queda muy chico.

La Sinfónica Nacional, conmemorando el centenario del nacimiento del compositor, interpretará, a lo largo de 2016, varias de sus obras con orquesta. En el próximo concierto, el viernes 13, hará el Concierto para piano y orquesta Nº 28, con la actuación solista de Marcelo Balat y la dirección de Günther Neuhold. El programa se completará con la Sinfonía Nº 10 en Mi Menor, Op. 93, de Dmitri Shostakovich. La puesta en diálogo entre Ginastera y Bartók, en el concierto de esta noche, y del argentino con Shostakovich, en el de la semana próxima, cobra sentido si se tienen en cuenta algunas afinidades, en particular el trabajo con un “folklore imaginario”, donde se procesan ciertos gestos pero sin citas textuales ni meras transcripciones, y, por supuesto, la idea de un poderoso ritmo como propulsor del relato.

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Stefan Lano.
 
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