Viernes, 6 de octubre de 2006 | Hoy
UN DEBATE SOBRE LOS ABRUPTOS CAMBIOS DE DIA Y HORARIO, MONEDA CORRIENTE EN LA PANTALLA 2006
Las quejas del público encuentran su eco dentro de la industria. ¿Cuál es el freno a la obsesión por el rating? ¿No hay pacto posible en un medio dominado por la competencia más feroz? Un vistazo al tema del año en la TV.
Por Emanuel Respighi
La palabra en la TV no vale absolutamente nada. Ya no sólo dejó de tener sustento cuando los programadores se dirigen al público, anunciando horarios de comienzos de ciclos que luego violan permanentemente y sin mayor castigo. En un nuevo capítulo en el (des)control de la programación, la palabra, incluso, dejó de tener peso de ley entre los mismos programadores. Es que el “acuerdo” de regularizar los horarios al que arribaron Claudio Villarruel, director artístico de Telefé, y Adrián Suar, director de programación de Canal 13, sellado sin intermediarios entre el viernes y el lunes pasado, apenas fue respetado el martes por ambos canales. El miércoles, lucha encarnizada de rating mediante, el primero en quebrar el pacto de caballeros fue Telefé, que en el prime time volvió a retrasar los comienzos de Montecristo y CQC en más de 15 minutos. Otra señal más de que la autorregulación de los canales sigue siendo una ilusión en la TV actual.
La historia es tan corriente que resulta imposible no repetirse. Y ya no se trata de la indignación que los corrimientos de horarios y los cambios abruptos de programación producen en los televidentes, sino que las quejas se expanden por la industria televisiva a anunciantes, guionistas, productores y conductores. El ejemplo de ello fue ver el cambio de opinión que tuvo Mario Pergolini en el transcurso de pocos días: mientras la semana pasada el conductor abrió CQC con una parodia sobre los (ab)usos a los que el ciclo es sometido (participación especial de Villarruel incluida), el miércoles el dueño de Cuatro Cabezas se despachó con todo por el tardío arranque del ciclo. “La culpa no es nuestra, se lo aseguramos. Siento que trabajé todo el día al dope. La semana que viene vamos a tener que trabajar menos. Ibamos a empezar de otra manera pero, de golpe, todo se desequilibró, porque hubo como un acuerdo y lo violaron de otro lado...”, disparó. Incluso, la jugada de Telefé le dio réditos desparejos: mientras Montecristo se impuso 28,2 a 26,9 a ShowMatch (cuyos concursos de baile y canto suelen llevar el horario nocturno del 13 al delirio), los 18,9 puntos de CQC no le alcanzaron para alcanzar los 20 que promedió Amas de casa desesperadas.
“A mí no me gusta cuando la estrategia tiene como único fin destruir al otro, quitarlo del juego. Yo trato de construir una programación, no de destruir a la competencia. Amo salir a ganar, pero no me gusta jugar sucio. Nosotros siempre tratamos de proponer. Canal 13 siempre anuncia con anticipación el día y la hora de un estreno. No esperamos el estreno de la competencia para decidir nuestra programación”, le explicó a Página/12 Suar, el único de los programadores que quiso hablar sobre el tema. “Puede que nos hayamos pasado de la raya”, analiza el hombre fuerte del 13. “Lo que ocurre es que en la TV tan competitiva como la argentina ya no alcanza con tener un programa bueno para que le vaya bien. En mi caso, sólo pongo en práctica estrategias de corrimiento de horarios o de días de emisión para cuidar determinados programas.”
La estrategia
de desprogramar
En la actualidad, saber a qué hora comienza y termina un programa de TV dejó de tratarse de un dato de la realidad, y tomó status de adivinanza, de esas que no son nada fáciles de resolver. Ni el más ferviente telemaníaco puede hoy asegurar los días y horarios de emisión reales de sus programas favoritos. ¿Quién no se perdió este año algún que otro episodio de un programa por no estar al tanto del último cambio de programación, o por quedarse dormido ante la interminable espera que ocasionan los habituales cambios de horarios? Incluso, la situación tomó tal estado de descontrol que ni siquiera los mismos programadores saben a ciencia cierta cuándo van a empezar determinados programas de los canales que manejan, porque ello depende cada vez más de lo que haga o deje de hacer la competencia. Hoy, más que programadores, las figuras de Villarruel y Suar se acercan más al carácter de desprogramadores.
Arrastrados por la fuerza centrífuga del rating, pareciera que los popes de los canales líderes no pueden/quieren escapar por sus propios medios a esta desprolijidad horaria. Los datos son irrefutables: según un relevamiento realizado por el sitio de Internet www.television.com.ar, dando un margen de tolerancia de 5 minutos, en septiembre el 45 por ciento de los programas emitidos no cumplió con el horario previsto oficialmente. En ese informe, Telefé –el canal de mayor audiencia del país– fue la emisora más incumplidora (22 programas no comenzaron a horario), mientras que el menos incumplidor fue el 9 (sólo tres ciclos tuvieron un desfasaje de más de 5 minutos). En ese contexto, La tormenta, Isaura la esclava, El sabor de la pasión y Se dice amor (todos de Telefé) fueron los programas que en más ocasiones incumplieron con el horario previsto (21 veces: absolutamente todas las emisiones del mes). Entre ellos, el record de retraso lo tiene El sabor de la pasión, que en su emisión del 28 de septiembre comenzó 57 minutos más tarde de lo anunciado. Obviamente, el prime time (de 20 a 24) fue la franja horaria más afectada por el incumplimiento: el 60 por ciento de los programas no respetó su horario.
Un problema de todos
En el marco de este entramado complejo y variante, Página/12 consultó a Jorge Guinzburg, Damián Szifrón y Diego Gvirtz, referentes de la industria televisiva de hoy, para que sienten posición sobre el tema. ¿Es verdad, como suelen decir algunos programadores, que los corrimientos de horarios sólo afectan a los espectadores? ¿Cómo afectó esta nueva tendencia en su trabajo cotidiano? “A mí me gustaría más que todo comience en el horario pautado”, admite el conductor de Mañanas informales. “De esa manera, no se obliga a que la gente esté adivinando el comienzo de un programa, haciendo zapping entre una pantalla y otra. Me parece injusto. Empezar los ciclos a horario es más prolijo y se demuestra un respeto mayor hacia el público”, cuenta quien dice tener en claro que de no mediar ningún problema coyuntural importante, “no acepto que el programa no empiece puntualmente a las 9.30 y termine a las 13”.
Víctima del irracional manejo que se hace de la grilla televisiva (se hace difícil encontrar una TV en el mundo en la que los programadores atenten contra el deseo de los televidentes de ver regularmente un ciclo), Szifrón sufrió con Hermanos y detectives la “dictadura” de estos tiempos. “Creo que hay una especie de virus, algo que corrompe la lógica que, a mi criterio, la competencia televisiva debería tener”, analiza el productor y autor del ciclo que Telefé movió de miércoles a jueves sin mayores contemplaciones. “Según lo que se suponía, ciertas cosas no se pueden hacer. O sea, hay reglas tácitas que indican que un programa tiene que ser anunciado a un día y horario con determinada antelación, y ese horario debe ser cumplido”, agrega.
Otro de los que critica el estado actual televisivo es Gvirtz, productor de TVR y Duro de domar, el ciclo que de la medianoche anunciada sale habitualmente pasada la 1 de la madrugada. “Los cambios de horarios me preocupan –comenta el dueño de PPT–, en tanto la gente no sabe a qué hora puede ver Duro de domar. Yo, como productor, trato de cuidar al público que sigue mis productos. Hoy por hoy, los cuido armando programas que tengan cosas que decir y divirtiéndonos en su transcurso. Obviamente, como espectador y productor, preferiría que Duro de domar se emitiera más temprano. Por suerte, tanto Duro de domar como TVR son ciclos que, alejados del prime time, no necesitan desesperadamente conseguir un punto de rating más. Hay otros ciclos que están más pendientes del número.”
¿Cuáles son las posibilidades reales de que la TV vuelva a respetar los horarios? ¿Qué se puede hacer, desde la industria, para modificar este panorama? Szifrón apunta no sólo a los programadores sino también a la acción de quien debe regular a la TV. “El Comfer no tiene una forma eficiente de implementar reglas acordes con la evolución del medio o, en caso de que ya existan, de hacerlas cumplir”, analiza el creador de Los simuladores. “Los programadores usan las herramientas que tienen a su alcance para volver exitosa su gestión y beneficiar a la empresa. Si ciertas herramientas no estuvieran a su alcance se quitarían un peso de encima y la programación general mejoraría. Porque en vez de que la inteligencia, la imaginación y la energía se concentren en qué es lo que hace el otro y cómo lo neutralizo, se focalizarían en los contenidos de cada novela, unitario, noticiero, enriqueciendo así todos los productos.” Por su parte, Guinzburg cree que lo que necesita la TV para mejorar sus contenidos y terminar de una vez por todas con el desorden horario no es otra cosa que definir una especie de estatuto. “Se requieren reglas claras para todos. Así como los empresarios se juntan entre sí y marcan las pautas del mercado, la TV también se tiene que reunir para sentar las bases. No hay peor cosa para la TV que perder de vista al público”, concluye el conductor.
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