GONZALO PONTON, DIRECTOR DE LA EDITORIAL ESPAÑOLA CRITICA
El editor, un histórico opositor al franquismo, cree en la función de la lectura para abrir conciencias: “Publicamos libros para que la gente piense por sí misma”, señala.
› Por Silvina Friera
Dice que nació entre libros, que a los 17 años empezó a trabajar en el ámbito editorial y que nunca ejerció otro oficio, aunque es licenciado en historia. Gonzalo Pontón, director general del sello Crítica desde 1976, plantea que dos de los aspectos más siniestros de la humanidad tienen remedio. “El fascismo se cura leyendo, y el nacionalismo, viajando”, señala en la entrevista con Página/12. “Tratamos de publicar libros para que la gente piense por sí misma y pueda tomar decisiones en función de lo que ha reflexionado y pensado. La lectura permite comprender mejor el mundo y sus trampas, y nos dota de una armadura para defendernos de esas trampas.” A pesar de que al principio calificaron a Crítica como una editorial muy anglosajona –por su orientación hacia la cultura humanista, la alta divulgación y los textos especializados–, hace más de 30 años que saborea como una gran victoria que los lectores mantengan y renueven su voto de confianza con el catálogo editorial.
Pontón fundó Crítica el 14 de abril de 1976, fecha en la que se celebraban los 45 años de la proclamación de la II República Española. Franco había muerto el 20 de noviembre de 1975. “En aquel momento tuve la oportunidad de hacer algo que fue culturalmente muy importante: recuperar y editar todo aquello que durante cuarenta años el franquismo había prohibido”, explica el editor. “El franquismo censuraba libros políticos y temas que la Iglesia Católica española siempre ha considerado un campo propio, como el sexo. Todo lo que sea sexo a la Iglesia le preocupaba y le preocupa muchísimo, y durante cuarenta años fue imposible editar libros, y a veces daban mucha risa los motivos. Estaba prohibido publicar las fábulas de La Fontaine porque los animales copulan y eso la Iglesia no lo iba a permitir. De ahí nació la posibilidad de publicar clásicos que nunca habían sido publicados en España, y de editar lo que se estaba editando en el mundo libre, para que los españoles tuvieran acceso a lo mismo que sabían los alemanes, los belgas o los argentinos. El surgimiento de Crítica estuvo totalmente relacionado con la circunstancia política e histórica de España.”
Los primeros libros publicados, los caballitos de batalla que construyeron el perfil de Crítica, fueron Los métodos de la historia, una suerte de tratado de metodología para enseñar a los historiadores cómo construir su disciplina, y La República Española y la guerra civil, de Gabriel Jackson, el primer libro que los españoles leyeron sobre lo que había pasado y nadie había podido explicar más que desde el franquismo, desde los vencedores de la guerra y no desde los vencidos. Otro libro destacado fue Carlos V y sus banqueros, de Ramón Carande. “Fue el primer estudio serio sobre el despojo que los europeos hicieron en América”, aclara el editor. Podría enumerar de punta a punta el catálogo, porque admite que todos los libros que publicó han sido satisfacciones, pero subraya, especialmente, Historia de España, de Pierre Vilar. La anécdota con este libro se remonta a 1968, cuando Pontón lo imprimió delictivamente, según las leyes de la época. “La policía franquista me descubrió, me metieron en la cárcel, tuve que pagar una multa cuantiosa y me inhabilitaron”, recuerda. “Publicarlo después, con todos los honores, fue mi venganza incruenta.”
Ni el franquismo ni la censura terminaron con la muerte de Franco el 20 de noviembre de 1975. “Con el libro de Jackson tuve que hacer operaciones lingüísticas tontas. El llamaba a los milicos del general Franco traidores o rebeldes, entonces me pidieron que las reemplazara por alzados o sublevados. Y como el autor no se opuso, no tuve problemas.”
–¿Cuándo terminó el franquismo y empezó la transición?
–Mucha gente diría que hubo una primera transición hasta el 23 de febrero de 1981, cuando los militares intentaron dar un golpe de Estado que fracasó, y luego a partir de ahí comenzó una segunda transición, que sería la actual. Otros dicen que la verdadera transición empezó cuando por primera vez en España los socialistas llegaron al gobierno, cuando Felipe González ganó las elecciones en 1982. Pero otros creemos que la transición todavía no terminó.
–¿Por qué?
–Para que las transiciones terminen y para que se olviden ciertas épocas tienen que cerrarse todas las heridas. Y la manera de cerrar estas heridas no es ocultando los hechos, sino todo lo contrario, sacándolos a la luz pública para discutirlos y poderlos olvidar. Hay que abrir todas las heridas, limpiarlas y proceder a olvidar, a pasar lo vivido al archivo histórico. A mi juicio, esto no se está dando en España. En este momento hay una gran campaña por parte de la derecha española contra la conmemoración y la publicación de libros sobre la Guerra Civil y la República Española, pero sobre todo contra la República, a la que han satanizado. Han dicho que la República fue la encarnación de todos los males. ¿Por qué ahora no podemos presentarle a la gente ensayos, estudios documentados, con archivos que han sido abiertos, contando cómo ha sido la República Española? Es la gente la que tiene que decidir por sí misma: la lectura y la reflexión nos hacen más libres, no la verdad religiosa.
–Pero en estos últimos tiempos las verdades religiosas recuperaron un prestigio perdido.
–En el momento en que el monoteísmo descubre la verdad, frente al paganismo que no tiene verdad, ahí todo se va al carajo. No hay peor verdad que la que están defendiendo los locos jihadistas que quieren cargarse al mundo a través de la verdad de Alá. Si la verdad del Corán es, como sucedió en España, que un imán de Andalucía (Kamal Mostafa) publique un libro explicando cómo hay que golpear y castigar a las mujeres sin que se noten los moretones, si ésa es la verdad del Islam, que se la queden. La inmigración está en el debate intelectual de Europa, y sé que digo cosas que políticamente son muy poco correctas. Estoy a favor obviamente de la inmigración, y que viva en España toda la gente que quiera, pero resulta que cuando la cultura de un tipo es cortarle el clítoris a su hija de once años, ahí digo: ¡No! Si tú quieres vivir en España, tienes que aceptar las condiciones de la democracia avanzada, y no le vas a cortar el clítoris a tu hija. Yo no te lo voy a consentir. Una cosa es la libertad y otra la civilización. Si vivieras solo en el desierto y le quisieras cortar el clítoris a tu hija, es un asunto tuyo. Pero tu hija va a crecer y se va a desarrollar en esta sociedad, que tiene unas reglas de juego, y cuando esa nena tenga veinte años y tenga relaciones sexuales ¿cómo va a vivir en una sociedad en la que la han vejado y mutilado de manera tan salvaje? Mi progresía hasta ahí no llega...
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