Sábado, 13 de octubre de 2007 | Hoy
NOTABLE PUBLICACION DE LA BIBLIOTECA NACIONAL
La reproducción facsimilar de un periódico británico editado en Montevideo en 1807 desnuda un fino aparato de propaganda.
Por Silvina Friera
El fusil y la imprenta, asociados. O mejor, conjurados en las páginas de un diario, The Sou-thern Star, publicado por las fuerzas de ocupación inglesas en Montevideo, en 1807. Poemas de Petrarca y Horacio, avisos comerciales de almacenes de venta al por mayor, cartas de particulares, escuetos informes sobre el movimiento de tropas, artículos que buscan convencer a los lectores de las ventajas de la conquista inglesa y mucha propaganda contra el monopolio español. “La Inglaterra en sus conquistas sigue un camino diferente. Sus victorias son compasivas y humanas: viene como el ángel de la paz seguida de sus compañeras la tolerancia, libertad y justicia”, se lee en una de las notas. En conmemoración del bicentenario de la Segunda Invasión Inglesa al Río de la Plata, la Biblioteca Nacional, como parte de su política de publicaciones, ofrece a los especialistas la reproducción facsimilar de La Estrella del Sur, con prólogo del director, el sociólogo Horacio González.
El periódico bilingüe, que se lanzó en una imprenta que trajeron las propias tropas británicas que desembarcaron en Montevideo, se publicó desde el sábado 23 mayo hasta el sábado 11 de julio de 1807, en medio del especial teatro de operaciones bélicas en que se había transformado el Río de la Plata. Según plantea González en el prólogo, La Estrella del Sur es un “eficacísimo órgano de publicidad de un ejército de ocupación”, una “fina experiencia de publicidad ideológica”. En el prospectus de mayo de 1807 –suerte de presentación en sociedad del semanario–, La Estrella del Sur plantea que la empresa es “bien” atrevida. “En esta región las ventajas de una imprenta libre hasta ahora nunca se han experimentado. Van a descubrirse”. Además de las fuertes evidencias del credo de la libertad de comercio, que postulaba en términos de “libertad de expresión”, en el periódico conviven las traducciones de poemas de Horacio y Petrarca, poesías de la musa montevideana María Theresa, que canta en estilo neoclásico las hazañas de Whitelocke.
“Si uno hiciera el rastreo de las figuras y los símbolos poéticos a los que se asoció el imperialismo, se puede decir que la idea misma de imperialismo tiene una gran decadencia en relación con este momento donde los ingleses vienen con barcos, con el género militar del desembarco, y al mismo tiempo suponen estar ligados a los emblemas de libertad, de libre comercio, de tolerancia y conciencia vinculada al libre examen”, señala González a Página/12. “Era un proyecto cultural de un imperialismo que ya había hecho su revolución industrial y su revolución en las conciencias. Aun viniendo con promesas poéticos-literarias y de conciencia libre, la derrota de esa invasión presupone la formación de otro tipo de conciencia, colectiva, popular, que hasta hoy determina los destinos y los problemas de este país. Por eso es tan interesante analizar este diario, que no ha sido muy estudiado, salvo por Groussac o Levene. El rumor sordo de la guerra está, se escucha un poquitito, a la distancia. En realidad es un diario mercantil poético, un boletín de guerra con finura cultural británica”.
La empresa más noble de un alma generosa, claro la de los ingleses, es “ablandar por ternura las miserias de la guerra y ganar los corazones de los vencidos”. La lectura de varios de los artículos puede resultar una experiencia inquietante. “Vienen los ingleses, no como conquistadores, sino como defensores. Quieren emanciparos de la servidumbre y entregaros vuestra justa libertad”. Las proclamas se suceden: “Vuestro comercio, libre de exacciones injustas y monopolios onerosos, se hallará más feliz y próspero que nunca”, o “La tolerancia es el principio capital que anima nuestro gobierno”. Los ingleses no se privan, además, de ocupar el papel de víctimas. “Toda acción militar, ya sea de mar o de tierra en que los ingleses hayan tenido parte, se ha desfigurado de modo que ha recaído en injuria. Lo que era una conquista justa se hizo parecer injusta, y sin razón referida con exageración, perjuicio y falsedad”. Algunos avisos comerciales parecen producto de la ironía inglesa. En el mismo aviso del almacén por mayor Juan Robinson en que se ofrece cervezas en barriles, chapas de estaño en cajones, medias de algodón y de seda, se pide un criado, “el cual si hablase el inglés, será más apreciado”. El diario, que salía de la moderna imprenta de la calle San Diego 54 –actualmente Washington– en Montevideo, dejó de publicarse cuando la guerra terminó. En una sintética circular informa del “cese de hostilidades”, aunque afirma no poseer “noticias exactas”.
“Si se pone este diario en la larga serie de actos que vincularon a Argentina con Inglaterra, aparecen cosas interesantísimas respecto de la clase política argentina que más ha circulado en Londres, y sobre el tipo de perspectiva cultural que prevalecía, como que Inglaterra era mejor que España”, advierte González. “También el diario resulta interesante desde el punto de vista de la historia del periodismo. Cada civilización, cada esquema de dominio y forma imperial, tiene su lengua periodística, y en este caso la lengua que elige Inglaterra para desembarcar tiene refinamiento. Inglaterra sorprende con los marines, pero también con un periódico de hechura sutil.”
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