Miércoles, 14 de noviembre de 2007 | Hoy
EL REPENTINO BOOM DE LAS ESCUELAS DE VEDETTES
Las academias de Reina Reech, Laura Fidalgo, Sander y Moria Casán convocan a una legión de aspirantes a bailarinas y primeras figuras que estudian en sus aulas incluso cómo almorzar en lo de Mirtha Legrand.
Por Julián Gorodischer
El sueño de Caro es desinhibirse, o ser otra. Faltaban días, apenas, para la clase de topless. Sandy Brandauer, la profesora del curso de vedettes en la Escuela de Reina Reech lo había avisado con tiempo: “Miren que el lunes próximo hacen topless”. Y las deserciones fueron en masa, pero Caro se imaginó venciendo el tabú primordial que parece inspirado en una sesión de Gran Hermano 5: usarás corpiño hasta en la ducha. La ciudad nocturna las ve ingresar en sus escuelas: son extrañas alumnas aplicadas con mini y (en ocasiones) conchero. Llegan a cuatro de las escuelas de vedettes y bailarinas que, en 2007, convocan a mujeres de sueños para nada módicos: se imaginan con plumas, bajando escaleras, figurando en marquesinas, en foto amplificada en la calle Corrientes. Se someten a un estricto plan de estudios que excluye los inventos catódicos recientes: ni guerra en un concurso ni video porno. El estilo respetuoso baja desde la dirección del curso: Sandy Brandauer no es de “las que se meten en quilombos”. “Fui nominada para el premio ACE”, se distancia de Wanda Nara o Cinthia Fernández, ambas con supuestos videos sexuales en el sitio YouTube. “Por más que no soy popular, trabajé un montón. Yo tenía un amigo que me decía la vedette bolchevique.”
–De rojo está (señalándole el body furioso o pasión).
S. B.: –Soy un poquito socialista, y es raro porque la vedette es medio del capitalismo.
Tal vez cuando la inserta en la serie capitalista, piensa en una histórica del género sometida a la labia procaz del capocómico, eje de la convocatoria pero no partícipe de la ganancia, consumida como mercancía por los de la primera fila y motor de inversiones costosas, según acreditan los mitos sobre anillos de brillantes y autos 0 km enviados a las míticas Nélidas (Lobato y Roca), en la época de oro. Los signos de su inclusión en el mercado están a la vista (fetiche de consumo, un cuerpo vuelto objeto), pero lo interesante será desentrañar el otro anclaje.
–¿Cómo es la vedette bolche?
–Tengo ideas cooperativistas. Y las llevo a cabo en los trabajos que hacemos: por ejemplo con una obra. A las alumnas se los transmito bastante, aprenden a cooperar entre ellas. No hay divismo.
“Acá se viene a estudiar”, sentencia una aspirante a bailarina de cuerpo estable (que coexiste con la chica que sueña con estatuto estelar de vedette y la que se conformaría con llegar a media vedette: en el coro, sin número personal). Cada casta se conforma según los alcances de cada ego. La mayoría censura a las malditas que impusieron la saga de los Bailando, Patinando, Cantando por un sueño: las repentinas, que no cursaron ni una sola materia. Las estudiantes se matan con la barra, espejo y arengas variadas después de las 22, en formatos que van del marketinero aerostrip que se cursa en la Monumental Moria de Moria Casán y su socio Luciano Garbellano (que cierra las puertas a este diario para presenciar la clase in situ) a la explícita “clase de vedettes” de lo de Reina, con un intermedio más austero en el curso de danza jazz de la tecnicista de Laura Fidalgo, cuya escuela convoca a una troupe de adolescentes locas por aprender a bailar.
“Yo soy bastante acomplejada, como somos en general las mujeres. Hay un estilo 90-60-90 al que no respondemos. Sandy nos venía anticipando que había que traer ropa para el strip”, dice Caro, la rubia que se preparó emocionalmente durante varios días, la misma que cambió la seriedad del arte dramático por esta “coreo” que se ve, cuando lanzan las camisas blancas que provee la organización de Reina Reech: peligrosamente encimadas, una escena sucia en lo visual (se estima) a pocos días de la muestra. Todo podrá mejorar. “Me daba tanta vergüenza hacer ese topless”, sigue, dejando entrever la función esencial de autoayuda, que también atañe a la empleada administrativa que aplica lo aprendido a la conquista sexual y la vecina de Caballito que dice practicar a diario la danza del caño (un importado del mondo-cabaret que hoy cotiza en tablas y decorados de TV) pero en privado, para reactivar la relación con el marido.
Caro: –Me daba mucha vergüenza. Y entonces Sandy nos puso Nueve semanas y media...
–¡Qué difícil parece ser innovar con la banda sonora del striptease! Pasan los años y ese tema sigue, y sigue...
S. B.: –Un buen strip tiene que tener intriga. Lo importante es crear los ratones. A mí me encanta estar desnuda, y que la gente se desnude. Hoy iba por la calle caminando y me imaginaba cómo sería una película con todos los actores desnudos, pero haciendo escenas normales.
Las nenas que cursan danza jazz en la escuela de Laura Fidalgo tienen pocas cosas en común con sus pares más maduras, pero comparten la condición de espectadoras del Bailando.... Son la casta más suave, menos formada, de las chicas que bailan sexy, todavía sin curvas sinuosas. Comparten algunos rasgos: devoción o aprendizaje de la danza árabe posterior a los shows de Shakira, risitas que interrumpen la precisión que desearía la maestra Laura, adoración por Florencia de la V, curiosamente la rival declarada de la directora de la academia que las congrega. Natalia y Julieta están más allá de los duelos de la TV. “Florencia es una ídola, la amo, la adoro, genia total”, se apresura Julieta, una lolita que despliega candor y candidez en la calurosa sala de la sucursal Caballito. “Me llama muchísimo la atención –comenta la profesora–; les gusta el desenfado y la personalidad avasallante. Las revistas de hoy no explotan la femineidad de las vedettes: las hacen bailar hip hop o vestirse con mamelucos. Me parece que los coreógrafos, que manejan esto, prefieren el híbrido con lo masculino, lo andrógino. El hombre es muy femenino en la revista, y la mujer es masculina. El bailarín siempre fue amanerado, pero la mujer era una hembra como Nélida Lobato. Ahora la están llevando a un lugar muy masculino. Y es un error.”
De vuelta en lo de Reina Reech, el baile se hace difícil, mientras preparan el striptease, porque los tacos y las camisas blancas encimadas, luego de lanzarse al vacío (un vacío que queda demasiado cerca de cada bailarina) dificultan la movilidad de las gatunas. Otra profesora, en lo de Laura Fidalgo, definió el talento de la vedette como la femineidad adquirida (protestando incluso contra la invasión travesti), más precisamente visible en el movimiento de la cadera para abajo, pero se complica cuando Mina (cuyo modelo es Cris Miró, no tanto Florencia de la V, “un capocómico”), la más enérgica, se destaca (o se acelera) durante la coreo; el tempo deja de ser sincronizado. Pamela, una chica Divito como salida de un dibujo de formas perfectamente exageradas, pura fibra, luce tranquila en el compás pero anticipa una pronta fama por otra vía. Según afirma, está a punto de estallar. El debate, entonces, surge entre las quilomberas y las progresivas. En toda escuela de vedettes se refleja el estado del medio: están las que filmaron al galán de una noche con la camarita del celular y están a punto de mostrarlo en lo de Jorge Rial y las que dicen que eso, ellas, jamás lo harían. Es el paso a paso versus el batacazo.
Laura: –Yo hablaba el otro día con un chico que lanzó a la fama a Wanda Nara (cuya presunta fellatio en YouTube fue el tema de toda una semana y su pasaporte al staff del Patinando por un sueño en curso), y me preguntó si sería capaz de hacer un quilombo. Le dije que no; si llego, es por las cualidades que tengo.
Mina: –Jamás haría una cosa así; es una gran falta de respeto hacia el público. La gente es víctima de lo que las producciones les ofrecen. El público es muy humilde, y espera que les ofrezcan lo mejor. La TV, en vez de ayudar, está siendo muy cruel, ayudando a que la sociedad desfallezca.
Pamela: –Yo creía que iba a llegar por mis cualidades; todos los días estudio. Pero sé que de la otra forma tardás mucho más tiempo. Tengo ofrecimiento para armar quilombo: es de romance con alguien, todo real. No molestás a nadie, armás un quilombo y después mostrás tus cualidades allá arriba.
–¿Pero el tipo es casado?
S. B.: –El tema es dónde querés llegar. Si la fama no te interesa, no la necesitás.
El lugar de los varones en este asunto queda a cargo de Sander, director de la inminente Academia de Vedettes (que será tanto escuela como reality show sobre la cursada). Es el ex de Tamara Paganini y Mónica Ayos, mentor de la curiosa materia “Partenaire”, así como de seminarios de “Anatomía” y “Protocolo” en un plan que presume de implacable con las faltadoras. Habrá 20 minutos de tolerancia en cada clase y a las 20 ausencias se les quitará la credencial. “Yo estoy ciento por ciento seguro –asume Sander, o Alejandro, o Jandro, o Alex, en exaltación del apodo– de que una bailarina no se me viene abajo. Como partenaire, llevo bien a la mujer. Les remarco a las alumnas, que el partenaire no debe sentir competencia. El hombre es el que hace todo, pero la gente va a aplaudir a ella. Tenés que saber que estás para hacer brillar a la mujer.” En plan de contemplar las actuaciones masculinas, ¿dictará también clase de capocómico? “No, no, mucho no hay. Yo me voy a dedicar a formar vedettes, más allá de las siliconas o los músculos de gimnasio. A cada una, se la aconsejará. Si es falta de pechos, lo puede levantar con musculatura o lo puede operar. Pero una vedette no pasa por el tamaño de las tetas. Son un montón de cosas las que hacen al artista”, explica. Entre la variedad de danzas y gimnasias, llama la atención el seminario de “Ceremonial”. “Se les va a enseñar qué cubiertos agarrar si van a comer a lo de Mirtha”, anticipa.
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