Miércoles, 14 de noviembre de 2007 | Hoy
LA MILITANCIA ARRIBA DEL ESCENARIO
El público venezolano se mostró muy interesado en conocer el trabajo de los teatristas argentinos. Se verán cuatro obras.
Por Silvina Friera
desde Caracas
“¿Sabe lo que es un ‘cortado’?”, le pregunta el mozo del Hotel Alba Caracas (ex Hilton) a una de las mujeres de la delegación argentina que quiere un café con leche y pide el “cortado” como si estuviera en un bar en Buenos Aires. “Es un herido”, le contesta. La anécdota, que ilustra bien los matices que existen en los términos y expresiones que se usan en los países latinoamericanos, viene a cuento del interés que generó la presentación del ciclo Teatro por la Identidad en la III Feria Internacional del Libro de Venezuela (Filven), con las actrices Cristina Fridman, Susana Cart, Anabella Valencia y Agustina Cerviño. La pregunta por la identidad sería como el interrogante por los “heridos” y las reflexiones que en el presente siguen suscitando esas heridas. Aunque los heridos de acá (Venezuela) y de allá (Argentina) no sean nominados con las mismas palabras. No es casual que en una sociedad tan politizada por “el socialismo del siglo XXI”, que propone el presidente Hugo Chávez, busque informarse de qué se trata este movimiento de actores, directores y dramaturgos argentinos que definen lo que hacen como “teatro político”.
“El teatro al servicio de la comunidad, al servicio de la búsqueda de los nietos y de la verdad y de la justicia marcó para mí un antes y un después”, señaló Valencia. “El trabajo de las Abuelas trasciende la búsqueda individual de cada nieto; es la búsqueda de la verdad y justicia.” Valencia propuso cambiar la memoria por el presente, en tanto “los desaparecidos siguen desaparecidos, los nietos están vivos y no saben quiénes son y los militares están sueltos”. Las cuatro integrantes de Teatro por la Identidad –que empezó en 2000, cuando un grupo de teatristas resolvió poner su trabajo al servicio de la causa de las Abuelas de Plaza de Mayo– coincidieron en señalar que a partir de Teatro por la Identidad encontraron “un lugar de militancia que no habían conseguido en ningún partido político”. Cart advirtió que aunque están muy en contacto con la temática de los nietos restituidos, “nos cuesta entender qué le pasa al joven que fue criado toda su vida por una familia y que después se entera no sólo de que ésos no fueron sus verdaderos padres, sino que hasta pudieron ser los torturadores y asesinos de sus familias biológicas”.
Después de explicar cómo los nietos restituidos recuperan lo que les habían saqueado –la verdadera fecha de sus cumpleaños y las similitudes en la fisonomía con su madre o padre–, Fridman subrayó que en siete años se logró que convivieran las diferentes estéticas teatrales. “Al principio pensamos que sería difícil apelar al humor, pero el humor fue apareciendo en las obras”, aclaró. “Como teatristas, esta experiencia nos despertó una gran pregunta en esta época de globalización: cuál es nuestra identidad, nuestra función como artistas –planteó Fridman–. Las abuelas instalaron la palabra identidad en la sociedad.”
Un argentino que hace veinte años vive en Caracas quiso saber si se establecerá algún tipo de vínculo permanente entre Teatro por la Identidad y la sociedad venezolana después de la presentación (el próximo viernes y sábado) de las obras La búsqueda, de Valencia; con actuación de Fridman; El nombre, de Griselda Gambaro; Gui-nnes, de Erika Halvorsen, con actuación de Susana Cart, y Mi nombre es... de Valencia, con la actuación de Cerviño. Fridman le comentó la experiencia de España, que utilizó el formato de Teatro por la Identidad de la Argentina para reflexionar sobre la Guerra Civil Española. A esta altura empezó una especie de reportaje público de los asistentes. “¿Los nietos encontrados participan después del ciclo?”, preguntó un venezolano. “Algunos dan su testimonio en el ciclo, pero no todos pueden hacerlo por razones emocionales”, aclaró Fridman. “Cada vez que se encuentra un nieto es una fiesta para nosotros”, agregó Fridman. Un profundo escozor causó en los venezolanos las dificultades económicas de Teatro por la Identidad, que recibe subsidios esporádicos, pero que no cuenta con un dinero permanente que garantice un mejor funcionamiento y organización. “Después de siete años –se quejó Cart– tendríamos que estar contemplados en el presupuesto de Cultura.” Alguien del público sugirió implementar rifas para recaudar fondos, a lo que Fridman respondió que, aunque lo pensaron, la organización de tantas cuestiones, como conseguir las salas (cedidas sin cargo por los empresarios teatrales) y armar el ciclo, consume tantas energías que no queda tiempo para organizar rifas. “Pero hasta que aparezca el último nieto, no vamos a parar”, concluyó.
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