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Jueves, 6 de diciembre de 2007

MUESTRA DE LEANDRO KATZ

Al rescate de “la guerrillera Tania”

El artista expone su instalación sobre la mujer de las identidades múltiples.

 Por Oscar Ranzani

Haydée Tamara Bunke Bider, alias Tania, la guerrillera, nació en Buenos Aires el 19 de noviembre de 1937. Hija de padre alemán y madre polaca que llegaron al país huyendo de las atrocidades del régimen nazi, con sólo 18 años Tania regresó junto a su familia a tierra germana para colaborar en la reconstrucción de la RDA. Allí conoció al Che. En 1961, cuando la Revolución se estaba consolidando, viajó a Cuba e integró la plantilla de diversos organismos del Estado cubano. Hasta que en 1964 fue encomendada a Bolivia con vistas a crear condiciones favorables para la instalación del frente guerrillero. Tres años más tarde, los militares bolivianos le tendieron una trampa, cayó en una emboscada y su cuerpo fue arrastrado por el río, hasta que lo recuperaron una semana más tarde y lo hicieron desaparecer. En 1998, sus restos fueron identificados y trasladados a Cuba. “Tania es, en realidad, un misterio, a pesar de que constantemente aparece más información”, comenta Leandro Katz, poeta y artista visual que está presentando en el Centro Cultural Recoleta (en el marco de una muestra que sigue hasta el domingo) una instalación referida a la guerrillera que llegó a adoptar cinco identidades, cambiando de nombre, aspecto y peinado.

Tania (máscaras y trofeos) es una instalación compuesta por cinco fotos ampliadas (suspendidas en el aire con tensores) que muestran los rostros que adoptaba Tania. “Me interesa esta cuestión de las identidades falsas porque toda la campaña del Che está basada en nombres de guerra e identidades falsas”, comenta Katz a Página/12. “Desde el punto de vista del arte y la cultura –continúa– me interesa toda esa idea de identidades fingidas, con un propósito tal vez político. Yo lo veo más desde la perspectiva del teatro político, una especie de juego intelectual pero que tiene un aspecto que se relaciona profundamente con el arte.”

Katz es un estudioso de la iconografía de las personalidades que “la guerrillera” Tania creaba para disfrazarse y, si bien reconoce que se ha estudiado lo que hacía bajo las distintas identidades, sostiene que gran parte de lo real continúa siendo un misterio. “Hay libros dedicados a eso pero hay aspectos que no se conocen, no se sabe cuál era la función precisa y, entonces, hay cosas que tal vez nunca lleguemos a saber”, comenta el artista plástico. Respecto de las gigantografías que integran la instalación, Katz señala que son fotos extraídas probablemente de los distintos pasaportes por el aspecto que tienen. “Yo las encontré en un libro cubano”, comenta el artista, que trabaja con un método al que denomina iconografía de la evidencia visible: “Busco las imágenes y la mayoría de las veces las encuentro en libros publicados y lo que hago es ampliarlas en un formato muy grande, aceptando el hecho de que son imágenes de baja calidad. Las amplío y las trato como objetos murales, casi como estandartes, dejando esa calidad baja y utilizando esa imagen casi sin tocarla, sin intervenirla. Es decir, no le pinto encima”, subraya Katz, que luego instala las fotos en un contexto específico durante el montaje.

“La parte creativa de esta presentación –continúa– es la manera en que están montadas estas fotos, con tensores, estiradas, casi como si fueran imágenes torturadas, descuartizadas, tiradas hacia los cuatro puntos cardinales. Esto es la parte de la instalación que utilizo como una metáfora. Al tomar la foto y engancharla, ampliarla, elevarla y tirarla de las cuatro puntas con alambres y tensores, al instalarla así, la intención es verla como imágenes atrapadas.”

–¿De algún modo la imagen es el referente de lo que vivió el propio cuerpo?

–Exactamente. No la estoy presentando como un deseo de placer visual, sino como un deseo de transferir a través de la instalación el martirio que los personajes sufren. Eso también está expandido en el texto mural, que revela cosas que yo investigo.

La segunda parte de la instalación se compone de un mural con textos escritos por Leandro Katz y otros autores junto a fotografías del Che, Tania y otros guerrilleros. “Me interesó mucho la idea de que la mayoría de los libros publicados sobre el Che y Tania contenían fotografías que, en realidad, habían tomado los guerrilleros pero habían sido capturadas como trofeos de guerra por los militares bolivianos. Ellos capturan una gran cantidad de material fotográfico y luego crean una especie de mercado, porque hay interés en Europa, en Japón, Estados Unidos”, cuenta Katz sobre las imágenes, algunas de las cuales pueden verse en la muestra (en este caso a tamaño natural). Además de las fotos tomadas por los militares de los cadáveres del Che y de Tania, hay otras tomadas por los guerrilleros donde se lo ve al Che fumando en su clásica pipa y conversando con otros luchadores, o bien, junto a sus hombres cruzando el río Moroco, o en el campamento central de Ñancahuazú. Katz afirma que, al investigar el paradero de esos rollos, estimó que serían unos cincuenta.

“Es decir, hay un banco de imágenes que está en manos del Departamento de Estado Militar de Bolivia o en manos de viudas de generales y no donde deberían, es decir, en un museo histórico”, explica el artista, cuya instalación se completa con el video Exhumación, que incluye una entrevista a Alejandro Inchaúrregui, miembro fundador del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). En el audiovisual, Inchaúrregui relata detalladamente el proceso de recuperación de los restos del Che en Bolivia: desde el primer intento en 1995, que no tuvo éxito, hasta 1997, cuando lograron dar con los restos del Che.

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Tania (máscaras y trofeos) incluye cinco fotos ampliadas del personaje.
 
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