Dom 16.12.2007
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ENTREVISTA AL PERIODISTA COLOMBIANO HERBIN HOYOS MEDINA

“Yo sé lo que es ser secuestrado”

El creador del programa radial Las voces del secuestro, dedicado a los rehenes de la guerrilla colombiana y difundido por 160 repetidoras de AM y FM, afirma que “en la práctica soy el único periodista que tiene una audiencia verdaderamente cautiva”.

› Por Facundo García

No es fácil la vida de los miles de colombianos que están en cautiverio. Menos todavía si sus secuestradores los trasladan por la selva, lejos de cualquier contacto con su existencia previa. En la noche, cuando la oscuridad opaca los montes, la soledad se hace aún más honda. No hay colores ni luces, ni caras familiares. Catorce años hace que el periodista Herbin Hoyos intenta calmar ese aislamiento con un programa radial dedicado a quienes han sido capturados por la guerrilla o los paramilitares. En ese lapso se ha ido conformando un anecdotario que se agranda cada vez que la presentación de Las voces del secuestro cruza la madrugada y sus atípicos oyentes esperan el saludo que los saque, aunque sea por un segundo, de su pesadilla cotidiana.

“La emisión se extiende durante las primeras horas del domingo. Familiares y amigos de las víctimas participan enviando sus mensajes en vivo, desde el estudio o por teléfono”, cuenta Hoyos, que creó el proyecto después de haber sufrido el drama en carne propia. “En realidad, esto comenzó cuando me agarraron a mí. Entonces tuve la oportunidad de conocer cómo se siente el que está en esa situación.”

–¿Pero qué pruebas tiene usted de que a las personas atrapadas se les permite escuchar su programa?

–Hemos hecho un seguimiento completo. Cuando surge un liberado, lo entrevistamos de manera exclusiva y le preguntamos si ha podido escucharnos. Anotamos las respuestas caso por caso y llevamos una tabulación. El año pasado el 92 por ciento de los liberados nos contó que había seguido el programa en su encierro, y en 2007 la cifra subió al 97 por ciento. Por eso me atrevo a decir que en la práctica soy el único periodista que tiene una audiencia completamente cautiva...

Una amargura áspera roba risas a la broma. Las voces... pasa más de doscientos mensajes personales por emisión y su señal es distribuida por Radio Caracol con uno de los transmisores más poderosos del continente. Además, ciento sesenta repetidoras de AM y FM colaboran con la difusión, lo que hace se pueda escuchar desde casi cualquier punto de Colombia. A pesar de esa llegada, todo el equipo de trabajo chancea afirmando que se trata de un programa cuyo objetivo final es quedarse sin rating. “La vida de alguien privado de su libertad es durísima”, continúa Hoyos. “Los que vuelven nos cuentan que uno de los peores castigos es que les quiten la radio. Claro, allí se violan tantos derechos básicos que el último derecho que queda por destruir es ése.”

–¿Y por qué una organización armada habría de dejar que sus rehenes escuchen el programa?

–Bueno, ésa fue una de las luchas cuando empezamos. Yo estuve secuestrado y sé cuál es el cuadro psicológico en esas circunstancias. En breve entras en una depresión severa; en lo único que piensas es en escapar. Entonces encuentras dos alternativas. Una es la fuga física: es la idea de huir, que pone tu vida en riesgo absoluto. También está el suicidio, que se transforma en una opción cada vez más cercana. La otra vía para esquivar la tristeza es mental y afectiva. En consecuencia intenté hacer entender a los secuestradores que los sometidos intentarían tarde o temprano fugarse o matarse, a menos que tuvieran caminos de libertad “alternativos”.

–Y aquí entra la radio...

–Al retomar el lazo con familiares, vecinos y amigos a través de la radio, el secuestrado se compromete con la vida. Paralelamente, esto hace más fácil la vigilancia por parte de las comisiones (“comisiones” es el nombre que se les da en la guerrilla a los grupos a cargo de los cautivos). Al año de creado el programa me topé con liberados que contaban que en los campamentos habían conseguido radios para todos y que incluso se los ayudaba a montar antenas en medio de la selva.

Entre los más de 320.000 mensajes difundidos hasta hoy, se han escuchado desde confesiones de amor hasta tipos que comunican a un rehén que su mujer ya está saliendo con otro. Al consultársele sobre los momentos más recordados del ciclo, la memoria de Hoyos pone un pie en protagonistas puntuales y otro en la historia colectiva de su país, en una danza de detalles y afectos que no termina nunca.

“Una de las experiencias que más recuerdo es la de Danilo Ayala, que fue secuestrado por las FARC”, lanza cerca del final. A los seis meses de cautiverio, Ayala intentó matarse tirándose a un abismo. Se salvó. Luego se arrojó desde lo alto a un río caudaloso. Lo rescataron. Finalmente, intentó robar un fusil para suicidarse y la guerrilla decidió encerrarlo en una tapera de un metro por uno, cubierta por una empalizada. Alrededor de la medianoche, Ayala llamó a un guardia y le reveló dónde escondía sus ahorros, pidiéndole que a cambio del dato le pegara un tiro. El guerrillero lo miró un rato y estiró el brazo. En la mano tenía una radio. “Creo que esto es lo que necesitas”, masculló. Hoyos relata con orgullo lo que sucedió después. A minutos de haber encendido el aparato, Ayala oyó a su esposa por el parlante. Como una magia, ahí estaba la voz de su mujer, rogándole que se cuidara, que lo quería de vuelta. Su actitud cambió por completo y cuando lo liberaron varios meses después, una de las primeras cosas que hizo Ayala fue ir a visitar a Hoyos. “Llegó harapiento, oliendo a monte. Me abrazaba llorando, diciendo que le había salvado la vida. Eso es más grande que cualquier título o premio internacional. Son condecoraciones que uno cuelga en el alma.”

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