FESTIVAL INTERNACIONAL DE BUENOS AIRES
El arte sin reglas
El encuentro se desarrollará a partir de hoy en el Centro Cultural Rojas y reunirá a artistas locales y extranjeros.
Cuando las disciplinas se fusionan, los límites de lo decible se corren, o simplemente se rompen. Así nació la video-danza, género que fusiona la danza con el video, y que se posicionó frente al mero registro del hecho artístico para hacer del video un arte en sí mismo, aunque, en este caso, sin reglas precisas. Los propios realizadores de esta nueva disciplina, que cobró fuerzas y adeptos en los últimos años, no pueden definirla con claridad. “Todo está permitido”, resume Becky Edmunds, realizadora británica, que incluye bajo la denominación de video-danza a todas las grabaciones dedicadas al cuerpo en movimiento, aunque los movimientos no pertenezcan a ninguna técnica de baile reconocible y los cuerpos no sean necesariamente humanos. La ficción o el documental, el uso de las tecnologías, la utilización de una estructura narrativa o la abstracción absoluta: todo es posible dentro del género.
Esta mixtura y heterogeneidad plasmada en formato video podrá verse a partir de hoy en el VII Festival Internacional de Video-danza de Buenos Aires, que se llevará a cabo hasta el 12 de este mes en el Centro Cultural Ricardo Rojas (Corrientes 2038). El evento, que ya lleva diez años de antigüedad, reunirá a artistas nacionales y extranjeros y combinará proyecciones con conferencias y talleres, con el objeto de fomentar la producción de esta rama del videoarte. “Desde los orígenes del Festival, uno de los ejes principales fue que el espacio de exhibición fuera incentivador de la producción”, cuenta Silvian Szperling, directora y fundadora del mismo. “En 1993 éramos sólo cuatro personas que habíamos hecho video-danza en el país. Con la inauguración del Festival en 1995, nos sorprendió que hubiera tanta gente interesada. La cola para entrar llegaba hasta la calle”, relata.
Con motivo de la amplia producción y convocatoria, y en vistas a generar alianzas estratégicas (tanto en sentido artístico como económico) que permitieran ampliar el campo de circulación de las obras y compartir los gastos, se creó el Circuito Mercosur, a partir del cual el Festival de Buenos Aires entró en contacto con dos nuevas ediciones, la de Montevideo y la de Río de Janeiro –la primera ya realizada en octubre y la segunda, programada para noviembre–. “El primer emprendimiento conjunto que estamos realizando –cuenta Szperling– es una compilación de videos de Argentina, Brasil y Uruguay de los últimos años, que lanzaremos en un DVD doble auspiciado por la Secretaría de Cultura de la Nación y por la Biblioteca de Montevideo. En toda Latinoamérica empezó a haber una movida. Con este DVD, todos los contactos a nivel internacional se potenciarán. El primer paso fue el de la compilación; el próximo será el de la producción. Estamos decididos a coproducir con estos países, para trabajar a nivel profesional; uno de los problemas de Latinoamérica es que los artistas producen sin recursos”, explica.
Sin embargo, los videos que se proyectarán a lo largo del Festival no sólo pertenecen a los integrantes de esta alianza. También podrán verse producciones de Gran Bretaña, Canadá, México y España, presentados por distintos realizadores, con los intereses más diversos. Becky Edmunds, de Inglaterra, mostrará una serie de documentales en los que encuentra a la danza en cualquier espacio de la vida cotidiana. “Yo bailaba profesionalmente –cuenta Edmunds en diálogo con Página 12– y un día me di cuenta de que cuando recordaba una coreografía o repetía pasos no sentía estar bailando. Estaba confundida y decidí dejar de bailar. Así comencé en 2000 a trabajar en video-danza y me interné en los límites de la danza. Para mí comer, sentarme, todo puede ser danza. Hay un campo de la danza y uno de la no-danza, pero hay un momento en que este último pasa hacia el lado del primero y esto es lo que aquí investigo.”
También para Octavio Iturbe, realizador mexicano residente en España que llegó a la metrópoli porteña para participar del Festival, la danza es mucho más que moverse de acuerdo con una técnica. Para él, la composición en video y determinados movimientos de la cámara, por sí mismos, la implican. “La cámara no tiene que estar al servicio de la danza, ni a la inversa. Se debe lograr una verdadera fusión de las disciplinas”, explica Iturbe. De este modo, la video-danza se posiciona como algo más que el mero registro de un hecho escénico. “Algunos bailarines, cuando yo por ejemplo dejaba un brazo fuera de cuadro, se enojaban”, cuenta el especialista que trabaja en video-danza desde 1991. “Yo les explicaba que tal vez no se veía el brazo, pero la imagen era mucho más fuerte. Porque ésa era la idea.”
Fue esta potencia que genera la edición en video la que llamó la atención de muchos de los que trabajaban en danza. Los cuerpos –ya no reales sino virtuales– y la relación existente entre ellos, podían ser modificados mediante el viejo truco del montage, un destructor de las limitaciones impuestas por la univocidad de tiempo y espacio del espectáculo en vivo. “La video-danza genera una expectativa –resume Szperling–, un cambio de registro de lo que es y puede ser la danza, y le agrega a esta última la popularidad que tiene el lenguaje audiovisual. Por eso, solíamos ser 10 los que hacíamos video-danza en el país y en este Festival ya somos más de 40.”
Informe: Alina Mazzaferro.