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Sábado, 15 de marzo de 2008

ENTREVISTA A GILBERTO GIL, MINISTRO DE CULTURA DE BRASIL

“La cultura es una industria limpia”

El músico y funcionario señala al área cultural como un fenómeno que reemplaza a otros motores de la economía mundial.

 Por Carlos Galilea *

Se expresa en un castellano pausado y fluido, que sólo se acelera cuando el discurso oficial deja paso al entusiasmo por algún asunto. Gilberto Passos Gil Moreira, miembro junto a Caetano Veloso, Chico Buarque y Milton Nascimento de una generación irrepetible de la música brasileña, parece casi tan cómodo en las reuniones oficiales como en los escenarios. Como ministro de Cultura de Brasil inauguró en Madrid la Feria Arco, en la que posiblemente haya sido la mayor muestra de artistas contemporáneos brasileños que se haya podido ver.

–Un 90 por ciento de la población de Brasil no ha entrado en un museo ni ha pisado una exposición...

–Una de las funciones del trabajo del Ministerio de Cultura ha sido, precisamente, la de producir estadísticas, información sobre el mundo de la cultura. Cómo la consideran los brasileños, cómo la disfrutan o no la pueden disfrutar y por qué, las causas del alejamiento de la vida cultural más institucionalizada, aunque tengamos una vida cultural espontánea extraordinariamente fértil. El mundo de las fiestas y de las ferias populares debe aproximarse a esos otros mundos. Es importante para atenuar el apartheid social, cultural y económico de Brasil.

–Usted suele destacar la dimensión económica de la cultura, que en Brasil representa más de un siete por ciento del PBI.

–Es una tendencia mundial. En EE.UU. la producción y exportación de bienes culturales superó ya a otros sectores más duros de la industria que en el pasado hicieron fuerte a su economía. Tenemos que cuidar la cultura porque es empleos, ingresos del exterior y limpieza de la producción, ya que se pasa de un sector sucio, industrial clásico, hacia uno limpio, que remunera mejor.

–Usted se propuso alcanzar un presupuesto del uno por ciento para la cultura.

–Comenzamos en 2003 con 0,2 y estamos ahora en 0,8. Creo que el gobierno está maduro para comprender que tiene que distinguir a la cultura. Los desafíos están expuestos en el programa Mais Cultura, que va a hacer que multipliquemos la capacidad de actuación en una escala jamás alcanzada.

–¿Tiene conciencia Brasil de ser una potencia cultural?

–Empieza a tenerla. Especialmente con estos estímulos propiciados por una política más agresiva de cultura federal, con la creación del sistema nacional de cultura, el plan nacional... Cultura no sólo como patrimonio material. La noción de patrimonio inmaterial o intangible es algo muy reciente e incentivado por la presencia de un especialista en la Unesco, el japonés Matsura, que también se empeñó en la convención de la diversidad cultural que se aprobó el año pasado.

–Caetano Veloso decía que un país capaz de producir a un Machado de Assis, a un Guimaraes Rosa, a un Joao Gilberto, a un Oscar Niemeyer o a un Jobim tiene la responsabilidad de ejercer su originalidad en el mundo.

–Brasil fue siempre excelente en términos culturales. Jamás la sumisión a una vida material difícil hizo que su expresión dejara de ser alegre y luminosa. Lo fue en la literatura, desde los tiempos de Antonio Vieira y Gregorio de Mattos, cuando Brasil empezaba a caminar como nación, o en la música, con Villa-Lobos, Antonio Carlos Jobim...

–Precisamente se cumplen 50 años de la bossa nova.

–Sí. (Se ríe.) Estamos todavía en medio de ese huracán, que nació en un momento de grandes esperanzas. Coincidía con la construcción de Brasilia, con el gobierno de Juscelino Kubitschek...

–¿Podría establecerse un paralelismo con lo que sucede hoy?

–Hay un renacimiento de la osadía y el entusiasmo que se podría comparar a esa época, pero vivimos tiempos más fragmentados. La bossa nova era muy de unir, de modelar un alma, una conciencia y un habla brasileñas. Ahora, con las nuevas tecnologías, hablamos muchas lenguas distintas.

–También se conmemora el centenario de la muerte del escritor Machado de Assis.

–Era un hombre mestizo, que llevaba en su sangre la mezcla. Un observador muy fino, de un humor feroz y una escritura extraordinariamente bella, de las idiosincrasias propias del carácter brasileño. En especial de los tipos urbanos de Río de Janeiro, cuando Río representaba la convergencia de todos los tipos nacionales, de todos los Brasiles.

–¿Cómo conciliar el software libre, del que usted es claro defensor, con los derechos de autor?

–Es un desafío porque no se puede rechazar la presencia de las nuevas tecnologías con sus imposiciones. Son potentes y desencadenan en los individuos, sobre todo en los más jóvenes, una voluntad de compartir, de reconstrucción. Un empuje hacia una visión nueva de usos y utilidades de la música, el cine, la literatura, todo el mundo audiovisual.

–¿Qué le parece que países como Francia o Reino Unido pretendan castigar a quienes descargan archivos protegidos?

–Los gobiernos no saben qué hacer, no lo discutieron realmente con la sociedad, pero tienen que actuar. Porque las corporaciones y algunos individuos lo piden. Entonces actúan de manera inmediata para tener tiempo de pensar (se ríe). Hay un movimiento general, académico, incluso institucional, para acomodar los distintos intereses que salen de la caja de Pandora que se abrió con las nuevas tecnologías.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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“Hay un renacimiento de la osadía comparable a la era de la bossa nova. Pero son tiempos más fragmentados.”
Imagen: AFP
 
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