Lunes, 3 de marzo de 2014 | Hoy
SERIES › COMIENZA LA CUARTA TEMPORADA DE PORTLANDIA POR I.SAT
Este jueves regresa el humor absurdo, hipster, indie, alternativo de la dupla conformada por Fred Armisen y Carrie Brownstein, en una serie repleta de chistes para el avispado, autorreferencialidad y un manejo viral de los tiempos.
Por Federico Lisica
Con Portlandia (jueves a las 22 por I.Sat) se da una nueva versión del cuento del huevo y la gallina: ¿qué vino primero?, ¿el hipster o la ironía? Quien haya dudado aunque sea por un segundo y esbozado una leve sonrisa es el público cautivo del programa que llevan adelante Fred Armisen y Carrie Brownstein, quienes ridiculizan aquello que mejor conocen. El envío dura poco más de veinte minutos y está compuesto de sketches cuyos ejes son las formas de vida alternativas (veganos, progres, groupies, rockeros, feministas, hippies, militantes de las bicicletas y un larguísimo etcétera), pero también hay lugar para la conservaduría más agria. Unos y otros, encarnados siempre por sus protagonistas –fastidiosos y desfachatados– que habitan en un contexto inamovible: la ciudad de Portland, en el noroeste de Estados Unidos. Es por ello que en una escena imaginaria –los guiones también son escritos por la dupla– se podría formular la pregunta formulada más arriba. Portlandia va por su cuarta temporada en su país de origen y coincide con el tono general de I.Sat, que aquí emite con poquísimo retraso.
Armisen proviene del riñón de Saturday Night Live (Lorne Michaels es el productor ejecutivo de la serie) y se formó en el mundo de la música (llegó a participar de la banda de teatro del Blue Man Group). Brownstein fue integrante de una banda riot grrrl llamada Sleater Kinney y es miembro, como cantante y guitarrista, de Wild Flag. ¿Unos Peter Capusotto del norte obsesionados con la cultura Lollapalooza? Sí, pero con un contexto muy “norteamericano”. Lo que hacen estos cuarentones adultescentes es mofarse de lo que vienen consumiendo y creando desde hace un tiempo. No por nada uno de sus sketches más festejados fue el de una canción dedicada al espíritu de época de dos décadas atrás. Armisen le cuenta a su compañera que visitó un lugar en el que la gente duerme hasta las 11 de la mañana, se hace tatuajes tribales y anda en skate. Lo que siguen son postales surrealistas al compás de un tema pegajoso cuya letra repite una y otra vez “el sueño de los ’90 sigue vivo en Portland”.
Gran parte de las situaciones planteadas en Portlandia se encuentra fácil en la web. Como aquella en la que unos padres se quejan en una reunión escolar de que en el aula tienen bateas de LP entre los que hay discos de Mike & The Mechanics. Y surge una ridícula discusión sobre música ochentosa versus el espíritu de bandas de culto. “¿Estos son los profesores de nuestros hijos? ¿¡No saben qué es Neu!?” Cuando salen de lo autorreferencial y del chiste para el nicho viene lo mejor. Como el gag de la librería feminista en el que hacen todo lo posible por vender un libro pero terminan maltratando a los clientes por ideología. Y el cliente puede ser Steve Buscemi, por ejemplo. Los invitados son otros de los handicaps de la serie. Sin previo aviso, surgen actrices como Kirsten Dunst o músicos como On The Radio, Dead Kennedys, Wilco, Queens of the Stone Age y hasta el ex Guns N’ Roses Duff McKagan.
En un principio, estas pastillas audiovisuales habían sido concebidas para la serie ThunderAnt, de Internet, hasta que lograron su espacio permanente en el Independent Film Channel (ya han ganado dos Emmy). No son los únicos comediantes que prueban esta veta digital y viral. Algo parecido sucedió con los videos que le sirvieron a Andy Samberg para desembarcar en SNL o lo que Will Ferrell y su troupe producen desde Funny or Die. Al margen, son graciosísimos los videos posteados recientemente en ese sitio en el que el baterista de los Red Hot Chili Peppers asegura no ser Will Ferrell, mientras que en otro, el actor afirma ser Chad Smith. Idea que también podría ser parte de Portlandia. Si Armisen y Brownstein dejaran de mirar a cámara, logrando una risa que es una incógnita, preguntándose y preguntándole al público si primero fue el hipster o la ironía.
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