Lunes, 11 de mayo de 2015 | Hoy
SERIES › INSIDE MEN, CUATRO EPISODIOS EN TNT SERIES
La miniserie inglesa va más allá del subgénero de “robo al banco”: más que el golpe o los planes como maquinaria de relojería, lo que importa es ver las motivaciones de sus protagonistas. Entre ellos, una especie de Walter White con estirpe británica.
Por Federico Lisica
“Sin armas, sin violencia y sin odio”, escribió Albert Spaggiari en una de las paredes del banco francés que robó junto a otros boqueteros con charme hacia 1976. Todo lo contrario de aquel golpe ocurre en Inside Men, miniserie de cuatro episodios que irá por TNT Series (desde mañana hasta el jueves a la medianoche). En la larga secuencia inicial hay escopetazos en una rodilla, hombres enmascarados dispuestos a todo y las emociones bien en caliente. Todo gracias a tres empleados de un depósito bancario que deciden traicionar a sus jefes para hacerse de una cantidad necesaria como para cambiar radicalmente de vida. Por temática y contexto esta producción de la BBC se asemeja una de Guy Ritchie, pero sin humor ni desparpajo en cuanto a montaje. Hay una oscuridad típicamente brit sin llegar a los extremos de Shameless UK. Y si uno se detuviera en el perfil de los protagonistas (un administrativo, un seguridad y un transportador de caudales) hasta podrían apreciarse algunas características de los relatos y obsesiones clasistas de Ken Loach, pero dentro del subgénero de “planes criminales imperfectos”.
“¿Qué tanto te conoces a ti mismo? ¿Hasta dónde llegarías? ¿Qué sacrificios estás dispuesto a hacer? ¿De qué eres capaz realmente?”, inquiere una voz en off antes de que acabe la apertura con los ladrones haciendo lo suyo. Más que la logística, ejecución y desenlace, el interés está puesto en las motivaciones que llevaron a estos “hombres de adentro” a cometer una acción para la cual son amateurs. Y por eso entran en juego unos especialistas en esas malas artes. Desde el comienzo se advierte que el atraco tomó un cauce impensado e Inside Men se preocupa en contar, sin apuro alguno, cómo se llegó a eso.
A nivel narrativo, esta creación de Tony Basgallop se parte en dos, hacia septiembre y con un gran flashback algunos meses antes. Es decir en el durante –y el después– de John (Steven Mackintosh), Chris (Ashley Walters) y Marcus (Warren Brown). Y en la previa de estos trabajadores con sus propios conflictos materiales y/o de personalidad. Otro aspecto que resalta es su pátina visual, como si al brumoso entorno de la ciudad de Bristol le hubieran agregado un filtro que capta todo más hostil, caqui y gélido. De hecho, ni siquiera el trabajo sucede en un banco, sino de en una compañía que recuenta y atesora billetes con lógica fabril.
Marcus, quien se ocupa de transportar el dinero hasta las bóvedas, está empeñado en hacerse de libras extra con ideas no demasiado brillantes. Chris es el guardia que intenta progresar aunque sepa que es imposible, vive en un minúsculo departamento con su madre alcohólica y su padre está en prisión. John, finalmente, es uno de los directores de la firma, un hombre reservado, tímido, capaz de poner dinero de su bolsillo en una cuenta porque hay un faltante. De las tres actuaciones, la que más resalta es la última. Primero porque su atildado hombre de oficina contrasta con el oficio de los otros dos trabajadores de cuello azul. Pese a estar un escalón por encima de los Chris y Marcus, John no goza del respeto ni de los que están más arriba, ni de los que están más abajo. Mackintosh luce como un Peter Sellers ordinario, el tipo de empleado gris que cree que no tiene el reconocimiento debido, un auténtico mosquita muerta pero con el conocimiento profundo de esa firma y el cerebro para cometer lo que nadie cree posible. “Lo hice por mí”, reconocía Walter White al final de sus días como capo del narcotráfico. Y cierto destello en los ojos de este sujeto prenuncia que cuando tome una Itaca quizá lo haga más confiado que ningún otro.
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