SERIES › EL ESTRENO DE FARGO, POR DIRECTV
La primera temporada de la serie basada en el film de los hermanos Coen no es enteramente una remake, pero tampoco una versión libre, sino algo más complejo y sugerente. La ficción aborda el mismo cosmos que aquel clásico, mezclando el policial y el humor negro.
› Por Federico Lisica
Como en un espejo de feria, la serie Fargo, estrenada la semana pasada por DirecTV (va los lunes, a las 22, por el canal 201), tiene el mérito de ser, parecer y deformar muchas cosas al mismo tiempo. El primer reflejo se da respecto de la película de los hermanos Coen y que esta producción toma como base. La serie de Noah Hawley no es estrictamente una remake (lo cual hubiera significado un suicidio artístico antes de comenzar) ni una versión libre. Varios componentes de aquel clásico, no obstante, están presentes. Empezando por sus protagonistas, que recuerdan al killer de Peter Stormare, la agente interpretada por Frances McDormand y el patético sujeto encarnado por William H. Macy. Pero también hay rutas heladas, maletines misteriosos, un pueblo del medio oeste con su bonhomía sospechosa y una plaqueta inicial que sugiere como real, lo que se sabe, es mentira.
El disparador aquí no es el de un secuestro mal concebido y peor ejecutado. Surge del encuentro fortuito en una sala de espera del hospital entre Lorne Malvo (Billy Bob Thornton), enigmático asesino a sueldo, con Lester Nygaard (Martin Freeman), vendedor de seguros que sigue padeciendo el bullying por parte de un ex compañero de la secundaria. “Si fuera tú, hubiera matado a ese hombre”, le sugiere Malvo, dando pie a una serie de crímenes que se irán ocultando bajo la nieve. La maltratadora esposa de Nygaard será otra víctima del mosquita muerta que empieza a saborear su costado siniestro (por algo se ha comparado a Fargo con Breaking Bad). El pacto entre el criminal y el perdedor será el trampolín de la trama y provee más imágenes deformantes frente al espejo. El nexo con Extraños en un tren (Alfred Hitchcock; 1951) es notorio y no sería errado, gracias al regusto de esta serie por el humor cruento, vincularla con la remake ochentosa hecha por Danny DeVito.
Nygaard es incapaz de limpiar sus pecados, por lo que entrará en juego Molly Solverson (Allison Tolman). La agente, casi sin darse cuenta, empezará a conectar las muertes que shockean a la conservadora comunidad. El timing de Fargo abreva tiempos muertos y salpica de sangre el espantoso vestuario que caracteriza a los habitantes de Bemijdi. “No hay santos en el reino animal. Sólo desayuno y cena”, dice Malvo, sintetizando la filosofía agria que guía al proyecto.
Fargo se hunde así en humor negro siguiendo la lógica del policial (aunque aquí se sepa desde el vamos quiénes son los culpables). Aprovecha la topografía hosca y gélida y la galería de personalidades prototípicas del entorno. Incluso algunas circunstancias se podrían haber intercalado en la obra original. Simplificando, la serie surge del mismo molde de extrañamiento que caracterizó a esa –y a toda la– obra de Joel y Ethan Coen. Donde más se percibe es en el personaje de Thornton, que dialoga con otras dos películas de la dupla. El hombre que nunca estuvo allí, protagonizada por Thornton, y Sin lugar para los débiles, por su recordado homicida inexpugnable. Malvo es igual de distante y altanero como en la caracterización de Javier Bardem, aunque sobrelleva su maldad con mayor gracia. Llega hasta el lugar con una mochila pesada y traerá consigo una estela de coloridos criminales.
Fargo consta de diez episodios y fue una de las producciones mejor recibidas el año pasado por la crítica y resultó ganadora de varios premios de la industria. Dentro del formato de antología, este año se estrenará en Estados Unidos su segunda parte, con una nueva historia y personajes (Ted Danson y Kirsten Dunst ya fueron confirmados en el elenco). Será un viaje a 1979 con el eco de los ex combatientes de Vietnam y la campaña presidencial que llevará a Ronald Reagan a Washington. Algunos comentarios al pasar de la primera temporada anticipan lo que todavía no se vio pero ya se intuye. Es que el tiempo y espacio se empeñan en mantenerse igual en este rincón de Minnesota. O, mejor dicho, apenas unos grados diferentes. Los personajes están presos sin saberlo. Como si Fargo, y todo su universo ficcional, fuera una versión noir del Día de la Marmota, salvo que ninguno de sus habitantes se ha percatado de ello.
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