No es alocado decir que Germán Oesterheld y Hugo Pratt estuvieron a la vanguardia en eso de darle voz e imagen a los alemanes de la Segunda Guerra Mundial por fuera del clisé y de las categorizaciones simplistas (“Ernie Pike” en la revista Hora Cero). Fue –y es– tan fuerte el discurso audiovisual hollywoodense relativo al conflicto bélico que una miniserie como del Tercer Reich, se destaca por ubicar el relato del otro lado de la trinchera. Aquí son cinco amigos marcados a fuego y sangre por ese contexto. Hoy a las 22, Europa Europa estrena la primera de tres partes del envío en idioma original y subtitulado al español, los capítulos restantes irán los lunes en el mismo horario. Se trata de una producción alemana de alta envergadura, que obtuvo un Emmy internacional a mejor miniserie, resultó un éxito mayor en su país de origen y trajo aparejadas algunas controversias por el tratamiento de temáticas aún no cicatrizadas y el debate sobre el rol de la población germana durante el régimen fascista.

Es 1941. En Alemania hay fe de que el fin de la guerra está muy cerca y será con una victoria. En una noche de verano, cinco amigos se reúnen en un bar para celebrar la despedida. A los hermanos Wilhelm y Friedhelm los enviarán a la Unión Soviética. Charlotte, enamorada en secreto de Wilhelm se alista como enfermera para Fatherland. Queda la parejita conformada por Greta y Viktor; ella sueña con ser cantante y él trabaja como sastre en el negocio de su padre. Viktor es judío, así que debe mantener su romance con Greta escondido por el constante miedo de ser deportado a un campo y de que ella sufra el peso de la ley por su “infracción racial”. Ya pasó “la noche de los cristales rotos” pero Viktor y el resto tiene esperanza de que todo acabará en menos de seis meses. Esa última noche se juntan a bailar jazz, a brindar y se hacen la promesa de que para Navidad estarán juntos. La Historia, así con mayúsculas, tiene preparado otros planes. “Éramos jóvenes y sabíamos que el futuro era nuestro, el mundo estaba frente a nosotros sólo debíamos enfrentarlo, éramos inmortales y pronto descubriríamos más”, dice Wilhelm a cargo del relato off. Monólogo que podría ser de cualquier película iniciática, aquí un drama bélico desde el punto de vista de unos jóvenes alemanes en medio del mayor desguace humano del siglo XX.

Los hijos del Tercer Reich es impecable a nivel técnico, su narrativa en paralelo es ágil, los diálogos y actuaciones no desentonan y la factura visual recuerda en su granulado a Band of Brothers. Al igual que en películas como Swing Kids y Sophie Scholl: Los Últimos Días, la miniserie opta por protagonistas, cuya vitalidad se antepone al adoctrinamiento nazi. Ninguno de ellos está demasiado convencido de abrazar la causa fascista y, al menos dos de ellos se le oponen sin tapujos. Uno es Viktor, obviamente, y el otro es Friedhelm que transita el campo de batalla con angustia romántica. Su hermano, soldado experimentado, lo cuida pese a todo. Decisiones de guion que buscan lograr empatía para el espectador actual. Si cometen atrocidades (matar a un oficial desarmado o a una joven judía) será por culpa de las circunstancias. Los verdaderos ideólogos, portavoces y brazos del régimen vil son otros. Los padres, los oficiales mayores en edad, los funcionarios con mucho poder. Quizá el personaje más conflictivo e interesante sea el de Greta, chica ambiciosa que podría convertirse en objeto de propaganda con tal de lograr sus sueños de estrella. La serie, en este sentido, no esconde la responsabilidad individual y presenta al Poder –en este caso uno totalitario– como una maquinaria corrupta, muy competente, traicionera, y que deja marcas en sus ejecutores y adversarios, en este caso, unos y otros, hijos del Reich.