CINE ONLINE › THE HUNTING GROUND, DE KIRBY DICK, FUE NOMINADO AL OSCAR
Clásico documental de investigación y denuncia, la nueva película del director de The Invisible War (sobre las violaciones en el ejército) trata sobre los abusos sexuales perpetrados en la universidades estadounidenses y ocultados por sus autoridades.
› Por Horacio Bernades
“¡No quiere decir sí! ¡Sí quiere decir anal!”, grita la turba de integrantes de una fraternidad masculina de un campus universitario, rodeando la casa de una fraternidad femenina, a la que, como en una escena de guerra, tienen sitiada. Todo sucede, como corresponde, en medio de la noche cerrada. ¿Qué pasará cuando las chicas finalmente salgan, y se atrevan a ir a una fiesta? Según las estadísticas, un 16 % de ellas sufrirán ataques sexuales. El 26 por ciento de las denuncias policiales terminarán en arresto, y sólo el 20 por ciento en juicio. Mucho peor les irá a quienes denuncien los ataques, incluidas violaciones, ante las propias autoridades universitarias, que en la mayoría de los casos las ignorarán de forma sistemática. De este verdadero sistema de protección al violador universitario trata The Hunting Ground, documental que en Estados Unidos se estrenó el año pasado y llegó a la ceremonia del Oscar de modo atípico, al ser nominada su canción original. Se trata de “‘Till It Happens To You”, inusualmente presentada en vivo la noche del 29 de febrero por el mismísimo Vicepresidente de la Nación, Joe Biden, e interpretada al piano por Lady Gaga. La canción fue recibida con un aplauso de pie y muchas lágrimas, cuando varias de las víctimas de esta clase de ataques se hicieron presentes, con pintadas en sus antebrazos, en el escenario del Dolby Theatre.
“El peligro no es el desconocido, el que acecha entre los arbustos”, advierte Danielle Dirks, autora de un libro sobre el tema, “sino el conocido”. Exactamente lo mismo que sucede con las violaciones en general: la mayoría de ellas provienen del seno familiar. En este caso, de los compañeros universitarios. Surgido luego de un documental previo sobre violaciones en el ejército (The Invisible War, 2012), dirigido y producido por los mismos responsables (Kirby Dick y Amy Ziering, respectivamente), The Hunting Ground (“El coto de caza”) es un clásico documental de investigación y denuncia, que recurre a una narración y estructura no menos clásicas. Hay testimonios de víctimas, aportes de especialistas en el tema, estadísticas y hasta algún agresor arrepentido. Del conjunto surge una conclusión: la Iglesia Católica no es la única institución dispuesta a clausurar con cerrojo cualquier denuncia que comprometa a alguno de sus miembros.
“Una violación es como un partido de fútbol”, le explicó una docente a Annie Clark, alumna de la Universidad de Carolina del Norte y jugadora del equipo de fútbol femenino. “Te tenés que plantear, mirando retrospectivamente, qué hubieras hecho de distinto en esa jugada”. El viejo truco de la inversión de la carga de la prueba: la víctima, puesta en el banquillo y obligada a replanteos. “Tal vez él se sienta tan mal como te sentís vos ahora”, le dijeron a otra chica. “Las pruebas presentadas demuestran que él te ama”. En todos los casos lo mismo: se le pide a la alumna que no lo divulgue, se la pone a ella en tela de juicio (“¿No te parece que podrías haberte resistido con más decisión?”, “¿Cómo estabas vestida?”), finalmente se cajonea el asunto. No se trata de coincidencias, sino de un verdadero protocolo de respuesta que se reitera de Harvard a California, de Texas a Carolina del Norte.
“La prioridad del funcionario no es proteger al alumno, sino a la institución”, afirma una ex vicedecana, mientras que el psicólogo David Lisak, especialista en el tema, da un paso más: “Las universidades protegen una marca, venden un producto”. Nos vamos acercando al corazón del asunto: como se sabe, las universidades estadounidenses son privadas, sus cuantiosos ingresos provienen en parte de la matrícula y en parte de las multimillonarias donaciones hechas por políticos, fundaciones, sponsors varios. “Reconocer públicamente la cantidad de casos de agresiones sexuales que se producen año a año sería como decirles a los padres de un futuro ingresante: ‘Estimados padres, la posibilidad de que su hijo sea baleado en el curso de sus estudios por algún compañero es de un 25 por ciento... ¿Se imagina cuántos padres anotarían a sus hijos en esa universidad?”
“¿Porque una mujer dijo ‘no’ y después tuviste sexo con ella debés ser considerado un violador?”, se pregunta, muy sorprendido, un alumno cuyo apellido no es seguro que sea Picapiedra. Continuando con el agudísimo análisis económico que hace The Hunting Ground, el paso siguiente es el estudio del valor en metálico que esa tradición estadounidense, las fraternidades, aseguran a cada universidad. Luego viene la industria del héroe deportivo, la mayor inversión económica de los campus. Nada más intocable que un héroe deportivo. Cuando unos años atrás una chica llamada Erica Kisnman denunció haber sido violada por el jugador de fútbol americano Jameis Winston, no encontró a nadie –autoridades de la Universidad de Florida, policía de la zona, cuerpo docente, vecinos, compañeros de estudios– dispuestos a prestar oídos: Winston era nada menos que la nueva maravilla del FSU, el equipo universitario de la zona, y a Erica le llovieron desde acusaciones de puerca lesbiana a amenazas de muerte. Haber sido violada por la estrella del equipo la convirtió en enemiga pública. Winston jamás fue procesado.
No sólo hay chicas violadas. Tal como pudo verse en el escenario del Dolby Theatre, también varones. Dicen los psicólogos que para el varón la depresión puede ser mayor, teniendo en cuenta los prejuicios de género. Muchos se suicidan. Más de una chica también. Cuando se ve la foto fija de una llamada Lizzy, y luego se asiste al relato de su padre, extrañamente calmo y compuesto, uno siente que algo se le empieza a revolver en el estómago, y minutos más tarde confirma que los peores presentimientos eran acertados. El pronóstico es que durante el presente período escolar cien mil estudiantes sufran agresiones sexuales en las universidades estadounidenses. El final esperanzador lo dan senadores y diputados estadounidenses, decididos a llevar el tema al Congreso. Continuará.
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