Martes, 13 de mayo de 2008 | Hoy
MUSICA › BETO SATRAGNI Y EL REGRESO DISCOGRáFICO DE UNA BANDA QUE DEJó HUELLAS
Junto a Jimmy Santos, Alberto Bengolea, Juan Carlos Tordó y Andrés Calamaro, el bajista se dio el gusto de regrabar un puñado de canciones que, entre B.O.V Dombe y Los habitantes de la rutina, fundaron algo llamado candombe-rock.
Por Cristian Vitale
Aparecieron en 1977. Eran, entonces, Jimmy Santos, Alberto Bengolea y Raúl Campana, más su creador (Beto Satragni) y un tecladista con destino iluminado: Andrés Calamaro. Al año grabaron la primera muestra de verdadero candombe-rock en la Argentina: B.O.V Dombe. Títulos desopilantes (“Hay un funk en la oreja del obelisco”), perlas negras (“Destilando aceite”, “Belmiro”) y un mix de géneros que se convertiría en clásico: “Esto es candombe”, enmarcaron la jugada. Después, ingresó Juan Carlos Tordó –hoy baterista de Missi-ssippi–, penetraron en el imaginario rocker con una formidable actuación en Obras junto a Seru Giran y editaron el segundo, con nombre de época: Los habitantes de la rutina. Pero el pico duró poco y el devenir fue de intermitencias. “Diría que la banda se transformó en under”, dice Satragni, el padre de la criatura. “Todos empezamos a tener trabajos por otros lados. En mi caso, con Spinetta, Rada, Lebón... y entonces, bueno, Raíces empezó a ir y venir. Se convirtió en una barra de amigos.” A tres décadas de la gesta, impulsado por ese espíritu de juntada amigable, Satragni removió cielo y tierra para juntar a los miembros originales y grabar una visita, con todos los chiches, de aquellos primeros temas: Raíces 30 años.
“La idea, al convocarlos, fue captar la esencia, el punto de partida: ese espíritu, esa fuerza que tenía la primera formación. Y, sobre todo, ese sonido, que cuando pusimos nuestros primeros acordes y golpes estaba allí, como guardado en el tiempo”, se extiende Satragni. Con Litto Nebbia y un reguero de mails recíprocos como nexo, Calamaro y el bajista decidieron activar la vieja idea de regrabar. El primero en aparecer fue Jimmy Santos, el negro de los tambores, después Bengolea –radicado en Nueva York– y luego Tordó. “Por Raíces han pasado tres generaciones de músicos: Leo Sujatovich, Diego Rapoport, Quique Sinesi... un montón, pero la idea fue que estuviera la formación de B.O.V Dombe. Para nosotros fue tan importante que cada vez que nos encontramos en el estudio es como una fiesta.” La grabación (pronta a editarse por Melopea) incluye los mejores temas del primer disco, más “Nube marrón” y “Para mi abuelo, Jacinto” –del segundo–, un rescate del disco Moro-Satragni (“Canecandombe”), un inédito del bajista (“El loco”), dos de Calamaro (“Mancada la Pampa” y “De las dos orillas”, con letra de Jorge Larrosa) y “El otro cambio, los que se fueron”, un bonus de Nebbia, también productor del disco. “`Esto es candombe` también lo hicimos. Yo no quería, porque está en casi todos los discos y puse una condición: que sea una versión desopilante, diferente”, cuenta Beto.
–¿Lo convencieron?
–Los muchachos empezaron a tocarlo como insinuándome “dale, dale” y Andrés lo empezó a canturrear tipo flamenquero... en fin, me reconvencieron.
–¿La idea madre es recuperar el candombe-rock-jazz característico de los primeros tiempos de la banda o hay giros estéticos?
–Hay temas que suenan con esa paleta de colores del primer disco. Pero creo que es un disco más desprejuiciado que los anteriores. Hay cosas nuevas, y ni hablar de los dos temas de Calamaro, que son Calamaro mismo, pero con las ruedas de Raíces.
–¿Pasionales o cerebrales? La banda jugaba con ese péndulo y hasta se llegó a decir, en determinado momento, que sonaba pulcra e intelectual.
–Es cierto, pasamos por todos los estados. Hay músicas viscerales y otras intelectuales. Pero en vivo siempre hubo mucha polenta, la gente que vio a la banda lo sabe. Es cierto que me gusta la música con cierta elaboración, pero también lo espontáneo, lo salvaje. En los ’90, cuando grabé el disco Ecológico, estaba en un momento así: pretendía un gran desarrollo armónico rítmico, porque necesitaba plasmar algo con mucha info. Ahora busco más la síntesis, la parte más jugosa del asunto.
–¿Fueron o no pioneros del candombe-rock?
–Creo que fuimos los primeros en hacer rock con raíz de candombe en Buenos Aires, lo que no es tan enorme mérito. Pero sí hemos hecho mucha docencia de candombe. En el ’76, recuerdo, sentí la necesidad de formar una banda del género y en los primeros recitales me atreví a titular un recital de la banda como candombe-rock, durante un toque que hicimos junto a Los Desconocidos de Siempre. A cierta gente le causaba gracia, pero todo cambió. Me comentan mis alumnos que ciertas bandas como Los Piojos, Los Cadillacs o la Bersuit reconocen haber aprendido algo de Raíces... y bué: creo que Jimmy fue el primer tambor de candombe que se escapó de las llamadas y cruzó a Buenos Aires para copar la banca (risas) y extender el patrimonio cultural del pueblo afro-uruguayo.
–El criterio filosófico de Los habitantes de la rutina fue, precisamente, exponer en una canción la superficialidad, la mediocridad y la chatura de la época. ¿Lo mantiene?
–Totalmente. Yo me miro mucho en el espejo de Moris, Spinetta, Mateo, Gieco, Nebbia... y me interesa mucho entender qué pasa políticamente, socialmente. Siempre me he dedicado a tratar de tocar música sin concesiones.
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