MUSICA › NICOLáS LEDESMA PRESENTA MERIDIANO BUENOS AIRES, EN EL TASSO
El pampeano rinde tributo a la ciudad que lo adoptó con obras propias, finas orquestaciones e invitados del peso de Julio Pane, Ricardo Lew, Daniel “Pipi” Piazzolla y Leopoldo Federico.
› Por Carlos Bevilacqua
Nicolás Ledesma pertenece a una generación intermedia entre las figuras de la época dorada del tango y las camadas más jóvenes. Sus virtudes como pianista se hicieron evidentes en los últimos años por la cantidad de formaciones en las que tocó, desde tríos hasta mega-agrupaciones de ensueño como la Selección Nacional de Tango y las dos grandes orquestas estatales dedicadas al género. Además, es frecuente acompañante de cantantes y ha participado en decenas de grabaciones de otros músicos. Empujado por sus inquietudes creativas, en esta década Ledesma también se animó a lanzar sus propios discos: Sueño de tango (compuesto por solos de piano, en 2001), De tango somos (con un cuarteto, en 2004) y el reciente Meridiano Buenos Aires, ya con una pequeña orquesta reforzada por un cuarteto de cuerdas. En esta última producción vuelve a vestir temas propios y ajenos con elaborados arreglos personales que revelan su visión romántica del género. Al núcleo de su mini-orquesta típica, integrada por músicos de gran jerarquía, se sumaron para la grabación invitados como Julio Pane, Fernando Suárez Paz, Horacio Cabarcos, Ricardo Lew, Daniel “Pipi” Piazzolla y Leopoldo Federico, más las voces de Susana Rinaldi, Miguel Cantilo (con quienes Nicolás compuso los temas que cantan), Guillermo Fernández (intérprete del autobiográfico Vos, Buenos Aires) y María Viviana, esposa de Ledesma. Casi todos estarán hoy a las 22 en El Tasso (Defensa 1575) para presentar formalmente el CD.
–En sus discos hay cada vez más temas nuevos y propios, lo cual en el tango parece toda una audacia...
–Sí, y las obras tienen muy buena recepción tanto entre el público como entre los colegas, que es lo que más tranquilo me deja. Porque la verdad es que no me propongo renovar ni inventar nada. Sólo con el tema “Ruta 7” me animé a hacer algo que nunca había hecho: un ostinato rítmico. La verdad es que desde la composición sí me gustaría lograr un parentesco entre la música de Piazzolla y el tango clásico, dos puntas que quedaron medio desunidas.
–¿Qué criterio siguió para elegir el resto del repertorio?
–La idea fue celebrar mi 20º aniversario con el tango en Buenos Aires invitando a la mayoría de los músicos con los que toqué. Algo así como un agradecimiento a la gente de esta ciudad, que fue muy generosa conmigo desde que llegué de General Pico. Por eso abro con “Mi Buenos Aires querido”, y particularmente con una cadencia medio chopiniana que después deriva en el sonido más típico de Buenos Aires, porque parte de mi formación fue con la música clásica. Todos mis discos tienen mensajes, más allá de la música en sí misma. Ya en “Milonguero de siempre” aparece el sonido de una orquesta típica, pero con una introducción muy volada.
–Hay varios temas con una especie de preámbulo.
–Sí, a mí me gusta pedir permiso. Esas introducciones son como las palabras de alguien que pide permiso en un lugar donde hay un montón de tipos que se la saben lunga.
–¿Por qué tantas cuerdas?
–Porque la cuerda es el cielo, el vuelo, el lirismo. Ojalá se pudiese tocar tango con cuatro bandoneones y doce violines. El bandoneón, además del sonido típico del tango, es otra cosa: la tierra. El piano y el contrabajo son la estructura, la forma, la rítmica.
–¿Cómo se contactó con Miguel Cantilo para el armado de “El Marquetín”?
–Yo quería hacer una sátira contra el marketing y lo convoqué a él porque me pareció el tipo ideal para escribirla. Salió una milonga candombe con una letra especial, pero sin fusionar estilos musicales. Yo no creo en la fusión directa de músicas, sino en la fusión de ideas. Para relacionarse con el rock no es necesario tocar “La Cumparsita” en ritmo de rock.
–¿En qué punto un arreglo puede empezar a desnaturalizar un tema?
–Pienso que el motivo fundamental es la melodía. Si vas a la despensa a buscar leche, el sachet de leche es el motivo. No importa tanto por dónde vas, pero si en el camino te demorás charlando con el vecino, pasan los minutos y la leche no aparece, ese arreglo no sirve. El arreglador es sólo un intermediario. Hay que pensar que cada nota tiene emociones y experiencias, por algo son esas notas y no otras. Pero ese respeto no debería paralizarte sino motivarte para acercar el mensaje al público.
–¿El tango es una música para minorías?
–El tango representa una parte minoritaria de toda la música que se consume porque es una música que exige reflexión y hoy casi no hay tiempo para reflexionar. La gente está corriendo para poder comprar electrodomésticos, entonces el fin de semana están todos reventados como para salir o ilusionarse con algo diferente. Además, muchos sponsors apuestan al arte como divertimento. Entonces, se hace una bola cada vez más grande. A todos los que dicen que el tango es triste o que se quedó en el tiempo, yo siempre les digo: “Bueno, dame tres millones de pesos y vas a ver cómo del tango salen un montón de cosas nuevas que gustan...”.
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