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Lunes, 7 de julio de 2008

MUSICA › STEWART COPELAND, EN MEDIO DE LA GIRA DE THE POLICE

“Quisiera ver preso a Bush”

El baterista habla de la banda que lo hizo famoso, pero no deja de lado la política. Hijo de un agente de la CIA, diferencia la gestión de su padre de la administración actual y dice que George W. “debería ser juzgado como criminal de guerra”.

 Por Diego A. Manrique *

Desde Madrid

Aún hoy, asombra que aquello prosperara. The Police eran tres músicos con pocos puntos de contacto, estéticos o vitales. El más novato, Sting, se autoproclamó cabecilla de la banda, por encima de dos instrumentistas con el culo pelado, el guitarrista Andy Summers y el baterista Stewart Copeland. Aunque funcionó artísticamente durante unos años, las relaciones personales iban cada vez peor. Un detalle revelador: Copeland se asombra de la extraordinaria vida de Summers, descrita en su autobiografía (El tren que no perdí, Global Rhythm Press, 2007). “La verdad es que ignoraba mucho de sus grupos y sus conflictos.” Aparentemente, los tres policíacos no utilizaban los tiempos muertos para charlar.

Y eso que Stewart Copeland (Virginia, EE.UU.,1952) posee vocación comunicativa. Hijo de un famoso agente de la CIA, pasó años en Beirut –“Líbano es mi segundo país, una herida abierta”– y se manifiesta como un locuaz hombre de mundo. El grupo acaba de actuar en Madrid, en el festival Rock in Rio, y el músico reconoce que la reunión de Police “está siendo mejor y peor de lo que esperábamos. Creíamos que resultaría sencillo y ha resultado duro. Pensábamos que sería breve y hemos visto que la demanda no cesa. La cuestión es que los tres nos lanzamos a nuestros proyectos particulares y olvidamos la etapa de The Police. Ahora, cuando tocamos esas canciones, comprobamos que han acompañado al público durante 20, 30 años: su reacción es tan emocional que nos descoloca, antes de dejarnos llevar por esa energía”.

–¿Hay vida creativa después de The Police?

–Claro, yo volveré a mi trabajo. Toco la batería pero mi principal dedicación es componer. Una gira de estas dimensiones resulta absorbente, no puedes hacer otra cosa. Me esperan un montón de propuestas, según mi agente.

–Sorprende encontrar el nombre de su padre (Miles Copeland) en libros sobre el mundo árabe, generalmente en términos positivos, aunque se trate de autores nada simpatizantes con la política estadounidense.

–Yo he encontrado incluso referencias a mi madre, que tuvo relación con los servicios de inteligencia británicos. Creo que mi padre y sus compañeros pertenecen a una generación muy respetable: hablaban el árabe culto y el popular, dedicaron la mayor parte de su carrera a esa parte del mundo. Justo lo contrario de lo que ocurre ahora. Ellos conocían a los jugadores principales, entendían la dinámica de la región, tenían canales abiertos incluso con sus enemigos. Su función era clara: debían mantener el flujo de petróleo hacia Occidente. Casi siempre lo lograron. Pero había otras fuerzas en la política estadounidense que obstaculizaban ese objetivo.

–¿Se refiere al lobby israelí?

–Sí. Mi padre defendía a Israel pero entendía que un apoyo ciego nos enfrentaba con libaneses, egipcios, sauditas, sirios, iraníes... con todo el mundo árabe, en general. Su conflicto era explicar y defender la posición de Washington, aun sabiéndola negativa para nuestros intereses reales.

–La situación ha empeorado con la actual administración.

–Sí. Creo que George W. Bush debería ser juzgado como criminal de guerra... ningún líder norteamericano tiene tanta sangre inocente en sus manos, me gustaría verlo en la cárcel. Procuraré que no me arrastre la pasión: estoy convencido de que es el peor presidente de Estados Unidos del tiempo que he vivido. Cuando él llegó, mi país era rico, respetado y optimista... y todo se ha perdido. Es incalculable el daño que ha hecho a EE.UU. y al resto del mundo.

* De El País de Madrid. Especial para PáginaI12.

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“Líbano es mi segundo país, una herida abierta”, destaca Copeland.
Imagen: AFP
 
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