Martes, 8 de julio de 2008 | Hoy
MUSICA › CECILIA ROSSETTO, ENTRE LA REVISTA Y LA REEDICIóN DE ROJOTANGO
Mientras actúa con Antonio Gasalla en Maipo siempre Maipo, la actriz y cantante se luce en un CD en el que interpreta clásicos tangueros de Discépolo, Piazzolla y Eladia Blázquez que se basan en “historias potentes sobre personajes fuertes”.
Por Karina Micheletto
Cecilia Rossetto forma parte de una raza de artistas multifacéticos, cuya formación les permite incursionar en más de un universo. En su presente, por ejemplo, está su participación en la revista Maipo siempre Maipo, y está también la reedición del disco RojoTango, donde se luce con tangazos interpretados con tripa y corazón. Un trabajo que se basa en un recordado espectáculo estrenado en 2000 en Buenos Aires y que luego giró por Latinoamérica y Barcelona, donde recibió el Premio Mejor Espectáculo Internacional. Ahora, la edición de este CD abre las puertas a un futuro proyecto tanguero. Pero eso será más adelante: “Siempre he sido una mina monogámica”, aclara Rossetto sobre su forma de trabajo.
“Cuando el disco salió, poco tiempo antes de que me fuera a España, no se comercializó. Lo sacó La Casona del Teatro de Beatriz Urtubey para venderlo allí, a la salida del espectáculo. Luego la gente empezó a pedirlo y se vendía en unas pocas disquerías, se agotaba enseguida. En España y Alemania también lo pedían”, cuenta la actriz y cantante. “Es un repertorio raro, muchos tangueros preguntaban cómo lo había armado. En realidad fue elegido desde el lugar del afecto. Hay canciones que cantaba desde que era muy chica, como ‘Secreto’ de Discépolo”, describe. Además del tema que da nombre al disco, con música de Pablo Ziegler y letra de Oscar Baldu-cci, su segundo marido (“el papá de mi nena”, dirá Rossetto durante toda la entrevista, y se transformará cuando hable de “su nena”, que se quedó estudiando Filología en España). RojoTango transita entrañables clásicos del lunfardo como “Atenti pebeta” o “Packard”, y otros como “A un semejante”, de Eladia Blázquez, o “Balada para mi muerte”, de Piazzolla y Ferrer. Todos tienen en común narrar historias potentes, protagonizadas por personajes también fuertes. Y, claro, Rosse-tto los interpreta poniendo en juego su capacidad como intérprete en el sentido amplio, además de su voz. Tiene otra ventaja: la acompaña –o sería más justo decir que suena junto a ella– el quinteto del bandoneonista Daniel Binelli, donde se lucen César Angeleri, Julio “Toto” Graña, Sergio Balderrabano y Marcos Ru-ffo, además del pianista Freddy Vaccarezza como maestro invitado.
Rossetto cuenta que son tangos que ya sabía de memoria a los siete años, cuando disfrutaba mostrando frente a maestras y amigos de su padre tangos, valsecitos, canciones españolas y, sobre todo, folklore, como es lógico en una nena nacida en el campo, con unos abuelos por cuya casa pasaban de visita Atahualpa Yupanqui, Horacio Guarany, Jorge Cafrune o Ariel Ramírez. “Cuando era chica me presentaba a pruebas de coros y no me querían tomar por la voz disfónica que tenía al hablar. Cuando lograba que me escuchasen, se sorprendían”, recuerda, y la memoria la lleva por esa época feliz. “A los siete años mi maestra de segundo grado me llevaba a la casa a cantar, mientras ella tocaba el piano. A la salida de la escuela me invitaba a tomar la leche, me daba unos cuernitos con té con leche. Con su marido me hacían cantar tangos, y se reían como locos, les encantaba. Recuerdo qué placer me daba cantarles y cuánto les gustaba. Me encantaba gustarles, ¡y me sentía tan querida! Yo creo que eso es, entre otras cosas, lo que uno pretende con lo que hace: dar placer, encontrar en la mirada de la gente lo que uno mismo está buscando.”
–¿Allí cree que radica la fuerza de los tangos?
–¡Seguro! Me siento muy representada por una crítica de RojoTango que salió en PáginaI12. Decía que el espectáculo era “una auténtica declaración de amor”. Es eso. Un profundo amor hacia la gente, hacia la memoria colectiva. Hay mucha violencia en el día a día, en la televisión, en la calle. Es muy duro sobrevivir. Estas canciones populares nos ayudan a recuperar lo mejor de nosotros, nuestros recuerdos más bellos. Por eso me dio tanta emoción ver la película Café de los maestros. ¡Qué lindo! Me deslumbró esa gente, siento que ahí está nuestro lugar de pertenencia. Ese es mi sueño: ser eso para los demás. Representar lo bello, lo ingenuo, y los días felices. Y representármelo para mí misma. En la música de RojoTango encontré ese mundo feliz.
–¿Qué es lo que más disfruta de su trabajo como cantante?
–Hay algo que emociona muchísimo: sentir la sensibilidad del otro cuando está tocando. Es como si esa fuerza que transmiten los músicos te transformase. Cuando Daniel (Binelli) arrancaba con su bandoneón, yo sentía que era como un viento que llegaba desde atrás. Es tan hermoso, es una comunión tan profunda.... Ahora estará el disco en las disquerías, y luego concretaremos el espectáculo de tango, pero eso será más adelante. Ahora estoy abocada al show del Maipo, ¡siempre he sido monogámica! (risas). Mi corazón necesita estar entregado a una cosa por vez.
–¿Qué significa para usted formar parte de una revista en el Maipo?
–Lo del Maipo fue para mí un maravilloso experimento, un maravilloso pretexto para regresar al país. Además de la alegría de debutar en ese teatro, que es una catedral, de contar con la generosa producción de Patalano y de ponerme bajo las órdenes de un artista como Claudio Segovia, me reencontraba con Antonio Gasalla, después de 23 años que filmamos Esperando la carroza. Estoy muy feliz en el Maipo. Cada tanto, me gusta ponerme al servicio de otros artistas y vivir el hecho teatral desde otra óptica. Si no es ahora, ¿cuándo? Después de muertos no experimentaremos nada....
–Recién llegada de España, ¿se siente parte del ambiente teatral argentino?
–Siento placer en el anonimato. Comparto con algunos compañeros del mundo teatral la rebeldía y la resistencia al sometimiento. Entre no-sotros esas son cualidades, aunque en muchos espacios no lo son. Yo creo que un artista es intrínsecamente rebelde y que, desde ese lugar, crece. Durante varias décadas he convivido con luchadores sociales, y con ellos también he compartido esta manera de pensar. Son códigos diferentes: ni mejores ni peores, diferentes. Me gusta transgredir. Me de-sespera el mensaje de “así debe ser y así será para siempre”. Cuando era jovencita se decía que el que no trabajaba en la tele no existía. Sin saber cuál sería mi destino decidí averiguar si era verdad... ¡Y no, no era verdad!
–¿Le molesta que le sigan preguntando por aquella pelea con Mirtha Legrand? ¿Por qué cree que quedó tan fijada?
–Sí, me molesta. Creo que ya se ha puesto un punto final sobre el tema: la señora Legrand ha pedido disculpas y yo las he aceptado. Y no sé por qué sobrevivió tanto esa escena. Evidentemente, la gente sintió la impresionante violencia que atravesó la pantalla aquel día.
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