Domingo, 14 de septiembre de 2008 | Hoy
MUSICA › HUGO RIVAS, UNO DE LOS MEJORES GUITARRISTAS DE TANGO DE LA ACTUALIDAD
En su peluquería de Boedo concibió parte del material que registró en su notable CD debut. Instrumentista sutil y ecléctico, integra un eventual podio con Luis Salinas y Juanjo Domínguez.
Por Cristian Vitale
“Venite a la peluquería, y listo.” Fue llegar y constatar que el lugar designado por Hugo Rivas para la nota no era el nombre de una milonga, ni de un club, ni de una sociedad de fomento o un bar de tango, era literalmente una peluquería con todos los elementos que hacen a su esencia: tijeras, gomina, pelos en el piso, señora con ruleros, planchitas, sillas molinete y gente esperando mientras se mira la porra en el espejo. “Podés ser el mejor músico del mundo, pero el trabajo no es continuo. Les pasa a los más grandes. Igual la peluquería no me ata: entro y salgo todo el tiempo”, se ataja Rivas, que no es el mejor músico del mundo pero, al menos, pega elogios de otros que están más cerca. En la parte del disco destinada al floreo ajeno, figura un contundente “el más grande heredero de Roberto Grela”, por parte de Julio Pane; Leopoldo Federico lo pone en la galería de fenómenos de la guitarra actual junto a Luis Salinas y Juanjo Domínguez; y Néstor Marconi resalta su especial y sutil estilo. “La guitarra está siempre ahí, fuera del estuche. Es amor, puro amor”, dice él.
La guitarra es una criolla que, cierto, reposa sobre un sillón de tapizado bordó, ubicado en el típico cuartito del fondo que tienen todas las peluquerías. En la suya, pleno barrio de Boedo, hay una mesa, tres sillas y un baño chico. Es el lugar preferido por Rivas cuando no hay gente para atender, o cuando los que trabajan son los otros: un peluquero extranjero o su mujer. Ahí concibió, dice, la parte gruesa del material que inmortalizó en su primer disco: los arreglos de “A la Guardia Nueva”, de Aníbal Troilo, “Gallo ciego” (Agustín Bardi) y “Shusheta de París”, vals ‘lado B’ de Arolas. O la generación de tangos propios como “Fantasía nocturna”, “Un tango para Adolfo” y “Saltarín”. “Gran parte de mi vida pasa acá... estoy todo el tiempo imaginando y probando arreglos, componiendo, modificando armonías y generando riesgos: ‘Todo lo que tú eres’, por ejemplo, es un standard de jazz de Hammerstein y Kern, que transformé en vals. También nacen amistades: vino varias veces Luis Salinas, con quien estamos planeando hacer algo juntos”, avanza.
–La melodía de la introducción de “Fantasía nocturna” es muy parecida a la de un tema de The Wall: “Is there anybody out there?”. ¿También adaptó a Pink Floyd?
–En este caso no... me lo marcaron muchos, pero no fue algo pensado. No sé, uno escucha tantas cosas en la vida, que después algo le queda.
El trabajo, homónimo y puramente instrumental, forma parte de la colección Tangos en el Tasso –donde Rivas es número clavado– y consta de tres partes: una en estudio junto a su cuarteto, otra registrada en el Tasso, donde aparece Leopoldo Federico, y una tercera en el Teatro Colón, junto a Pablo Budini, Hernán Reinaudo y Amílcar Valeriani. “Lo que más me gusta es arreglar y liberarme. Por eso, para el siguiente disco pienso sacar la segunda guitarra, y meter guitarrón, contrabajo y rítmica. Tirar compases como hacen en el jazz, pero sin correrme del género”, remarca, en medio del murmullo incesante que proviene de la peluquería.
–Habitualmente se lo asocia a Grela, incluso muchos lo nominan como uno de sus herederos. ¿Lo conoció?
–Sí, pero estuve poco tiempo con él: lo conocí y al año se murió. Igual, él me enseñó algunos secretos. Era un tipo muy humilde. Siempre me dijo que no imitara... me orientó sobre cómo acompañar a un cantante; me enseñó la importancia de los silencios, a no meter mil notas sino las necesarias, a cuidar el sonido de la guitarra. Por supuesto, soy un gran admirador de él, como de Tito Francia, Cacho Tirao o los hermanos Tacunau. Me volvía loco con esos monstruos.
Rivas, 33 años, “hijo y sobrino” de los hermanos Rivas (Osvaldo y Néstor) es básicamente un autodidacta que se formó luego de aprender y debutar como profesional –en televisión– a los 11 años. En su devenir, entre corte y corte, coincidió en toques con Dino Saluzzi, Néstor Marconi, Federico y Juanjo Domínguez, mientras emerge como uno de los guitarristas clave de la nueva generación del tango. “Es una satisfacción para mí involucrarme con estos tipos que son pesos pesado del tango”, resalta. Un codeo cuyo cable a tierra implica perderse en interminables charlas sobre música con los clientes de la peluquería. “La música es el monotema con la gente del barrio que viene a cortarse el pelo. El otro día vino uno y me dijo ‘che, vos tenés que dedicarte a tocar y dejar la peluquería’. ¿Le tendré que hacer caso?”
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