Domingo, 14 de septiembre de 2008 | Hoy
CINE › LA PELíCULA QUE RECUERDA LA FEROZ GUERRA DE LOS BALCANES
La vida de un trotamundos norteamericano sirve al cineasta Andrucha Waddington para hacer foco en la ciudad invadida, en una película protagonizada por Liam Neeson y Orlando Bloom, que lleva la acción a los tempranos ’90.
Por Peter Popham *
Bill Carter era un trotamundos norteamericano que al fin se había establecido. Pero cuando su novia Corinna murió en un accidente automovilístico, su respuesta al dolor fue volver al camino. En su vida ya había cubierto una considerable porción de terreno, de China al Amazonas. La diferencia ahora es que debía cargar con su dolor y no encontraba un lugar donde dejarlo. “Viajé a Trinidad y me quedé un año, fui a Venezuela y Colombia, di vueltas durante un año y medio y no sabía cómo volver a la tierra”, dice. Corrían los tempranos ’90 y la guerra en Bosnia acababa de estallar. Carter no estaba muy al tanto, ni le importaba: no estaba buscando una misión o un trabajo, o alguna de esas explicaciones místicas para encontrarle un sentido a la vida. Pero tenía un gran amigo en la ciudad croata de Split, un amigo que trabajaba para una organización de ayuda humanitaria. Carter pensó que era algo atractivo y encaminó sus pasos hacia allí. Ya en Split, una cosa trajo la otra y pronto se encontró en la sitiada ciudad de Sarajevo. No podía diferenciar a Radovan Karadzic de un agujero en la pared, pero se quedó.
Su vida y sus extraños tiempos en Sarajevo –cómo fue herido allí, lo que encontró y cómo, a través de las conexiones vía satélite con los conciertos europeos de U2, llevó el horror del asedio a la ciudad a cientos de miles de fans del rock– serán el centro de una película dirigida por Andrucha Wa-ddington (el brasileño de The house of sand) y con protagónicos de Orlando Bloom (también productor) y Liam Neeson. El mismo Carter está escribiendo el guión, basándose en su libro de 2004 Fools rush in, producto de la frustración de intentar durante diez años rodar una película sobre sus experiencias en Sarajevo. “Nunca pude sacarla adelante, no conseguía dinero ni actores”, señaló en su momento. “Finalmente dije ‘esto no va a funcionar, voy a escribir un libro’”.
Pero ahora, con Radovan Karadzic mirando desafiante a sus acusadores en La Haya, con la historia Este–Oeste volviendo atrás, quizás es el momento justo para examinar cómo el Oeste permitió que algo tan visible como el asedio a Sarajevo –que se extendió entre abril de 1992 y febrero de 1996, dejando 12 mil muertos y 50 mil heridos– ocurriera, en la ciudad más civilizada del sur de los Balcanes. “Leí el guión y la profunda historia humana que subyace en el film me habló claramente”, dijo Bloom durante un reciente viaje a Sarajevo. La estrella de Piratas del Caribe y El señor de los anillos habló de la movida en la que abandona la fórmula de “trilogía exitosa de Hollywood”, y su esperanza de conseguir algo de color local. “Nos encantaría filmar algo aquí, sería maravilloso”, apuntó.
Cuando Carter llegó a Split intentó conseguir un trabajo, cualquier trabajo, con una de las agencias de ayuda, pero falló estrepitosamente. Un día, en un encuentro informativo de la ONU, conoció a un inglés llamado Graeme Bint. “El encuentro estaba lleno de profesionales de las ONG haciendo preguntas sobre la guerra –dice Carter–. Y de pronto vi a este freak con el pelo naranja, aros y una chaqueta de aviador. Nos pusimos a hablar sobre cómo yo había caído allí sin ninguna razón real, y después sobre su circo humanitario, llamado The Serious Road Trip.” Bint estaba con un grupo de ingleses que habían decidido que “valía la pena dejar lo que estaban haciendo en sus vidas por una causa más grande”. Así terminaron llevando lorries cargados con comida a la famélica Sarajevo. Carter terminó trabajando con ellos. “Bill me gustó de entrada –recuerda Bint–. No parecía muy preparado, lo que hacía que encajara perfecto en nuestra organización. No parecía tener ninguna razón para estar en Bosnia, pero esto no me preocupaba: para mucha gente, especialmente para los de ayuda humanitaria, uno entra en zona de guerra y después encuentra la razón... y nuestra amistad fue creciendo a medida que estábamos más cerca de ser asesinados juntos. Me di cuenta de que Bill tenía una tremenda fuerza que lo impulsaba: no sé qué era esa fuerza, pero debía tenerla, porque si no uno no toma esa clase de riesgos.”
“Yo no sabía lo que estaba pasando –dice Carter–. El viaje de Split a Sarajevo es de sólo una hora, pero no tenía ni idea de lo que ese viaje podía deparar.” Eso significaba Yugoslavia a comienzos de los ’90 para cualquiera que se metiera en zonas de guerra. Cuatro décadas de paz, y la paradisíaca costa sur de los Balcanes, tan de postal, no podían preparar para la realidad de esa cruel guerra civil, alimentada por los largamente soterrados conflictos de toda la región: edificios pulverizados por la artillería, francotiradores cazando desde las terrazas, pueblos enteros –salvo los ancianos y los locos– evacuados. Pero, como pudo advertir Graeme Bint, Carter encontró lo que estaba buscando. El y su novia habían acordado que, pasara lo que pasara, ninguno de los dos cometería suicidio. Pero tras la muerte de Corinna, él se consideró libre para “empujar los límites todo lo posible: si moría por culpa de la naturaleza, entonces ganaría”. Una pérdida tan dolorosa puede conducirte a la temeridad, porque lo peor ya sucedió.
Según dijo Carter en una entrevista para el sitio web de U2, “hubo momentos en los que alguien me amenazaba de muerte y mi actitud era ‘OK, adelante’. Me relajaba. Cuanto más cerca estaba el peligro, más me calmaba... lo cual era un poquito extraño”. Estar en la zona de guerra le sirvió como curación: “Estás en una ciudad de dolor, lo que de algún modo te conforta”. Pero seguía siendo de algún modo turista en Sarajevo... un turista ignorante, como pudo comprobar cuando un habitante le dijo “¿Viniste todo el camino desde Norteamérica y no sabés quién es Karadzic?”. Algo lo hizo quedarse y dejar de serlo. “Conseguí una cámara y empecé a filmar lo que sucedía, falsifiqué documentos y me conseguí un pase de prensa.” Eso sucedió durante la primavera y verano de 2003, en los peores meses del asedio. Fue cuando se hizo amigo de dos personas que fueron su pasaporte al interior de la ciudad.
“Había dos hermanas, de 17 y 18 años, que vivían al otro lado de Sniper Alley (“Callejón de los Francotiradores”), y me llevaron a su casa –recuerda Carter–. Eran divertidas e inteligentes, sus padres eran bárbaros, tenían orgullo, y ser divertidos formaba parte de ese orgullo. Tenían migajas para comer, pero las compartieron conmigo y actuaron como si fuera un banquete.” A través de las hermanas, Carter finalmente supo en qué clase de ciudad estaba: le presentaron a sus amigos, que eran poetas, músicos, artistas surrealistas, “todos con ese típico humor negro de Sarajevo... me involucré mucho con ellos, podías estar tomando una taza de té y hablar de Frank Zappa y King Crimson, mientras afuera alguien se tiraba de una terraza porque ya no podía soportar la guerra... era realmente surrealista.”
Un día, Carter pescó a U2 hablando en MTV sobre su inminente ZOO TV Tour y el concepto detrás de la gira, que era la idea de una Europa unida. “Eso disparó cierta furia”, dice Carter, porque el asedio a Sarajevo era la más brutal demostración de una Europa desunida. Así fue que envió un fax a las oficinas del grupo en Dublín, solicitando una breve charla con Bono sobre lo que sucedía en ese rincón de Europa. Bono accedió y lo que le contó Carter lo hizo llorar. Quería volar con la banda a tocar en Sarajevo, lo que era imposible por obvias razones de seguridad. Por ello, U2 arregló que en cada fecha de su tour europeo habría un contacto vía satélite con gente de Sarajevo –elegida por Carter– que contaría a los fans de U2 lo que estaba pasando.
Eso fue lo que pasó. No detuvo el asedio, y la atención de los políticos y los medios se centró más en la inciativa de U2. Pero gente que no sabía nada ni le interesaba Sarajevo tuvo un sacudón. Cuando la banda tocó en el estadio de Wembley, en agosto de 1993, una mujer bosnia le dijo a la multitud: “Me alegra saber que están escuchando esa maravillosa música. Deben disfrutarlo. Pero quiero hacerles una pregunta: ¿qué van a hacer con respecto a esto? Lo siento, pero creo que nada”. Pasarían otros dos años antes de que el bombardeo de la OTAN forzara a los serbios a levantar el asedio.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para PáginaI12.
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